1- Mapa étnico de los distintos grupos inuit del Ártico. Adaptación del mapa «Key to Tribal Territories», del libro de David Damas (Editor),
Handbook of North American Indians. Arctic, vol. 5, pág. IX.
Introducción
En la época en que el «hombre blanco» empezó a frecuentar el Gran Norte (a partir del siglo XVI) en busca del Paso del Noroeste, existían un total de veintiún grupos inuit (o Thule) repartidos a lo largo de las regiones árticas de Rusia (Chukotka), Alaska, Canadá y Groenlandia. Las diferencias existentes entre estas tribus o bandas venían determinadas sobre todo por su ubicación geográfica, las condiciones climáticas y los recursos naturales a los que tenían acceso en las zonas donde estaban asentadas. Debido a estos condicionantes, cada grupo mantuvo su especificidad, que se ha visto modificada y/o afectada con el paso de los años según el grado de acción e intervencionismo de los países a los cuales pertenecen y, consecuentemente, con grados desiguales de afectación a problemas derivados de factores comunes como son el cambio climático, la contaminación medioambiental y el proceso de globalización. Por lo tanto, entre los diecinueve grupos inuit que todavía existen actualmente podemos encontrar diferencias lingüísticas, culturales, económicas y sociales que determinan su singularidad, y que representan en sí la riqueza cultural de este pueblo.
El Paso del Noroeste
Unos años después del viaje realizado por Marco Polo (1254-1324) al continente asiático (1271-1295), se empezaron a planificar una serie expediciones que tenían como objetivo principal la búsqueda por mar de un Paso Nordeste-Noroeste para llegar hasta aquellas tierras exóticas y ricas conocidas como Catay y las Indias. Las exploraciones árticas posteriores respondieron a esta necesidad europea por encontrar rutas marítimas para llegar a Oriente. La búsqueda del Paso del Nordeste por el norte de Asia empezó con Hugh Willoughby (¿1516?-1554) y Richard Chancellor (¿1521?-1556) en 1553-1554, y la del Paso del Noroeste, a través del laberinto de islas de Norteamérica, comenzó unos años antes, en 1497, con Giovanni Caboto (¿1450?-¿1499?).
La expedición de Robert McClure (1807-1873) fue la primera que consiguió entrar por el océano Pacífico y salir por el océano Atlántico (1850-1854). Sin embargo, la travesía del Paso del Noroeste fue completada de una manera peculiar, cuando abandonado su barco, el Investigator, McClure y su tripulación recorrieron el tramo que les separaba del navío Resolute a pie. No fue hasta el siglo siguiente que el noruego Roald Amundsen (1872-1928) consiguió navegar a lo largo del Paso del Noroeste, completando así el camino abierto por otros exploradores. La noche del 16 al 17 de junio de 1903 partieron del puerto de Christiania (Oslo), a bordo del Gjøa, Roald Amundsen, Peder Ristvedt, Adolf Henrik Lindstrøm, Helmer Hanssen, Godfred Hansen, Anton Lund y Gustav Juel Wiik, quien moriría durante la travesía. El 30 de agosto de 1906 atravesaron el estrecho de Bering, y el 31 del mismo mes fueron recibidos con todos los honores en el puerto de Nome. De esta manera, el Gjøa se convirtió en el primer barco que cruzaba el Paso del Noroeste. Por fin y después de cuatro largos siglos de intentos fallidos, esta ruta marítima se convirtió en una realidad. Sin embargo, pronto dejó de ser útil, ya que el 15 de agosto de 1914 se inauguró el Canal de Panamá, que conectaba los océanos Atlántico y Pacífico.1
Con la búsqueda del Paso del Noroeste se inició una época donde las expediciones árticas jugarían un papel muy relevante en el conocimiento de las regiones polares, pero también cambiarían radicalmente la vida de los inuit que poblaban el Ártico, marcando, de una forma u otra, su profunda involución cultural.
La expedición perdida de sir John Franklin
Junto a la búsqueda del Paso del Noroeste,2 también hubo otras expediciones que por motivos de otra índole supusieron un contacto más continuo con los inuit del Ártico canadiense. Este es el caso de una expedición de 1845, comandada por John Franklin (1786-1847) y compuesta por 129 hombres y dos barcos, el Erebus y el Terror, que desapareció en el Ártico canadiense en algún lugar del Paso del Noroeste. Tres años después de ese trágico hecho, la expedición de Franklin se convirtió en una prioridad nacional para la Inglaterra Victoriana. Sir John Barrow (1764-1848), segundo secretario del Almirantazgo británico, que había organizado esta expedición, estaba ya jubilado y la decisión de buscar a Franklin y sus hombres recayó en el Consejo Ártico por deseo expreso del Almirantazgo. Se estableció una recompensa de 20.000£ para los que rescataran o ayudaran a los expedicionarios, y 10.000£ para quienes supieran de su destino o ayudaran a alguna de las dos tripulaciones del Erebus y el Terror. La búsqueda de Franklin y sus hombres se inició en 1848. En los siguientes treinta años, se enviarían casi cuarenta barcos al Ártico y el coste fue el equivalente a 45 millones de euros actuales. Se cubrieron más de 64.000 km en trineo y casi 13.000 km de litoral ártico fueron cartografiados minuciosamente. En definitiva, se convirtió en la misión de búsqueda más grande y mejor preparada de la Historia. Sin embargo, para cuando empezaron a buscar a los expedicionarios, probablemente estos ya habían perecido.
En mayo de 1859, se confirmó la pérdida total de los barcos y del grupo, gracias a un documento encontrado en un mojón en Victory Point (isla del Rey Guillermo) por el teniente William Robert Hobson (1831-1880), miembro de la expedición de Francis Leopold McClintock (1819-1907). El escrito tenía una primera anotación del teniente Graham Gore y databa del 28 de mayo de 1847. En ella, se decía que todo iba bien y que la expedición, comandada por sir John Franklin, había invernado en el hielo a latitud 70º 5’ N y longitud 98º 23’ O (frente a la costa de la isla del Rey Guillermo). Además, decía el texto que habían pasado el invierno de 1846-1847 en la isla Beechey,3 tras haber remontado el canal de Wellington hasta la latitud 77º N y regresado por el lado oeste de la isla de Cornwallis.