La mañana siguiente fue todo un desafío: mi cabeza dolía como un infierno y parecía que no dormí nada. Debo admitir que la última era cierta. Los ojos de Tyler... —mierda, su nombre pide que lo pronuncie como si fuese alguien importante— seguían en mi mente, sus palabras retumbaban en mi mente como un eco. Sus hermanos eran igual que extraños que él, no solo por sus comportamientos sino por sus miradas, como si con un solo vistazo supieran todo de ti. Un estallido de electricidad pasa por mi columna al recordar anoche. Todo muy extraño.
—¡Sofía Black, apuras tu vejiga o me iré sin ti! —advirtió Matías mientras tocaba la puerta varías veces.
Revolee los ojos mientras me daba los últimos retoques de mi delineador frente al espejo. Suspiré y practiqué mi sonrisa falsa, lo que vengo haciendo los últimos meses, casi un año. Un nudo se formó en mi garganta pero antes de que se convierta en un llanto, destrabé la puerta encontrándome con Matías inclinado contra el marco de la puerta. Le saqué el dedo del medio y él me lo besa. Lo empujé y pasé por su lado chocando hombros.
—¡Idiota! —grité con todas mis fuerzas.
—Exagerada. —murmuró bajando las escaleras.
—Inmaduro. —dije para mí misma.
Bajé las escaleras detrás de él y me encuentro con mis padres en la cocina. Siempre la misma rutina: ellos tomando su café antes de ir al trabajo, leyendo el diario y atendiendo las primeras de las tantas llamadas del día. Traté de sonreír, aunque sea una mueca de esfuerzo, pero nada salió de mi rostro. Estaba más rota de lo que pensaba.
—No tenemos tanto tiempo zanahoria. —mi hermano me codeó haciendo un gesto con su mentón para la salida.
—La envidia de tener mi color de cabello te delata a kilómetros, hermanito. —bromeo agarrando mi bolso y despidiéndome de mis padres con tan solo mi mano.
Matías no agarró las llaves del coche y me imaginé que estaba castigado por anoche llegar a casa en su estado. Sonrío y salgo de casa. Parecía que los días soleados en Grillwood no eran protagonistas, siempre una nube aparecía para tapar el bello cielo y opacar el brillante sol. Matías me hablaba de lo bien que lo pasó anoche y de sus nuevas conquistas. Mi mente divagaba en un lugar gris y vacío, hasta que choco con alguien haciéndome volver a la realidad.
Sus ojos celestes azulados chocaron con los míos. Sus facciones no eran nada similares a las de anoche, la preocupación de sus ojos se volvió una ira fría y su voz salió con una rudeza que me chocó como un balde de agua fría.
"Por favor que no seas tú."
—No sabía que empujar a las personas era tu hobby. —su voz retumbó como un trueno en mi cabeza.
No pude decir nada cuando Matías intervino:
—¡Hey! ¿No ves por donde caminas? —trató de sonar lo más amable posible.
—No entiendo porque me dices a mí, si tú hermana era la que venía distraída. —le habló a mi hermano pero sus ojos seguían en mí.
—¿Tu eres el qué me estaba siguiendo? —la pregunta más estúpida e irracional que probablemente hice en toda mi existencia.
¿Por qué me estaría siguiendo? me maldigo.
—¿Disculpa? —soltó una risa sin gracia. Arqueó una ceja oscura y avanzó un paso.
—Que, ¿si tú eras el que la estaba siguiendo? —Matías avanzó un paso al igual que Tyler.
—¿Qué te hace creer que yo estaba siguiendo a una niña como tú? —sonrió de lado, divertido de la situación.
Oh por dios, que linda sonrisa. Pestañee varias veces y enumeré con los dedos.
—¿Perdona? En primer lugar tu eres un año mayor que yo, no sé a quién le dices niña. En segundo... emm, en segundo... —no se me ocurría nada, ¿por qué se me había ocurrido que el me estaba siguiendo?
—Eso creí. —miró a Matías de arriba abajo —La próxima controla a tu hermanita ¿Vale? —se fue caminando. Me pareció raro que no iba al instituto ya que estábamos llegando tarde.
Cuando ya estaba unas cuadras más lejos que nosotros, Matías me tomó del brazo y continuamos caminando hacia el instituto.
—Que tipo extraño ¿Lo conocías? —preguntó echando un vistazo sobre su hombro.
—No, es decir, sí en la fiesta pero no cruzamos palabras. —mentí.
—Ten cuidado. Este pueblo es nuevo para los dos, no conocemos mucho a esta gente. —dijo con tono protector.
Lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza mientras todavía sentía su presencia detrás de nosotros.
《•••》
Las clases eran más aburridas que las de el pueblo anterior. Los profesores parecían con menos ganas de enseñar que los alumnos de aprender. Las horas parecían eternidades y no podía aguantar de que llegue la hora del almuerzo o en este caso, la hora de biología. Una de mis materias favoritas. No solo me iba bien sino que allí daba el profesor más decente del instituto.
Entré al salón de clases encontrándome con el varios asientos ya ocupados. me aferré inconscientemente a la correa de mi bolso al notar que Alexander, Grayson y Matthew, se encuentran hablando animádamente y se callan cuando Grayson me mira. Aquella sonrisa egocéntrica que recuerdo de posó en sus labios.
—¿Quiere que no entre al salón, señorita Black? —la voz del profesor detrás mío me hizo dar cuenta que estaba tapando la salida.
—Lo siento. —murmuré avergonzada y me senté en el primer banco que vi vacío.
Como en el primer día de clases, sus miradas no dejaban de caer en mí. Estuve a punto de pararme en el medio de la clase y preguntarles qué carajos pasaba, pero no quería tener una sanción tan pronto. Por un momento me pregunté dónde se encontraba Tyler y por qué no estaba aquí con sus hermanos. ¿Hermanos será una palabra simbólica? Todos se veían de la misma edad y no podía decir que algunos eran mellizos.
Al final de la case, los tres chicos me rodearon sentándose a mi alrededor. Me quedé quieta y alcé una ceja.
—¿Se les perdió algo? —mi voz salió seca.