KELLY
Estaba tan nerviosa que podía sentir mi corazón palpitando tan fuertemente en mi pecho que temía que el chico junto a mi lo escuchara. No recordaba haberme sentido así en toda mi vida, nisiquiera cuando intentaba que mi madre no descubriera que había roto su florero favorito.
Los pasos acercándose se detuvieron muy cerca de donde estábamos. Creía que de un momento a otro íbamos a ser descubiertos y castigados severamente. El miedo me carcomía. Mierda, no quería que mamá se enterara de esto.
—Aquí no hay nadie. Revisa cada una de las cabañas y vela que no falte ninguno de los chicos— murmuró una voz que identifiqué como la del señor que nos había dado la bienvenida. El rector del campamento. Los pasos comenzaron a alejarse y me tomé el alivio de respirar, hasta ahora me había dado cuenta de que no lo hacía.
Los segundos pasaron y Brett continuaba apretándome contra él. Aún sentía su caliente respiración en mi cuello y en realidad ya no podía aguantar más esto.
—¿Po-podrías soltarme de una buena vez?—tartamudeé un poco tragando en seco. Brett río por lo bajo, pero no me soltó. El bosque estaba demasiado silencioso.
—Lo siento niñita. No puedo tomar en serio a alguien que no puede hablar sin tartamudear— Enojo y vergüenza fue lo que sentí al escucharlo decir eso. Es que en serio comienzo a creer que Brett no se puede tomar nada en serio. De un momento a otro lo golpeó ligeramente con el codo en la costilla y rápidamente me suelta. No creo que le halla dolido realmente, mas bien me soltó por la sorpresa de mi acción.
El pelinegro no dijo nada más, algo que realmente me sorprendió, creo que se había cabreado un poco. Comenzó a caminar unos pasos frente a mí sin siquiera mirarme de reojo. Estaba contrariada, tenía la necesidad de que no dijera nada, pero a la vez me prestara toda su atención. En cambio lo único que podía observar era su ancha espalda. Suspiré y pasé las manos por la suave tela de la cazadora de Eirian, no pude evitar recordar la forma en la que se fue. Creo que mañana tengo que explicarle lo que sucedió.
Luego de caminar por unos silenciosos e incómodos minutos llegamos a nuestra cabaña. Brett pasó al interior seguido por mí. Deslicé mi cabello tras la oreja frunciendo los labios. Señor Molesto se sienta sobre su cama y me mira fijamente, no sé que le pasa. Mojé mis labios y le seguí la mirada. La suya era severa, acusadora y extremadamente intensa. Era como si estuviera totalmente desnuda ante él. Me sonrojé por mi ocurrencia.
Por dios ¿cómo vine a parar en esto?
—¿Podrías quitarte ya esa maldita cazadora? me molesta sobremanera que la lleves puesta— murmuró él con voz seria en tanto curvaba una de sus perfectas cejas. Me miré de arriba a abajo observando la cazadora negra y fruncí el ceño confundida. No entendía a qué venía eso.
—No te entiendo ¿sabes? Primero me dejas de hablar durante todo el camino, y luego me dices algo que no viene al caso ¿A qué juegas Brett?— lo enfrenté con todas las agallas de la que fuí capaz. Por un leve momento creí ver el asomo de una sonrisa en sus hermosos labios, pero pronto volvió a estar impasible.
—No tienes que entender nada Kelly Robinson— murmuró otra vez con aquella sonrisa que me ponía de los nervios. Caminé un paso atrás cuando se acercó a mí a pasos cortos mientras humedecía ligeramente sus labios— Solo quiero que te quites esa chaqueta. Odio verte con ella. Podría haberte dado la mía— susurró caminando hasta estar justo frente a mí. Mis piernas comenzaron a fallarme cuando Brett tomó un mechón de mi cabello y lo olió ligeramente sin apartar la mirada de mí— Tienes un aroma extremadamente exitante niñita. Me encanta...— dijo antes de colocar el mechón trás mi oreja e irse al baño sin decir nada más. Abrí la boca con la intención de decir algo pero la volví a cerrar al instante totalmente avergonzada.
¿Cómo voy a poder aguantar los constantes cambios de humor de este chico?
Me quito la cazadora y la doblo lo mejor que puedo para colocarla entre mis pertenencias, mañana pienso devolversela a Eirian sin falta. Recojo mi cabello en una coleta alta y tomo mi teléfono que ya había terminado de cargar la batería casi completamente. Había un mensaje nuevo de mamá que preferí ver mañana en cuanto me levantara, en serio tenía mucho sueño.
Tomé mi piyama y me quité las sandalias de los pies, lo dedos me dolían de tanto caminar. El ruido de la puerta del baño llamó mi atención y no pude sofocar una leve exclamación al encontrar justo frente a mis narices el atlético cuerpo de Brett llevando puesto solo un short negro. Supongo que es lo que siempre suele usar como piyama. Podía notar cada músculo marcado en su pálido pecho. Brazos fuertes y atractivos y un abdomen que solo me hacía imaginar lo que había después de la cinturilla del short. Mordí mis labios inconscientemente y antes de que pudiera decir algo estúpido entré rápidamente al baño cerrando la puerta tras de mí.
—¡Me encanta como se ve tu cuerpo en ese vestido azul, Kelly! ¡creo que debería probarte cuanto antes!— lo escuché gritar al otro lado de la puerta del baño. Casi pude imaginar la sonrisa cínica que seguro tenía en el rostro. Suspiré pesadamente antes de quitarme el vestido azul que tanto le había gustado al Señor Molesto e intercambiarlo por mi piyama holgado. Cepillo mis dientes antes de tomar mis cosas y salir del baño a pasos silenciosos evitando llamar la atención del ser que dormía en la cama de abajo. O al menos eso pensé.
Ordené todo en mi pequeño closet y subí lentamente a mi cama hasta que pude acomodarme en ella y respirar tranquilamente. El día de hoy ha sido demasiado ajetreado. Y pensar que solo llevo aquí dos días. Dos días en los que he vivido cosas que nunca creí. Tener un buen amigo, perderme en un bosque, tener de compañero a un chico demasiado sexy que no deja de decir cosas que me confunden, una amiga rara y curiosa...