Los misterios de Brett

Capítulo 6: Planes perversos

                               BRETT

Nunca había abrazado a nadie de esa manera en mi vida a menos que no sea para darle una buena mordida en el cuello... nisiquiera a mis padres. Supongo que aveces para apartar a imbéciles como Eirian de mi camino hacen falta algunos sacrificios. Haría cualquier cosa para no volver a sentir el maldito sabor amargo que siento cuando la veo a ella sonriéndole a alguien que no sea yo, me hierve la sangre y mis deseos por asesinar a esa persona aumentan. Me entran ganas de torturar a ese ser que le alegra el día, incluso si el idiota es mi primo.

Abrazar a esa pequeña chica de cabello rubio para mí fué como una tortura, sentir su corazón latiendo tan rápido, saber que estaba ruborizada por tenerme tan cerca, saber que ese simple hecho la hacía felíz. Se supone que las chicas se ponen así al tener cerca a un chico guapo, un chico que les atraiga, pero no puedo creer que ella sea tan idiota como para sentirse atraída por mí solo por mi físico...

Sin saber en verdad que cosas pienso y siento...  la pobre no sabe cuantas cosas quiero hacerle a su cuerpo y definitivamente no conoce la definición de peligro. No sabe que siempre que la veo me pregunto como sabría su sangre en mi boca, que me pregunto cuantos cortes aguantaría sin llorar. No sabe que solo soy un maniático que quiere hacer que sufra de todas las maneras posibles porque se divierte con ello. Creo que tampoco quiere saberlo, que prefiere pensar que solo soy un chico misterioso del montón. Mi alma corrompida y egoísta se siente felíz con ese hecho. El hecho de que ella realmente no conozca todo de mí porque sabe que si lo supiera sus sentimientos no serían los mismos. Su amor sería odio. Aún no logro entender porqué mierda me importa lo que ella piense de mí, porqué sigo evitando que los demás le cuenten lo que supuestamente hago y soy.

Sonrío ampliamente para mí mientras intento captar el sonido de algún animal. Las hojas se mueven levemente a mi izquierda haciéndome notar un pequeño conejo gris. Aparto el cabello de mi rostro y reprimo una sonrisa. Me siento sobre una roca tranquilamente y hago como que no la noto, estoy seguro que en pocos minutos caerá.

El conejo se pasó unos segundos comiendo rápidamente antes de empezar a verse un poco cansado. Me acerqué a pasos lentos mientras el conejo intentaba huir sin mucho éxito. Creo que aquella droga al fin había hecho efecto. Tomé al pequeño conejo entre las manos ignorando los patéticos e insignificantes intentos del animal por huir, podía ver que aún el pobre no notaba que su vida estaba próxima a llegar a su fin.

Me volví a sentar en la raíz de aquel árbol mientras acariciaba el suave pelaje del animal, respiré profundamente el aire levemente húmedo mezclado con el intenso olor a tierra y pino para calmar mi respiración.

—Supongamos que no quiero matarte...— murmuro al conejo sin esperar que me entienda realmente mientras tomo la pequeña navaja que escondo en mi pierna izquierda— aunque para tu desgracia ese obviamente no es mi caso.

Entierro la pequeña navaja lentamente en el pecho del animal mientras lo observaba todo con expresión seria. Se retorcía intentando agarrarse a su última esperanza de vida en vano. La sangre terminó por marcharme las manos y los vaqueros pero ese era el menor de mis problemas, en realidad eso nisiquiera era un problema. Muevo la navaja en un movimiento vertical del pecho al abdomen del conejo sin vida, arrancando ya la poca ilusión que quedaba en el tieso cuerpo peludo.

De repente sentí la mirada de alguien puesta en mí pero realmente no me importaba. Lamentablemente todos los que importunan mis momentos de calma están destinados a tener un final tráfico. Continúo apretando las entrañas del animal con las manos llenas de sangre antes de poder escuchar unos pasos lentos dirigirse hacia mi con precaución. Levanto la vista para encontrarme frente a frente con la mirada de Jade, me miraba con una notable frialdad aunque su expresión de asco me hace gracia. Su miedo es palpable a pesar de que me doy cuenta que no quiere demostrarlo frente a mí. No veo en ella los rastros de chica ingenua e impulsiva que le muestra a Kelly cuando la intenta apartar de mi lado, supongo que solo es una máscara que usa para engañarla.

Miro mi mano izquierda ensangrentada admirando aquel color carmesí que tanto llamaba mi atención. Lamo uno de mis dedos saboreando el ya común sabor de la sangre de conejo, una sonrisa perversa se posó en mis labios por un momento. Sabía bien, aunque seguramente no tan bien como la de mi querida niñita.

—¿Qué mierda viniste hacer aquí Jade?.. ¿No deberías estar ya corriendo por tu vida?— murmuro sin muestra alguna de interés. Jade se sentó en la raíz saliente de un árbol cercano mientras no dejaba de mirarme con sus grandes ojos verdes. Llevaba puesta una blusa de verano color naranja y unos vaqueros cortos ceñidos al cuerpo. Lo sabía, admitía que Jade era muy sexy y por como me miraba, ella pensaba lo mismo de mí, pero había un problema... ella no era mi tipo.

—No creo que sea un pecado estar en este lado del bosque Brett— murmura ella fingiendo indiferencia. Muerde ligeramente sus labios antes de continuar— ¿No vas a preguntar porqué estaba siguiéndote?— enarca una ceja.

—No me importa porqué lo hacías. Lo que si me importa es que no lo vuelvas a hacer porque simplemente no vivirás para contarle el cuento a tus descendientes— contesto levantándome y dejando a mis pies el cuerpo muerto del conejo. Limpio mis manos en mi jersey y me volteo con la idea de irme pero una presión en mi brazo me detiene, veo de reojo como Jade se acerca a mi y de un momento a otro me besa mientras se restriega a mi como una perra en celo. Me asombra tal acto pero no lo demuestro.

La castaña me besa intensamente mordiendo mi labio inferior aunque obviamente yo no le correspondo. En el momento en el que intenta tocarme por encima de la ropa la tomo del cuello violentamente y la pego a un árbol importandome un comino si podía o no respirar bien. Mierda, odiaba cuando alguien simplemente hacia algo que obviamente había dicho que no hiciera.




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