— ¿Tú qué sabes de eso? — se atrevió a responder — vives dentro de un espejo, no sabes nada de huir o no— al terminar hizo el ademan de levantarse, más sintió como una fuerza lo mantenía en su lugar.
— ¿Qué sé de huir o no? Aparentemente más que tú...digo, ¿Quién es el que toma narcóticos para lidiar con la muerte de su madre? A parte de tu padre claro. ¿Quién es el que llora todas las noches o incluso no duerme? Aún mejor ¿Quién es el que está tan solo que le habla a un espejo? Eres patético Kaidan.
Cubrió sus oídos con sus manos en un fallido intento por bloquear las palabras del reflejo.
— No, no, no. ¡Cállate! — gritó en un susurro mientras sentía como su cuerpo empezaba a temblar y el mundo a su alrededor daba vueltas.
No puedo entrar en pánico, no por culpa de Keiden, todo está en mi imaginación. Él no está aquí, nadie está aquí, mamá no está aquí. Estoy solo. Sus pensamientos corrían a kilómetros por hora, podía sentir su pulso acelerarse y a la risa de su contra parte por encima del caos de sirenas y gritos dentro de su cabeza, contra su voluntad su cuerpo cayó al suelo, escuchó el grotesco sonido de su cabeza contra las baldosas de su cuarto antes de caer en la aparente calma de un sueño sin sueños.
— Duerme bien muchacho, estaré aquí cuando despiertes— fue lo último que escuchó por parte de Keiden.
Su cabeza se sentía vacía y su cuerpo estaba frío, su cama se sentía incomoda y algo lo estaba sacudiendo, al abrir los ojos se topó con el rostro congestionado por el miedo de su padre.
— ¡Kaid! Gracias al cielo, escuché un estruendo, gritos y risas, cuando llegué estabas en el piso y no reaccionabas...y.…y— Alaric se tomó un momento para respirar entre la catarata de palabras que salían de su boca, acunó el torso de Kaidan como si de un bebe se tratara y lo acerco a su pecho — No nos llevamos bien, soy una mierda de padre, pero...no puedo perderte, ¿me entiendes? No después de perder a Nathalie, simplemente no puedo— mientras hablaba acarició suavemente el cabello del muchacho, No se había sentido tan amado en meses.
—Está bien pa, ya pasó— respondió y por primera vez en un tiempo lo llamó de esa forma, casi se convenció así mismo de que estaban bien.
Tras haberse calmado Alaric lo llevo a la sala donde lo envolvió en suaves mantas y le trajo un poco de té para aliviar sus nervios, la comodidad doméstica se sentía extraña después de todo lo que habían pasado, más era bien recibida. Acunó el té entre sus manos mientras tomaba pequeños sorbos de la tasa.
— ¿Quieres contarme lo que pasó?— la comodidad doméstica murió ahí
— Solo nervios por la escuela, supongo
— Eres un genio Kaid, estarás bien— respondió de una forma tan sincera y tan convencida en sus palabras que Kaidan casi sintió lástima por su pobre padre y el mundo que este había creado en su cabeza.
— Tienes razón, estaré bien— por un minuto esperó que fuera verdad, más recordó la presión estudiantil, su ansiedad social e incapacidad para hacer amigos — Todo estará bien — a este punto no estaba seguro de si le Mentía a Alaric o si se mentía a sí mismo.
— Sé que estás en un momento de debilidad, pero...papá tiene una cita para almorzar con Bethany— al escuchar esas palabras volteo hacía el reloj más cercano, marcaba la 1:02pm
— ¿Quién es Bethany?—
— La recepcionista del doctor Pearson— la recordaba, la mujer rubia con el busto prominente que usaba la blusa con demasiados botones desabotonados y que siempre buscaba la forma de tener al menos una mano sobre su padre.
— Dale mis saludos cuando la veas— y al parecer esa fue la respuesta correcta, Alaric sonrío, tomó un abrigo y besó su frente antes de irse
Por un momento se quedó ahí, demasiado asustado de ir a alguna sala con un espejo cerca, pero no es como si tuviera opción. Necesitaba ir al baño.
Entró a la sala con cautela y por un momento pareció que Keiden lo dejaría en paz por hoy, hasta que llegó el momento de lavarse las manos.
— ¿Huyes de mí ahora muchacho?— dijo el reflejo
Kaidan mantuvo la cabeza baja, totalmente concentrado en lavar sus manos, sobre el dorso, luego la palma, entre los dedos y también las muñecas
— el silencio me da la victoria, ¿vamos a volver a bailar uno entorno al otro? Esa danza es aburrida. Sabes que estoy aquí, sabes que no me iré y con cada segundo que te niegas a aceptarlo desciendes otro poco en la locura— No podía verlo, pero su tono daba a entender que sonreía ampliamente, como si quisiera devorarlo, secó sus manos con una toalla y salió del baño. Estaba exhausto, necesitaba su cama y si lidiar con Keiden era el precio a pagar por ella, estaba dispuesto a pagarlo.
Subió las escaleras con miedo, podía sentir sus entrañas revolverse ante la idea de enfrentar al reflejo después de lo pasado hace apenas unas horas, más si en algo debía darle la razón a Keiden era en que había estado corriendo toda su vida, y finalmente le habían empezado a doler las piernas. Cargado de un tipo extraño de valor abrió la puerta y caminó directamente hacia el espejo.
— No huiré más, no de papá, no de la verdad. Y definitivamente no de ti— se dijo así mismo en el espejo. No había rastro de Keiden por ningún lado, lo supo en sus pupilas.
Se quedó parado ahí por al menos 5 minutos viéndose a sí mismo y temblando internamente, quería llorar, quería vomitar y quería gritar. Finalmente, un ruido lo trajo de vuelta a la realidad, frente a él se alzaba Keiden con la mirada salvaje de vuelta a sus ojos mientras aplaudía pausadamente.
— Llevo más de seis meses esperando que este día llegara niño, comencemos—
Editado: 20.12.2021