La puerta se abrió violentamente dejando ver a su padre, quien traía una mirada determinada. Parecía listo para hablar, hasta sus ojos notaron la forma en que Julian sostenía su mano, el pelinegro se aferró con fuerza a su mano entrelazando sus dedos. El ambiente estaba tenso y se sentía como si una batalla se librara en el aire, los ojos marrones de Alaric contra los ambarinos de Julian.
— Señor Smith... ¿cómo está? — Preguntó Cassandra interponiéndose entre ambos. — Kaidan acaba de terminar de estirarse un poco—
Eso pareció sacar a Alaric de su trance, su postura dejó de ser amenazante y sus ojos se alejaron del chico Kane, desde su lugar en la cama Kaidan suspiró satisfecho, Julian trazaba relajantes círculos sobre el dorso de su mano.
— ¿Eh? Pensé que no tenía permitido pararse— Cuestionó su padre en dirección a James, que se paraba incómodamente junto a la camilla-
— El niño no parece ser más una amenaza— Respondió encogiéndose de hombros — Además, no es saludable o cómodo durar mucho tiempo en la misma postura. Solo estiró un poco y comió —
En ese momento decidió mirar a su padre y notó que este lo observaba fijamente y habló — Firmé los papeles...deberían trasladarte mañana—
Se le formó un nudo en la garganta, una parte de él esperaba que Alaric se opusiera al traslado, pero aparentemente no era así. Se quejó desde su posición en la cama atrayendo las miradas de todos los presentes. James pensó que era un buen momento para retirarse, le dio un corto toque en su pierna atada a manera de despedida y salió por la puerta, podía sentir tres pares de ojos sobre él, pero solo uno le importaba. Su mirada gris buscó los ojos ambarinos del chico que aún no soltaba su mano. — No me dejarás, ¿Verdad? — Preguntó Kaidan y su voz sonaba pequeña y aterrada, casi le pareció ver lágrimas formarse en los ojos del pelinegro. Dios bendiga a Cassandra que arrastró a Alaric fuera del cuarto dándole un preciado momento a solas con Julian, quien con su mano libre le apartó el cabello de la frente.
— Va a estar bien — le aseguró mientras su mano que hace poco peinaba sus cabellos ahora bajaba por su rostro, acariciando sus pómulos con el dorso de su mano, se detuvo ahí, su pulgar acariciaba su mejilla como si limpiara alguna lágrima inexistente — E incluso si no lo está, seguiré ahí—
Sintió deseos de llorar y así lo hizo, antes de que pudiera detenerlas, decenas de lágrimas corrieron libremente y Julian hizo lo que pudo por limpiarlas con sus pulgares, entre cada caricia le daba un corto beso, en su frente, sus mejillas, la punta de su nariz. Una vez se hubo calmado se quedaron mirando fijamente y entonces Kaidan lo hizo, hizo la pregunta que lo perseguía cada que miraba al otro. — ¿Por qué estás aquí? — El pelinegro lo miró confundido.
— Ni siquiera yo estoy seguro...— Respondió mirándolo directamente a los ojos, se quedaron en silencio por un momento, nada más mirándose fijamente, como si sus ojos tuvieran un leguaje propio hasta que Julian siguió hablando —Cuando entraste a la tienda de antigüedades simplemente no podía apartar la vista de ti. Te veías tan perdido y confundido — un pulgar que hasta hace poco limpiaba sus lágrimas ahora acariciaba su labio inferior, se sintió avergonzado, no por la situación. Sino por los secos que debían de estar sus labios. — En el metro me lo confirmaste, estabas solo y yo quería cambiar eso. Creí que podría controlarlo, que podría controlarme. Pero luego de escuchar tú historia en el café y de que tu padre nos llamara por lo ocurrido... la vida ha sido tan injusta contigo—
— La vida nos puso juntos— Habló por inercia y Julian rió en respuesta. Diablos como amaba el sonido de esa risa.
— Y tú, ¿Por qué me dejas estar aquí? no pareces del tipo sociable, no pareces del tipo afectivo, y aun así no te apartas de mi toque — su mano bajó desde su labio hasta su quijada, bordeo so cuello y trazó su clavícula. Kaidan no podía pensar claramente, estaba embriagado de Julian, su presencia, su toque, sus ojos.
— ¿Por qué lo haría? eres perfecto— pudo ver el preciso instante en el que sus palabras afectaron al contrario, Julian quien se encontraba sentado en el borde de la cama se puso de pie y Kaidan pensó que lo había arruinado, hasta que notó que el contrario solo iba a acercar un asiento, para después sentarse y empezar de nuevo a peinar su castaña cabellera mientras hablaba.
— Nadie es perfecto — Replicó, Kaidan estaba puramente confundido, pero Julian se veía tan serio como nunca lo había visto.
— Tu lo eres, eres gentil, eres amigable, eres considerado, sabes lo bueno que eres y aun así no permites que eso afecte tu manera de interactuar con los demás. Cuando entré a esa tienda pensé que había un halo de luz a tu alrededor, y cuando estábamos en el café por un segundo me convencí de que tenías que ser un ángel — Necesitaba dejar de hablar antes de que lo arruinara, pero su boca parecía haber tomado vida propia, no fue hasta que notó lo incómodo que se veía el pelinegro que decidió parar. — Lo siento — añadió bajando la mirada.
Se quedaron así, en un silencio extraño que Kaidan no pudo decir si era incomodo o no, lo único que lo mantenía con la cabeza en la tierra era la sensación de la mano de Julian en su cabello — ¿Te quedarías esta noche? — Preguntó cerrando los ojos permitiéndose disfrutar de la cercanía del otro.
— Me quedaré para siempre— se le heló la sangre recordando las palabras del reflejo y Julian debió haberlo sentido ya que lo miró preocupado — ¿Dije algo malo? —
—...Mi mamá decía eso — mintió y la culpabilidad lo carcomió, ese fue el momento exacto en el que el pelinegro dejó de acariciarlo, Kaidan decidió cambiar de tema — ¿Cuándo acariciabas mi labio planeabas...? —
Al instante las mejillas de Julian se tiñeron de un leve color rosa que se camuflaba bien en lo bronceado de su piel, pero estaba ahí — No sé de qué hablas— se defendió cruzándose de brazos y mirando al suelo.
Editado: 20.12.2021