La tarde trascurrió sin visitas, y aunque obtuvo múltiples regaños por parte de los enfermeros, se negó a comer el entredía, asegurando que se sentía un poco mal, lo cual no era del todo falso, pero no era completamente cierto, quería hacerse un ovillo en su camilla y quedarse ahí hasta que pasara esta locura, ya había aceptado que su madre no volvería, pero momentos como estos le hacían extrañar la tensa calma que vivía desde el accidente. Siempre despreciaría el vicio alcohólico de su padre, y la presencia de Keiden, pero. Había algo en la comodidad de las conocidas paredes de su casa que le trasmitían cierto aire de comfort, y le daban la capacidad de respirar, en especial en esas noches donde el mundo parecía venírsele encima.
Estaba sucediendo de nuevo, era el Atlas de la era moderna sosteniendo el peso de lo que quedaba de su cordura, y con cada respiración que tomaba, su realidad amenazaba con destruirse. Se hundió bajo las mantas y dejó escapar unos murmullos descuidados, como si su monologo interno escapara por unos segundos.
Escuchó un leve toque en su puerta y decidió hacerse el dormido, no estaba de humor para lidiar con alguien, esperaba que fuera algún enfermero, reclamando que debía salir de la habitación, pero los pasos se escuchaban ligeros y agiles, no fueron directo hacia él, si no que vagaron por la habitación, como una mariposa revoloteando en su jaula de cristal, los pasos se detuvieron frente a la camilla y sintió un peso en el colchón, abrió los ojos al instante y se topó con la mirada de Andrómeda, lo escudriñaba atenta examinando su rostro.
— Estás preocupado— dijo la chica mientras cruzaba las rodillas en el pequeño espacio que quedaba en la cama, obligándolo a moverse, se sentó imitando su postura.
— No lo estoy.
— Estabas tenso hasta durmiendo.
— No estoy de humor para esto.
— ¿Qué es esto exactamente? — preguntó ella.
— Tú, fingiendo que sabes que pasa por mi mente.
— no estoy fingiendo.
Se pasó las manos por la cara, cansado, frustrado y hasta cierto punto, rendido.
— ¿Y eso que significa?
— Significa que está comenzando.
— Juro por el Dios en el que creas que si no te pones menos criptica empezaré a gritar.
— Gritemos juntos entonces.
— Andrómeda juro que…
Su queja fue interrumpida por un alarido sacado del mismísimo infierno, Andy, frente a él gritaba y entre cada grito reía, un enfermero llegó rápidamente a ver que ocurría, pero al verla, solo negó con la cabeza y se fue, ¿Qué mierda ocurría aquí?
— Andrómeda, ¿Qué está empezando?
La chica dejo de gritar, para mirarlo como si le acabara de preguntar la cosa más estúpidamente obvia que alguna vez haya sido preguntada.
— El efecto del reflejo.
Kaidan perdió el aliento por unos segundos.
— eso es esto— dijo llevando su pálida mano al cabello del menor, su cabello, descuidado como siempre, ella paso los dedos por los marrones mechones, hasta que llegó al punto que buscaba, y jaló, Kaidan siseó de dolor y ella le mostró el resultado, unos cuantos cabellos completamente blancos que brillaban a la luz de la bombilla, hilos de plata contra sus blancas manos. — ¿El reflejo también te habló verdad? — preguntó jugando con las hebras entre sus finos dedos — El mío empezó igual, mi cabello era azabache, negro como una noche sin estrellas, primero unos cuantos cabellos, luego un mechón, mechones varios, luego todo. No importó cuanto tratara de teñirlo, siempre se mantenía igual— Su voz sonaba meditabunda, como si estuviera atrapada en un recuerdo, un largo sueño o quizá una pesadilla.
— Fue cuando mi hermano se suicidó, tenía 12. Pensé que era mi amiga— dijo con el mismo tono, no sonaba realmente afectada, más bien sonaba como si le costara recordar —Hablábamos todo el día, entonces empezó a meterse en mi cabeza, quería que destruyera cosas, quería que quemara la casa, quería…quería — se detuvo como saboreando las palabras
— Quería sangre, quería traer el infierno y el caos, le dije a mamá, pero no me creyó. Entonces me lo dijo, me dijo que ella se iría conmigo, lo intenté tantas veces, quería que todo acabara— tenía la vista fija en el colchón mientras escuchaba las palabras de la chica, entonces notó unas manchas de humedad en las sabanas, cuando levantó la vista vio a Andrómeda, llorando, la mujer había sido reducida a una niña pequeña.
—Yo solo quería protegerlos, quiero volver a casa, quiero a papá— dijo entre llanto y jadeos mientras luchaba por apartar las lágrimas de sus ojos, Kaidan la abrazó fuerte, como le hubiera gustado que alguien lo abrazara después de una mala conversación con Keiden.
—Andy, ¿Cuánto llevas aquí?
— No lo sé, es difícil llevar la cuenta después de un tiempo
— ¿Cuándo naciste?
— 5 de junio de 1998... ¿Qué fecha es?
Kaidan se detuvo un segundo a pensar, con todo lo ocurrido, él también estaba perdiendo la noción del tiempo, después de una corta cuenta, respondió.
—13 de septiembre de 2019, tienes 21 años, Andy
Editado: 20.12.2021