Los Ojos De Mi Otra Mitad | Asura #1

Capítulo 35: Problemas

ALEXANDRA

Mi cabeza martilleaba horriblemente, me sentía desorientada y mi mente peleaba para entender qué sucedía a mí alrededor. Un movimiento de balanceo empeoraba mi dolor de cabeza y podía escuchar un sollozo a mi lado, era muy tenue, pero allí estaba; ¿Quién lloraba? ¿Por qué lloraba? Y, más importante aún, ¿Qué sucedió? Intenté abrir mis ojos, pero me dolía tanto la cabeza que no lo lograba.

Unas voces se sumaron al ruido de fondo, mis sentidos despertaban poco a poco, no eran más que murmullos que acompañaban al sollozo a mi lado. Mi cabeza palpitante estaba teniendo problemas en captar el significado de las palabras a mi lado, empecé a buscar qué había sucedido e intenté recordar. Lentamente, imágenes llegaron a mí. Deseé con todo mí ser que todo fuera mentira, que todo fuera un mal sueño.

Esta mañana, Emma y yo nos habíamos levantado tarde. No era común en nosotras dormir de más, pero lo atribuí a que nos habíamos quedado dormidas en mi habitación luego de cenar y ver una película en la computadora. Desperté encontrándome con Emma abrazada a mí y, cuando miré al reloj en el escritorio, me di cuenta que habíamos perdido media jornada de clases; revisé mi teléfono y no había mensajes o llamadas de Bill. Extraño.

Me había sentido muy extraña, como si fuera más pesada y mi cuerpo estuviera lleno de cemento. Me levanté a duras penas y, cuando volví a mi habitación luego de tomar una ducha rápida, Emma estaba sentada restregándose los ojos con una palidez evidente.

–Me siento mal –murmuró. Me acerqué a ella y toqué su cuello, estaba hirviendo en fiebre y me veía con ojos vidriosos.

–Te ves mal –hice una mueca–. Quédate aquí, compraré algo en la tienda para ti y me quedaré contigo el resto del día –solté un suspiro y me calcé los zapatos–. Les escribiré a los chicos que no iremos hoy, ¿vale?

Asintió, la insté a levantarse para que tomara una ducha y, cuando me aseguré que nada malo le sucedería, salí. Compré rápidamente un remedio en la farmacia de la esquina y fui al súper a comprar lo que necesitaba para hacer una sopa, cuando estuve nuevamente en el ascensor del edificio revisé mi teléfono otra vez. Nada. Parecía que los mensajes no le llegaban a Bill o a los gemelos, llamé y cayó directamente a la contestadora. Esto era muy raro y empezaba a preocuparme, pero debía cuidar a Emma primero.

Entré en el apartamento y de repente sentí mis vellos ponerse de punta, miré a mi alrededor sobresaltada, pero no había nada. Juraba haber sentido una mirada sobre mí, pero solo estábamos yo. Sacudí la cabeza, seguro era mi preocupación por mi amiga y el hecho de que no sabía nada de los chicos. Emma salió de mi habitación con una manta envolviéndola, no perdí tiempo en ponerle el termómetro y me dispuse a preparar la comida.

La sensación de ser observada crecía con el tiempo y me hacía ver a mis alrededores continuamente, empezaba a ponerme nerviosa y varias veces me atrapé a mí misma acariciando mi pecho, como si doliera. Hasta el momento, no había recibido señales de vida de parte de Bill o los gemelos, ni una llamada o un mensaje, cosa que me tenía en extremo preocupada.

Emma me miró de forma extraña notando mi incomodidad mientras comíamos, así que le di una sonrisa en un intento de tranquilizarla. Decidimos ver la televisión para pasar el rato, ella apoyó su cabeza sobre mis piernas y, en un momento dado, ambas temblamos al sentir una corriente fría de aire. Entré a mi habitación arrebujándome en mi suéter, cerré la ventana y me sobresalté al escuchar un fuerte golpe proveniente de la sala. El grito agudo de Emma me puso los pelos de punta, sonaba aterrorizada.

Sentí mi corazón acelerarse en mi pecho, el olor a menta y putrefacción inundó toda la casa poniéndome en sobre aviso. No pude terminar de reaccionar para ir hacia mi amiga, cuando la puerta de mi habitación se abrió de golpe y un draug se interpuso en mi camino. Todo sucedió en cuestión de segundos, di unos pasos atrás involuntariamente al ver esos ojos blancos sin vida, del mismo modo que la primera vez que fui atacada y un grito de terror salió de mis pulmones.

En solo dos pasos, el enorme draug me alcanzó sin darme tiempo siquiera de pensar en algo. El golpe mejilla me hizo trastabillar y caer al suelo, vi estrellitas y fui inundada por un fuerte mareo, mi mejilla ardía en llamas. Escupí la sangre que se acumuló en mi boca mientras intentaba ponerme en pie, solté un chillido de dolor cuando el draug decidió ayudarme jalándome del cabello. Tenían un fetiche con este, al parecer. Me obligó a seguirlo, mi cadera chocó contra el escritorio haciendo que varias cosas cayeran al suelo.

Forcejeé en vano al ser arrastrada a la sala de estar, mi cuero cabelludo ardiendo con los jalones que me daba el draug; quedé horrorizada al ver a Emma aprisionada contra el pecho de otro enorme draug que no dejaba de oler su cuello. Sus ojos verdes estaban desenfocados por el pánico y no dejaba de llorar contra la asquerosa mano que tapaba su boca, pataleaba, pero dejó de hacerlo cuando el draug la apretó más contra sí con fuerza.

–Tú debes ser Alex –escuché la voz proveniente de la cocina y vi a un hombre alto de cabello y ojos negros, este me miraba seriamente apoyado como si nada contra la encimera.

–Suéltala –alcancé a decir, el dolor en mi mejilla iba en aumento.

–Ella no me interesa –soltó una risa hueca–, pero estaba en el lugar y momento equivocado… Claro, eso no le quita lo divertido. –dijo por lo bajo eso último, sus ojos brillaron con apreciación cuando miró a Emma de arriba abajo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.