Los Orbes Cosmicos

6. A LA CAZA DE LOS ORBES

 

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A LA CAZA DE LOS ORBES

La explicación de la nave espacial enterrada en el jardín.

 

De verdad que este chico, Abraham Funnyman, me resultaba tan enigmático como astuto. A pesar de la completa incompetencia que ambos me habían demostrado cuando los conocí, por lo menos mi amigo había comprobado tener una sagacidad extrema. En sólo una tarde no sólo había detenido a un grupo de bandidos, sino que había puesto en su lugar a mi hermano y averiguado que yo escondía un secreto tan grande como el sistema solar mismo.

–¿Hace cuánto que sabes lo de la nave?– pregunté con intriga.

–No mucho. La vi hace unos minutos y supe de inmediato lo que era. La pregunta es, ¿lo sabes tú, Jaime?

–No tengo la más remota idea– admití –¿Y tú cómo lo has sabido?

–Es un objeto rectangular, hecho de metal y que está enterrado en lo que debió ser el cráter de un impacto tremendo. Yo creo que salta a la vista que no proviene de aquí.

Con ayuda de Lily y de Duke, Abraham y yo removimos la manta de hojas y mi amigo contempló el aparato.

–¿Cómo se abre?

–No lo sé– respondí –La última vez, me parece que reaccionó cuando…

Pasé mi mano sobre mi reloj y la compuerta se abrió.

En el interior hacía un calor sofocante, muy diferente al que hacía cuando entramos por primera vez. Las luces rojas seguían parpadeando, y mis ojos pasaron a la alerta que advertía que había radiación electrocósmica en mi reloj. Abraham examinó los tableros de control como si no fuera la primera vez que veía un aparato como estos.

–Abraham– susurró Lily –¿Crees que esta nave pertenezca a los Ciclocefalópodos?

–No– respondió con certeza –Más bien parece de Asteroidems.

–¿De qué hablan?– intervine confundido.

–De razas invasoras– respondió Abraham –Hace algunos miles de años los farlandianos se hicieron enemigos de algunas de las razas más terribles del espacio.

–Como los Ciclocefalópodos– continuó Lily –Una de las razas más pervertidas del espacio.

–Se dice “perversas”, Lily.

–¿Crees que haya alguien en esta nave?– pregunté, observando las luces, que para ella eran completamente incomprensibles.

–Sí. Aquí hay alguien además de nosotros– dijo, observando números que estaban dispersos en la pantalla principal –Debe haber entrado a alguna unidad de emergencia, probablemente para no recibir daño cuando la nave se estrelló.

Abraham tecleó algunos botones y la nave comenzó a hacer bips y las luces parpadearon indicando que había entrado en funcionamiento.

–Sí. Aquí está– dijo finalmente –Acerté. Se encuentra criogenizado en una de las capsulas de escape. Al parecer estaba tan desesperado por salvarse que se equivocó de botón. Creo que puedo sacarlo si encuentro el botón correcto…

–¡Espera!– le detuve, interponiéndome entre él y el teclado –¿Piensas liberarlo? ¿Qué tal si se trata de una de esas criaturas que dice Lily?

–No lo es. Ellos son enormes, y el asiento de la nave es apenas del tamaño para alguien de la estatura de tu hermano Alex. Además, sea lo que sea, es mejor enfrentarlo ahora a esperar que se libere solo e irrumpa en tu casa a mitad de la noche. ¿No lo crees?

Aceptando su razonamiento, me aparté para dejarlo continuar. Abraham oprimió más botones y se escuchó un escape de vapor en la parte trasera de la nave, a donde nos dirigimos todos. Ante nuestros ojos, un objeto metálico redondo de gran tamaño se abrió, y la neblina se disipó para presentarnos al extraño habitante de la nave estelar.

Se trataba de un hombrecillo metálico de baja estatura, no más alto que mi hermano. Su cabeza era más bien una pantalla de computador. En cuanto la niebla se terminó de disolver, la pantalla se encendió, mostrándonos una cara formada por pixeles, que no se veía muy alegre.

–kvovlb dtich avktd?

–No le entiendo– traté de decirle, tras escuchar hablar al hombrecillo. Este se quedó quieto un momento. En su pantalla apareció un cuadro que indicaba que estaba cambiando de idioma y cuando la barra de este llegó al 100%, apareció nuevamente la malhumorada cara de nuestro anfitrión.

–Pregunté quiénes son ustedes– dijo con tono de voz huraño.

–Habitantes de la Tierra– se adelantó Abraham –¿Y usted quién es y qué hace en un planeta que no le corresponde?

–Mi maestro me llama Wndrgrer– dijo –Que en su planeta sería algo parecido a Netman. He venido aquí en una misión de exploración a fin de recuperar los Orbes Cósmicos, que pertenecen a mi maestro.

–¿Orbes cósmicos?– preguntó Lily.

–Así es– continuó el hombrecillo, mientras daba pasos lentos y torpes hacia el tablero de controles –Son baterías compuestas de elementos radiactivos muy poderosos, y que almacenan cantidades increíbles de energía. Tecnología muy antigua, y que desgraciadamente, en una civilización tan primitiva como la de ustedes, puede producir efectos impredecibles en las máquinas de uso común.



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En el texto hay: monstruos, aventuras, aliens

Editado: 27.04.2020

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