Se sentía mucho mejor después de dos semanas más. Tomó la última píldora de antidepresivos, y era la segunda vez que robaba más analgésicos con codeína en la farmacia. Pensó que, en un par de días más, ya no iba a necesitarlos; o al menos, no unos tan fuertes para aliviar el dolor como esos.
Movió sus brazos circularmente. Había una molestia todavía en su costado derecho, pero en general, se sentía bien.
Fue a darse un baño y antes encendió la televisión. Era veintitrés de diciembre, y era su cumpleaños número veintinueve. El sentimiento que lo abrumó fue desesperanzador. Pensó en su hijo, que cumpliría dos la semana próxima, y sintió una opresión en el corazón.
Salió del baño, vestido y con el pelo húmedo y se detuvo en el pasillo cuando oyó un ruido proveniente del sótano. Quedó congelado.
El barullo era constante y bajo, podía compararse con el suave ronroneo de un motor, pero por alguna razón, un horrible escalofrío se deslizó por su espalda.
Sam decidió ignorarlo y siguió caminando hasta la sala. Todo se sumió en una pausa angustiosa, y recordó repentinamente lo que la Donna le había dicho aquella vez:
«Necio. El menjurje sana las heridas de afuera, y las de dentro... Sana tu mente y tu corazón.»
Se mordió los labios con culpa y tomó las llaves del auto de Kevin.
Desde que los había matado hace casi un mes, se había percatado de pagar las cuentas de la casa y las tarjetas de los hermanos K; regó las plantas y mantuvo el orden y aseo general, abría las ventanas periódicamente, y a veces solía poner algo de música, así nadie sospechaba que los hermanos K estaban pudriéndose en el sótano.
Otro escalofrío lo abrazó mientras arrancaba el auto y se dirigía a cualquier sitio donde pudiera encontrar a la Donna. Consideró volver a aquel bosque en el que ella lo encontró la primera vez, pero no tuvo que viajar demasiado para cruzarse con una caravana de gitanos que paraban a un costado de la salida de Pergamino.
Estacionó a una distancia discreta del campamento de gitanos que habían montado y se adentró en el campo. Le frunció el ceño al grupo de niños que jugaban a las luchas en un gran charco de lodo mientras él se acercaba más y más. Pero cuando su presencia se hizo notable, un hombre de más o menos la misma edad que él salió de una de las caravanas y lo enfrentó.
⸺¿Quién eres? ⸺cuestionó el hombre de profundos ojos azules.
⸺Un trotamundos, como tú ⸺contestó Aion.
El hombre escupió a un lado sin dejar de mirarlo con recelo.
⸺¡Jimmy! ⸺gritó, y detrás de él salió otro hombre, mucho más alto y robusto.
El sujeto y Jimmy cuchichearon entre ellos antes de dirigirse a Aion de nuevo. Jimmy se aproximó a él.
⸺Quién eres y qué quieres ⸺exigió.
⸺Me llamo Aion Samaras ⸺respondió él con calma, no sentía que debía ocultarles su verdadera identidad a estas personas⸺. Y quiero menjurje.
Jimmy lo contempló fijamente por un largo tiempo, tenía sus puños afirmados en la cintura, tratando de hacerse más grande que él. Aion ladeó la cabeza, guardando cierta distancia entre él y estas personas en las que no podía confiar.
⸺¿Menjurje? ¿Qué es menjurje? ⸺cuestionó Jimmy alzando una ceja.
⸺La bebida medicinal que tu gente prepara. Conocí a alguien hace un tiempo, y me dio de beber menjurje.
Jimmy sonrió con sorna.
⸺¿Mi gente? Sabes que eso no es muy educado de tu parte, ¿verdad? ⸺Aion no contestó⸺. ¿Con quién exactamente has hablado?
⸺Se hace llamar la Donna.
De pronto el semblante severo de Jimmy cambió por completo. Se enderezó al escuchar aquel nombre y frunció el ceño.
⸺La Donna. ⸺musitó con escepticismo y a la vez con incredulidad⸺. ¿Me estás diciendo que tú viste a la Donna? ⸺Jimmy se rascó una ceja y cambió el peso de sus pies, nervioso.
Aion no comprendía por qué el hombre reaccionaba así ante la mención de la Donna, pero notó que parecía ser alguien importante en la idiosincrasia de aquellas personas.
⸺Ella me salvó la vida. Le debo mucho a la Donna ⸺dijo, en un intento de hacerle entender al hombre que él también le guardaba a la mujer un profundo respeto. Sam continuó⸺: Me preparó menjurje y me lo dio en una botella, aquí la tengo.
Regresó en sus pies hasta el coche de Kevin que había dejado con las luces intermitentes a un costado de la carretera, y procedió a buscar la botella en el bolso de cuero que tenía en el maletero. Luego se la ofreció a Jimmy.
El hombre escudriñó la botella como si fuese una reliquia y no pudiese creer lo que contemplaba. Su rostro parecía albergar mucho más asombro que el que dejaba mostrar.
Lo miró a los ojos y de regreso a la caravana.
⸺¡Gusgús! ¡Ven a ver esto! ⸺exclamó, y el hombre al que Sam enfrentó primero regresó con un juego de pistolas en cada mano.
Cuando Gusgús vio a Jimmy sosteniendo esa botella, jadeó de sorpresa y guardó sus armas para tomarla con sus propias manos.
⸺La Donna estuvo aquí ⸺susurró asombrado.
#391 en Thriller
#1413 en Otros
#266 en Acción
crimen corrupción redención, drama suspenso acción, tristeza muerte dolor trauma
Editado: 10.12.2024