No puede pegar un ojo en toda la noche. Las figuras extrañas errando en el techo, parecen espíritus inquietos aguardando a que se quede dormido, así pueden escabullirse en sus pesadillas. Pero no lo permitirá. Aion sonríe de lado mientras las contempla en silencio, y se concentra en el sonido del viento afuera de la habitación de Gris.
Es demasiado peligroso dormir en una situación como en la que está. No puede permitirse cometer errores ni dar ventajas, aunque el hecho de estar con Gris ya es un gran error. Las sombras se alargan de a ratos; bailando en la afonía que lo rodea, van haciéndose cada vez más tenues al rayar el alba.
Las aves comienzan a ulular muy temprano. El sol naciente del Este da justo contra la ventana. Un pequeño gorrión vuela hasta el alféizar y él dirige su vista desde el ave hacia la mesita junto a la cama.
«La vié est belle», vuelve a leer el nombre del perfume que usa ella.
Aion se levanta, arregla la cama de Gris, toma su calzado, e inspira profundamente antes de salir. Su visión de inmediato se torna pesada, siente sus ojos secos e hinchados, y un leve mareo persiste.
«Ya va día y medio», piensa, mirando la hora en el reloj de la entrada, y luego a Gris durmiendo en «su sofá favorito», aunque es el único que hay. Se acerca silenciosamente a ella para no despertarla, y toma asiento en la mesita que enfrenta el sofá para ponerse sus zapatos.
Aion Samaras se endereza al escuchar a Gris despertar. La observa mientras ella bosteza largamente y se estira un poco, antes de parpadear con somnolencia y encontrarlo allí. Aion la mira, consternado al notar cómo ella parece sobresaltarse ante su presencia tan cercana.
—Buenos días —dice despacio.
—Buenos… días. —Gris titubea.
—¿Prefieres panqueques o pan tostado para desayunar? —le pregunta a Gris, y se va a la cocina para darle su espacio.
Una vez allí, pone un poco de agua a calentar mientras observa con un poco más de detenimiento la colección de cuchillos de Gris sobre la mesada.
Aion toma ese en particular que antes había llamado su atención por sus grabados en el cabo, y con su índice acaricia el magnífico diseño y luego las hermosas olas forjadas en la filosa hoja de acero damasco. Admira el cuchillo con ojos brillantes, y ladea la cabeza al notar a Gris observándolo con cierta cautela en su mirada.
»¿Qué? —le pregunta despacio, dejando el cuchillo de nuevo en su sitio.
—Nada… —Ella aparta la vista.
—Fue una gran idea la tuya. —Aion inhala profundamente, y se inclina contra la mesada, continuando—: De habernos quedado acá. Es algo que yo habría hecho.
—Tú querías pasar la noche en un supermercado —señala Gris, haciendo que se le forme una insolente sonrisita en la cara.
—Qué chistosa. —Se cruza de brazos—. No sabía que podías ser tan cínica.
—Bueno, debe ser porque estoy pasando mucho tiempo contigo.
—¿Una sola noche ya es mucho tiempo para ti? —sisea Aion arqueando una ceja.
—N-No… Hum… No sé. ¿No es mucho tiempo?
Él la mira con atención. Un breve silencio atraviesa el aire y la mirada de Gris cae al piso. Aion le frunce el ceño al notar el rubor que enciende el rostro de Gris, como si estuviera avergonzada de haber preguntado eso. Y con esa ínfima acción, Aion se da cuenta de algo más:
—Pasas mucho tiempo sola —declara. Y aunque Gris no lo confirma, tampoco niega que sea verdad—. No pareces el tipo de persona solitaria.
—Y tú no pareces del tipo que habla demasiado, pero aquí estás, fastidiando —contraataca ella en su defensa.
—Auch, eso fue cruel, extranjera —Aion ríe y el rostro de Gris se enciende de furia.
—Ya sabes que no soy una. ¿Cuándo vas a dejar de llamarme así?
—Nunca —responde Aion, sonriendo tan descaradamente que hasta es burlesco. Pero cuando la ve apartar su mirada herida a otro lado, su gesto se esfuma de inmediato—. Anoche… quería decirte que lamento haberte involucrado en esto. Pero supongo que estábamos demasiado cansados —dice, cambiando de tema.
—Yo elegí involucrarme en esto, Sam.
—¿Por qué lo haces?
—Porque es mi deber ayudarte.
—No soy una buena persona.
—Creo haberte escuchado decir que eso depende de a quién se lo preguntes —le recuerda Gris, y el comentario le saca una risilla culposa mientras niega con la cabeza.
—Pregúntale a quien quieras. Todos estarán de acuerdo en que soy… —Aion hace una grave pausa, mirando tras la ventana de la cocina.
«Somos criminales, ¿entiendes eso? Para ellos no somos más que criminales». Las palabras de Gabriel resuenan en su mente.
—¿Cómo sabías? —le pregunta Gris.
—¿Qué cosa?
—Que ellos no me harían daño, ¿cómo sabías?
Aion la mira sin comprender, pero segundos después lo recuerda.
—Ah… Pues, en realidad no lo sabía.
—¿Me estás diciendo que arriesgaste mi vida a propósito?
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Editado: 06.09.2024