La mañana siguiente transcurrió como si no hubiese sucedido nada, Lady Christine y Julieta se encontraban ensimismadas en los últimos detalles para la tan ansiada presentación de la joven, tanto así que ninguna de las dos preguntó por el estado en el que se encontraba Anastasia, y honestamente, no les importaba.
Alex luego de desayunar, corrió a la habitación de su hermana preferida, con un par de caballos de madera en sus manos, convenció a la joven de jugar a la granja y a las carreras.
Elvira se había preocupado de llevarle su desayuno, junto a su postre favorito; nata de leche, y además la acompañaba en cada momento que tenía libre, ya que Anastasia no podía salir de su habitación por orden del Conde.
— Hija, yo sé que su madre no vendrá hasta aquí, y Elise me ha preguntado por usted cuando fui al mercado. Le dije que haría todo lo posible para que usted la fuera a ver hoy, ¿Qué me dice si la vamos a visitar?.
— No lo creo posible Elvira, ¿Qué pasa si alguien viene a la habitación, y no me encuentran?.
— No mi niña, su padre fue a una reunión de negocios fuera de la ciudad, Lady Christine y Julieta están terminando los detalles de la presentación, y el pequeño Alex está jugando en su habitación con la niñera. Nadie notará su ausencia, yo ahora debo ir al mercado a comprar frutas y verduras, acompañeme, vamos.
Anastasia lo meditó y dudo por unos segundos, que la descubrieran agravaría aún más su castigo, pero luego entendió que nada de lo que hiciera, ya fuera bueno o malo, cambiaría el trato que recibía por parte de ellos.
— Está bien, debo salir de esta jaula de oro, me asfixia está casa, y las personas malvadas que habitan en ella, pero ¿Cómo salgo sin que nadie se de cuenta?.
Elvira sonrió de lado con un brillo travieso en sus ojos —. Usted solo prepárese para salir, póngase la capucha de siempre, no olvide cubrir su rostro, yo volveré en unos minutos, pero antes pasaré a dejar un té a la Condesa y a Julieta, están en el saloncito pequeño, lo que es mejor aún, usaré el té solo como excusa, al irme cerraré la puerta, así no verán cuando crucemos el pasillo, nos iremos por la cocina, y finalmente llegaremos al patio, una vez allí, debe caminar a mi lado sin miedo, créame su madre ni siquiera se dará cuenta, se lo aseguro.
Anastasia abrió los ojos como plato — Pero que maravillosa estratega eres, deberías liderar los ejércitos del rey, mis respetos madre — dijo mientras hacía una reverencia —. ¿Cuánto tiempo le llevo planificar todo?.
— Lo suficiente hija, lo suficiente —. Ambas rieron a carcajadas — Ahora arreglese y yo volveré dentro de unos minutos, esperemos que todo salga bien.
Elvira preparó una tisana de valeriana, melissa, y hojas de naranjo, la dosis era lo suficientemente fuerte para hacerlas dormir de un santiamén. Su objetivo era hacer que ambas quedarán sumidas en un profundo sueño. Sabía que existía la posibilidad de que Julieta fuera a molestar a Anastasia, y eso no lo permitiría.
En una bandeja de plata, colocó las dos tazas de infusión, un par de cucharas, y un plato con galletas de maicena, al tener todo preparado, esbozó una sonrisa, y caminó al saloncito.
— Permiso, les he traido té de hierbas con galletas, las he visto muy enfocadas en la presentación, y creo que necesitan un descanso. Señora, con su permiso —. fijo su mirada en Lady Christine —. Yo debo ir al mercado por frutas y verduras, por lo que estaré ausente un par de horas.
— Maravilloso, siempre tan oportuna, está bien, ve al mercado, trae muchas frutas para mi niña — volteó su mirada hacia Julieta y acarició su mejilla —.
Su rostro debe verse saludable y radiante para su gran día, así que ve, ve...— hizo un ademán con su mano indicando que saliera del salón. Así lo hizo Elvira, pero antes colocó las tazas y galletas en la pequeña mesa de centro, retiró la bandeja y caminó cerrando la puerta tras ella.
Se dirigió rápidamente a la habitación de Anastasia deseando que estuviera lista, afortunadamente la joven ya la esperaba. Llevaba unos pantalones de cuero que ceñían sus piernas y dejaban ver sus anchas caderas, vestía una blusa blanca, con encaje en el cuello, mangas acampanadas, y un lazo en la cintura, no obstante su intención no era llamar la atención. Le fascinaba hacerse pasar por un muchacho ocultándose debajo de una gran capucha oscura que sólo dejaba ver sus labios y mentón.
Sabía que las jovencitas nobles vestían extravagantes y pomposos vestidos, por lo que al llevar ese atuendo, no levantaría sospechas y fácilmente podría ser confundida por un jovencito.
— Rápido, debemos irnos, está todo listo —dijo Elvira, se tomaron de la mano, y bajaron la escalera. Cruzaron el pasillo y se dirigieron a la cocina, tal como estaba planeado.
Aldara, la cocinera que se encontraba preparando una sopa, ya estaba al tanto de todo debido a Elvira. Las miró, y le pidió en su corazón a Dios que nadie las descubriera, Anastasia era la única persona de esa familia que la trataba con dignidad y respeto.
Ya en el patio, la joven apretó el brazo de Elvira con fuerza.
— Ay muchacha, que fuerza tienes, no te preocupes, no pasará nada, solo unos pasos más y estaremos fuera. Por cierto, su disfraz es excelente, como siempre. Nadie reconocerá que es una noble.
— Lo sé, me fascina usar pantalones, me siento tan bien, ese odioso corset — hizo una mueca — es agobiante, siento que cada vez me apretan más y más — su mirada cambió, y preocupada declaró —.
Elvira estoy asustada, no quiero mirar atrás, dime por favor que mi madre no está en la ventana.
— Pierda cuidado, podría apostar a que está sentada junto a su hermana tomando té y comiendo galletas, y prontamente caerán en un profundo sueño — dijo sonriendo y guiñando un ojo.
— ¿A qué te refieres con un profundo sueño?, no me digas que tú — sorprendida se llevó una mano a la boca para luego reírse a carcajadas.
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Editado: 21.01.2023