— Mire — Señaló con su dedo —. ¿Podemos sentarnos ahí?, es precioso, me encantaría tener una casa en un árbol, no muy grande, sólo lo suficiente para poder tener una mesa y un par de sillas, así puedo tomar el té con mi hija si llegase a tener una — Corrió hacia el árbol —. Imagíneselo, una pequeña cabañita con una ventana mirando hacia este lado, una cuerda atada a ese tronco para poder balancearse, aquí una escalera — Señalaba con su dedo tantos lugares que él ya se estaba haciendo la idea, era fantástico... ella era fantástica.
— Me parece maravilloso, cuando tenga esa casita ¿me invitara a tomar el té?.
— No lo dude, será mi invitado de honor — Sonrió con timidez.
Ambos se acomodaron a los pies de un gran roble, a él no le importó sentarse en la tierra. Si tuviera que seguirla hasta el fin del mundo, lo haría, estaba cada vez más convencido que ella sería su esposa.
Anastasia tomó las manos de Gregory, temblaba ligeramente — Gregory, quiero que sepa quien soy, y todo lo que he vivido. Quiero contarle todo lo que llevo dentro, solo así podré ser libre, sin miedos, sin ataduras, y sin muros — Lo miró fijamente —. Si después de escucharme, ya no quiere saber de mi, lo entenderé, mi vida no está resuelta, y es muy complicada. La verdad es que no tengo nada valioso para entregarle sólo tengo un corazón, que aunque lo han hecho pedazos está dispuesto a amar con cada trozo de él, estoy dispuesta a amar con todas mis fuerzas, sólo tengo una sonrisa y espero una devuelta.
Gregory había escuchado atentamente cada palabra que salía de su boca, sintió pena, dolor, rabia, impotencia, ¿Cómo es posible que aquellos que se hacen llamar tu familia te hagan tanto daño?, ¿Es que acaso caras vemos, pero corazones no sabemos? — pensó indignado, se sobó el puente de su nariz, que ganas tenía de ir a la residencia Pembroke para encarar a toda esa nefasta familia.
¿Hasta qué punto puede llegar la maldad de las personas?... En ocasiones lejos, muy lejos.
Vió cómo la joven temblaba al relatar los maltratos que recordaba desde que tenía memoria, era tan solo una niña, una pequeña que debía ser cuidada no por la sirvienta, sino por sus padres, ellos tenían la responsabilidad de protegerla y velar por su seguridad. Tal parece que la vida le había dado la espalda, sin embargo ahí estaba ella, con su corazón hecho pedazos dispuesta a amarlo a él con todas sus fuerzas, ¿Como podría rechazarla?, si ella no tenía la culpa de donde fue a nacer, no, jamás la rechazaría, al contrario, nació en él la imperiosa necesidad de protegerla y de alejarla de su endiablada familia.
— Anastasia, debes irte de esa casa, iremos ahora mismo y te llevaras todas tus cosas, te llevaré a mi casa de campo.
— ¡No! — Exclamó —. Gregory, no puedo hacerlo, si mi padre se entera que me fui, no sé de lo que es capaz de hacerme en represalia.
— No, si yo no lo permito, y creeme que si te vuelve a tocar un solo pelo, se va a arrepentir. Lo juro.
— No, escúchame, si te hiciera daño, yo no me lo perdonaría, debo permanecer en esa casa hasta mi presentación en la sociedad, después de eso seré libre.
— Anastasia, no tengo palabras para expresar toda la rabia e impotencia que siento al pensar en todo lo que has vivido, es inaceptable. Por favor recapacita, debes salir de ese lugar.
— Lo sé, pero aun no es el momento, no voy a huir, no lo haré, ya no soy una cobarde — Su mirada transmitía seguridad —. Además no dejaré a Elvira, prometí que la dos nos iríamos, y cumpliré, donde yo vaya, ella irá también, es mi madre, la única que me ha ayudado a mantener la cordura, y sin ella no se que haría. Por favor entiéndeme.
— Por supuesto que te entiendo — asintió con su cabeza — Elvira no se quedará ahí tampoco, las dos se irán de ese lugar, yo las cuidare y protegeré, nada les faltara, lo prometo.
Ella lo miró con lágrimas cayendo de sus ojos, una pequeña sonrisa pesarosa adornó su rostro, en un impulso de ternura, él tomó su cara con ambas manos, y dijo desde el fondo de su corazón: — Anastasia me gustas mucho, y desde que te conocí supe que serías la mujer con la que me casaría, considerame un loco, pero un loco de amor por ti.
Anastasia sonrió, sus rostros se acercaron y se besaron, pero no fué un simple beso... se besaron con el alma, recogiendo sus miedos, y acariciando sus heridas.
Cuando se separaron, Anastasia hundió su rostro en el pecho de él, y sonrió, su corazón le pertenecía a Gregory, el era el dueño de su amor.
De pronto todo tuvo sentido, cuando menos lo esperas, cuando no lo estás buscando, llega alguien a tu vida, alguien lleno de luz, alguien a quien no le importa cuanta oscuridad te rodea, no importa si el camino es pedregoso y lleno de espinas, avanza y llega hasta ti, y se queda a tu lado alumbrandote, eso, eso es amor.
Cinco meses después.
Gregory y Anastasia se veían frecuentemente, sus encuentros eran un secreto que sólo conocía Elvira, y Elise. En ocasiones iban al parque, y otros días iban a la casa de campo de él, era el lugar donde pasaban la mayor parte del tiempo, ya que estaban apartados de miradas indeseadas. En aquel lugar Gregory le enseñaba a cabalgar, caminaban por los alrededores, hacían picnic, y disfrutaban de sambullirse y nadar en el río.
Aquellos meses habían sido los mejores de sus vidas.
Elvira era quien llevaba las cartas al muchacho llamado Harry, este, a su vez llevaba las notas a Gregory, y viceversa, era un negocio demasiado bueno pensaba el joven, 2 libras por cada carta multiplicado por las muchísimas notas que se hacían semanalmente, su bolsillo estaba rebosante de monedas. Cartas iban y cartas venían, y como buen mensajero, mantenía oculto el secreto del romance entre ambos jóvenes.
El amor de ellos era maravilloso, se amaban profundamente, estaban completamente enamorados el uno del otro, y aquellos meses no habían hecho más, que afianzar esos sentimientos.
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Editado: 21.01.2023