—Cariño, ¿estás bien? —preguntó Gregory inquieto, Anastasia llevaba un rato con la vista en el suelo, sabía que una noticia como esa era difícil de digerir, y por lo mismo, dió un paso al lado, sin embargo se moría de ganas de abrazarla y besarla.
—¿Ah?... Sii......si...Estoy bien —respondió asintiendo con la cabeza reiteradamente, intentaba convencerse a sí misma de aquella mentira piadosa.
—Anastasia —declaró posiciónandose frente a ella, tomó sus manos con delicadeza y las besó como si fueran lo más valioso —. Mírame por favor —ella levantó su rostro y miro fijamente a sus ojos —. Eres la mujer que amo, eres el amor de mi vida... tu dolor es mi dolor, el sufrimiento que lleves, yo también lo llevaré, por que eres parte de mi, así como yo de ti, y necesito que comprendas que lo sucedido sólo fue el fruto de su propia maldad, el sólo cosechó lo que sembró, lo único que lamento es que no haya suplicado por tu perdón, sin embargo yo sé que tu ya lo has perdonado, y eso te convierte en la mujer más fuerte y valiente que he conocido, y sobra decir que estoy tremendamente orgulloso de que seas tú mi futura esposa.
Anastasia dejaba caer pesadas lágrimas por sus mejillas.
—Ahora te ruego encarecidamente que nos vayamos, que olvidemos las penurias que viviste aquí, formemos nuestro propio hogar, uno lleno de felicidad, comprensión, esperanza y amor, no digo que va a ser fácil, no digo que todos nuestros días seran buenos, también habrán días malos, pero el amor que nos une siempre será más fuerte, sabremos como hacerle frente a las adversidades, y te prometo hacerte la mujer más dichosa de todo el mundo.
Ella no podía dejar de llorar, lo amaba, lo hacía con todo su ser, cada vez que estaba a su lado, todo su cuerpo anhelaba nunca alejarse del calor que le otorgaba a su corazón, no obstante, la idea de dejar a Christine en ese estado; convaleciente, la hacía dudar, ¿estaba lista para irse de la residencia?, No, no lo estaba, no se atrevía, no podría dejarla así, la culpa y el miedo de perderla la invadia. Pensaba en su idea una y otra vez, era de hora dar vuelta la página, de curar sus heridas, de olvidar el pasado, y aventurarse a escribir un nuevo capítulo, en el que, si todo salía bien, tal vez podría decirle "madre" a Lady Christine, decir esa palabra a la que sólo Elvira le dio sentido, nadie ni siquiera la mujer que la parió podría ocupar ese lugar, Elvira se lo ganó con creces, sin embargo podía darle una oportunidad a Lady Christine, la preciada oportunidad de llegar a ser lo que debieron haber sido; madre e hija.
Quizás tener dos madres, resultaría espléndido, pero eso no era seguro, y por esa razón, decidió no partir con Gregory aún.
Anastasia se apartó de él por un momento, le dio la espalda y dio un par de pasos, suspiró profundamente llenando sus pulmones de aire, debía decirle lo que pensaba, y por supuesto que el la entendería.
Se dio la vuelta con su rostro afligido mientras sobaba sus manos con nerviosismo.
—Cariño, ¿Qué es lo que pasa?, ven aquí, no tengas esa carita por favor — él joven algo intuía.
—Gregory, es que debo decirte algo — contestó con cierta melancolía en su voz.
—Dime por favor, no me gusta verte así — en un par de zancadas llegó hasta ella con notable preocupación.
—No me puedo ir ahora.
—¿A que te refieres?
—Amor, no me puedo ir ahora, no me atrevo a dejar a Christine así, realmente siento que esta es la oportunidad que espere toda mi vida, ese segundo en el que ella me mirara y notara mi presencia, necesitamos conversar, debo entender el motivo que la llevó a actuar con tanta indiferencia hacia mi —se detuvo conteniendo las lágrimas que amenazaban con salir —. Necesito sanar esta herida, acercarme a ella, sé que jamás jamás podrá ocupar el lugar de Elvira, pero sé que podemos tener una buena relación y que quizás algún día, pueda llamarla madre.
Gregory no se atrevió a replicar, sólo la abrazo y la contuvo en su pecho, la entendió, como no entender esa necesidad que tenía en su corazón, ese vacío que se siente en lo profundo del alma, él lo comprendía mejor que nadie, por mucho tiempo deseó fervientemente que su padre estuviera presente, no como una figura autoritaria y exigente, sino como un verdadero padre; que te cuida, que te protege y por sobre todo... que te ama.
Acarició con ternura el cabello de su amada, y suspiró con resignación, dentro suyo se libraba una batalla; admitía en su cabeza que la sola idea de dejarla en esa casa junto a la malcriada y arrogante de Julieta, era una muy mala idea, aquello lo hacía dudar seriamente del deseo de Anastasia, pero también sabía que ella era una mujer fuerte y valiente, y esta era la oportunidad que él nunca tuvo, ¿sería el la persona que lo impediría?, por supuesto que no, estaba dispuesto a apoyarla y protegerla.
—Anastasia, tú sabes que estoy y estaré
siempre a tu lado, incondicionalmente, te apoyo y te acompañare en este camino, pero quiero que sepas que tu eres más fuerte de lo que crees, te pido que no te dejes amedrentar, ya no, debes ser valiente —suspiró—. Prometemelo.
—¡Ohh!, lo prometo... gracias gracias por comprender —estaba tan feliz que dio pequeños saltitos y luego se lanzó a los brazos de él, lo besó hasta que pareció que su sonrisa iba a reventar.
—Anastasiaaaa —escucharon un grito y se voltearon, era Elvira que corría a paso rápido desde la mansión.
Al llegar a los jóvenes con el corazón agitado, se tomó del hombro de su hija e intentó calmar su respiración —. Anas... Anastasia, ¿es... es.. cierto?.
—¿Qué cosa? —contestó con una evidente confusión.
—¿Que el Conde está muerto? —preguntó con un brillo en los ojos.
—Si, es cierto.
—¡Ohhh! —puso sus manos en forma de plegaria, miró hacia el cielo y exclamó —. ¡Gracias bendito Dios por haber escuchado mi súplica!.
—¡Madree!, no diga esas cosas —le recriminó la joven.
—Disculpa hija, pero hizo mucho daño, no sólo a usted, sino a Lady Christine, sin mencionar que en sus manos cargaba con la vida de Enzo... la maldad nunca triunfa Anastasia, y este es un claro ejemplo de ello.
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Editado: 21.01.2023