Mis párpados se abren
dejando los rayos del sol
colarse por sus ventanas
cafés oscuras. Respirando,
como de costumbre.
Mis pies se mueven perezosos
por el pasillo de los
pensamientos vagos... quedan
clavados al suelo, real, lejos
de las mariposas mágicas,
de ilusiones, de engaños mentales.
He ahí cuando mi
conciencia parece divagar
en posibilidades inestables,
de historias, de encantos,
de engaños mentales.
Si vuelvo suspirar con el
amor formado por oxígeno
y pelusas, me someto a la
decadencia de mi misma...
Por soñar, por anhelar,
buscar en el cielo excusas,
reventar mi cráneo contra
ladrillos amarrados con cemento.
Estar buscando respuestas
ilógicas, me llevan a la
niebla, laberinto, bosques
negros de engaños mentales.
Aún sintiendo el universo
vibrar a través de mi, con miles
de cordones invisibles
pegados a mis pensamientos;
lunática. Me sentí encerrada
en el horno por cuarenta y
nueve días, caliente, pura
e impura, buscando cordura
de engaños mentales.
Si por pisar suelo me
encuentro en la mirada
reflejada en el espejo,
realidad concreta,
aburrida y monótona.
Gritando: «¡Soy mente, soy
espíritu, soy energía vibro
en materia, y presa estoy
buscando aventura,
amarrada, maldecida por
la eternidad a ser mortal,
finita como estrella. Carne de animal!».
Quieta, estática sin fluidos
energéticos, me muero
en vida, me manifiesto
en engaños mentales.
Mis adentros recitando
aquel verso, parecen
quebradizos y secos, porque
soy finita, porque soy carne.
Me hundo en los mares
de engaños mentales.
¡Qué mentira soy! Porque
verdades completas no hay;
Que masoquista es la vida,
que masoquista es el alma.
Que libre es el espíritu
y presa es la mente.
Y así vivimos, así vivo,
encarcelada por engaños mentales.
—Para quien se engaña
con su propia mentira.