A él le gusta respirar en la
esquina del callejón, fumar
en la punta del risco. Acariciar
los muros de Troya y
derretirse en el calor del volcán.
Si en el deseo se pulveriza
sus entrañas, el sádico sigue
el camino de sus ansias. No
importa los «No» débiles
y agonizantes, los transforma
en profundos mares de placer.
En su lóbulo le susurró a la
roca para que la misma
se evaporizara.
Así el joven casanova, hace
de todo con las bragas.
Ella silenciosa, lo disfruta
en la oscuridad... Al joven
casanova lo quiere cazar.
Con el hechizo de sus caderas
se moverá como gitana.
Sus risas melodiosas serán
su piano melancólico, tan
delicada, y tan imponente se
pasea por las ventanas de
su mirada.
Se ciega de placer,
nubla las montañas para que
nadie sepa de los secretos
que esta joven adulta guarda.
«Pobre hombre», se forma
en su melosa sonrisa.
Con su melena salvaje y
largas pestañas roba la razón
para luego mofarse de su ingenuidad.
Ambos expertos en artimañas,
movimientos rítmicos y adictivos.
Indomables, sedientos de
más amores, atándose a las
pieles y huesos. Entre velas
tenues se ven danzar, pirañas
devorándose sobre seda
blanca y rosas rojas.
Nacieron para ser depredadores,
pero terminan por perderse
en sus trucos de cacería.
Quien diría que estos dos
granujas terminarían
siendo caballitos de mar.