Los portales cósmicos

Los pokayas

La mitad de los magos había partido a Horlwn, a sembrar semillas de humildad y a tratar de borrar la avaricia de la memoria de líderes de esa dimensión, en un intento de contrarrestar el poder de los nigards.

―Hay algo más ―Juliano observaba otro monitor ―, criaturas en el mar. Son muchas…

―Deben ser los diidzas ―comentó Shouta e hizo una pantomima de alguien que no se puede mover―. Están aplastados bajo el mar, sin poder transformarse…

―No creo, estos se mueven demasiado rápido.

―Son envidia ―dijo Baba Yagá tras leer las imágenes con sus restos dactilares―, y son de cuidado. Los que actúan por envidia nunca atacan de frente.

―Niara y yo podemos ir a verificar ―dijo Sirhan― mientras ustedes lanzan el hechizo al portal.

―Yo iré con ustedes ―ofreció Shouta pretendiendo blandir una espada en alto ―, necesitarán un héroe…

―No, Shouta ―interrumpió Darel―. Dije que necesitaremos al menos diez magos, pero mientras más seamos, mejor. Sobre todo, porque nosotros aún no somos tan poderosos como ustedes, y somos más niños que adultos así que te necesitamos aquí con Citlalli para que usen su poder por si es necesario.

―Si a esas vamos, ustedes van a enfrentar criaturas desconocidas ―intervino Citlalli. Ella se acercó a Shouta―. Vamos, héroe, tus poderes serán más requeridos en el campo de batalla.

―Mi fiel escudera ―Shouta se inclinó ante ella―, si usted me dice que el campo de batalla es mi destino, que así sea.

Shouta, Citlalli, Niara y Sirhan salieron volando en escobas mientras el resto de los magos se quedaron en el castillo, decidiendo qué hechizos y armas usar.

Volaron mar adentro, hacia la zona donde Darel había detectado la mayor concentración de criaturas. Pero no encontraron nada.

Shouta bajó hasta el nivel del mar, musitando un conjuro para ver en las profundidades. Frunció el entrecejo al ver siluetas de lo que parecían erizos gigantes. No era extraño que hubiera erizos en el mar, lo raro, es que eran muchísimos, mientras que se veía cada vez menos criaturas marinas de otras especies.

―Quizá… ―Shouta se agachó para toma un poco de agua en su mano, la cual llevó a su boca.

―¿Qué pasa? ―preguntó Sirhan.

―Dijo Baba Yagá que son la envida, ¿o no?

―Sí, ¿por qué? ―preguntó Niara.

―Son pokayas ―Shouta miró alrededor―. El agua del mar está perdiendo salinidad.

―¿Qué son pokayas? ―preguntó Niara.

―Se los explicaré después. Pero estamos en serios problemas, se reproducen en ambientes salinos. Si el mar está perdiendo salinidad es que está inundado de ellos. Debe haber millones.

―Son seres de sal ―musitó Sirhan―, y son envidiosos. ¿Qué tipo de cosas envidian?

―Todo. Que se tengan más posesiones de las que tienen ellos ―dijo Citlalli―, que alguno sea de más grande, más brillante… lo que sea.

―Podemos tenderles una trampa ―dijo Niara, volteando a ver a su hermano―. Sirhan, ve por el sello de la verdad, te encontraremos en la playa detrás del castillo. Shouta, ¿cuál es uno de los deis más abundantes en riquezas naturales? De preferencia alguno donde haya seres de gran belleza.

―Ath ―respondió Shouta y en seguida se colocó en una pose arrogante―. Ahí habitan seres casi tan bellos como yo. Hay muchos unicornios, es el portal por el que cruzan los ángeles y, además, es un lugar paradisíaco, lleno de vegetación, flores coloridas, y por estar al norte del planeta, los cielos están cubiertos por auroras boreales.

―Algo me dice que sólo de decirlo, pudieron ver lo que hay en tu mente. ―Susurró Niara viendo las siluetas de los pokayas acercándose lentamente a la superficie.

―Eso o es que ya captaron mi belleza natural ―Shouta dejó salir una sonrisa chueca―. Por las dudas, vamos a abrir el portal hacia Ath.

Los magos volaron hacia la playa, comentando de los hechizos que podrían ayudarles con esas criaturas. Pero cuando llegaron, fue Sirhan quien les dio la respuesta. Si eso seres son de sal, sólo debían poner un hechizo que atrajera el agua del mar en un torrente en la entrada hacia el dei, junto con un hechizo que le diera velocidad a los pokayas.

La velocidad haría que la fricción con el agua, sacara la sal de sus cuerpos. Así la sal sería devuelta al mar, al mismo tiempo que los pokayas se desintegraran.

Shouta abrió el portal hacia el dei, y de inmediato, millares de criaturas blanquecinas salieron del mar. Parecían cristales aglomerados en forma de estrellas.

Justo en el momento que los pokayas entraban al portal, se escuchó una explosión que los ensordeció. Desde la almena norte, emergió un grueso halo de energía. El resto de los magos estaban enviando sus hechizos contra las criaturas que estaban entrando por el túnel cósmico. Y, a su vez, los pokayas junto con el agua, estaban generando un tornado que se elevó por encima de las nubes.

―¡Esto se está complicando! ―gritó Citlalli―. No uses toda tu energía, Shouta, pero debemos dejar salir nuestro poder.

Las llamas gemelas se unieron tomándose de las manos, concentrándose en su propio poder hasta que, con fuerza, lanzaron un halo rosa hacia el tornado el cual giró tan vertiginosamente que los pokayas se desintegraron por completo en su interior, y las astillas que quedaron de sus cuerpos fueron lanzadas por la energía que emanaron desde el castillo hacia los túneles.

―La gente del pueblo va a hacer preguntas ―dijo Sirhan―. Vamos a tener que borrar muchas memorias.

Todos los magos, incluso los que a medianoche regresaron de Horlwn, quedaron tremendamente agotados. Sirhan y los otros pasaron horas derrotando a los pokayas y los del castillo habían combinado astras y hechizos que aniquilaron a todos y cada uno de los seres que amenazaban desde esa parte del túnel. Pero en Horlwn todo fue un rotundo fracaso.

No hubo un solo líder que los tomara en serio, aun cuando les demostraron tener poderes mágicos. Y ahora, por el contrario, se habían propuesto perseguir a los magos, pues estaban convencidos de que, con su magia, podrían ayudar a mejorar su tecnología y cruzar a esos planetas con tanta eficacia como lo hacían los wknallianos.




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