Habían pasado días en los que no te había encontrado. Me encontraba náufraga, me estaba ahogando el sol de la angustia y me hallaba deshidratada de la vida.
Así que tuve que hacer una parada en el puerto de la tinta. Me eché trago tras trago de poesía de Elvira Sastre, Benedetti, Elena Poe y David Sant. Me alcoholicé con Hemingway, Bukowski, Capote y Dickinson. Nadé un poco en las oscuridades de El pequeño ladrón de sombras y después me fui a arrancar lo que me hacía quererte al mundo de Delirium.
Sigo probablemente aferrada a ese puerto: negada a aceptar mi detestable realidad desde que no estás aquí.