No, definitivamente, no estaba alcoholizada ni mucho menos drogada, no había bebido ni una sola gota de alcohol en toda la noche y mucho menos pasaba por mi mente la idea de meterme sustancias desconocidas con el simple hecho de querer “volar”. Simplemente estaba aburrida.
Y a veces el aburrimiento, te hacia soltar estupidez y media como ¿Comes pan? A un total desconocido que con mucha facilidad podría empezar a reírse en tu cara y tildarte de loca, por el simple hecho de querer entablar una conversación. Y la situación empeoraba, si tu receptor estaba malditamente caliente.
Él me miró confundido para luego lanzar una sonora carcajada y empezar a reír a costa mía. Lo sabía, esto era una mala idea.
—No, no como pan — contesta luego de reír.
— ¿Enserio? No puedo creer que no comas pan. Es decir, todo el mundo come pan.
Niega con la cabeza — Pues yo no como pan.
—Pues déjame decirte que estás mal de la cabeza. Creo que el pan, es lo mejor que han podido inventar. Es de los pocos alimentos que se puede combinar con todo.
— ¿Enserio?
—Claro, puedes comerlo con jaleas, mantequilla, mermeladas, frituras hasta puedes…— empiezo a enumerar una serie de cosas, mientras el me veía con una sonrisa de lado, haciendo que me calle al instante, al darme cuenta que hablaba con sarcasmo.
—Hablo en serio, el pan no me gusta. Prefiero las tostadas — alza las cejas mientras sus labios se extienden en una sonrisa de boca cerrada — Pero por lo visto, tu si comes pan. Y creo que demasiado.
—Pues — alzo mis hombros sin darle importancia mientras jugueteo con la lata en mis manos — Mis padres tienen una panadería.
—Ahora entiendo tu fascinación por el pan.
Al fruncir mis labios, me siento como una niña pequeña, pero no podía evitarlo. – Yo no estoy fascinada con el pan — aclaro.
—Oh no, claro que no — niega con la cabeza haciendo una mueca extraña.
—Puedo dejar de comer pan cuando yo quiera. Ni que tuviera una adicción con el pan.
– ¿De verdad? — sonríe mirando hacia algún punto detrás de mí. – Oh mira, alguien trajo un pan baguette.
— ¿Dónde? — volteo buscando a la extraña persona que viene con un pan a una fiesta, al escuchar su ronca risa, caí en la cuenta de que era una broma.
—Eres cruel — me quejo.
—Y tú eres demasiado adorable — contesta alborotándome el cabello. Quito su mano de mi cabeza por dos razones.
La primera, me estaba despeinando, y la segunda, ninguna mujer en la tierra, quería ser llamada adorable por un chico que fácilmente la hacía babear, no era correcto. Con un chico así, frente a ti, lo que quieres es seducirlo, no provocar que te vea como un cachorro adorable.
Nos quedamos en completo silencio, que por más extraño que parezca debido a la situación, no era incómodo en lo absoluto. Viendo como mi mejor amiga está sentada sobre Jean Luca, con las piernas a cada lado, mientras este le besa el cuello y su mano se desliza dentro de su falda.
—Entonces…— habla sacándome de la extraña escena donde veía como protagonista a la mujer con la que compartía mis secretos. Entendía que teníamos confianza, demasiada confianza, eso sin dudarlo, pero nunca hasta tal extremo. — ¿Ella es tu amiga?
Señalo a Agustina sin apartar mi mirada de sus ojos — Quisiera decir que no, pero rompería mi juramento. Así que si, esa chica es mi amiga.
Él vuelve a reír — ¿Juramento?
—No negarás a tu amiga frente a todas las cosas, negación ni siquiera tiene años de perdón. — recito las palabras con las que habíamos juramentado hace algunos años atrás.
—Okey — responde alargando las letras volviendo su mirada al tumulto de gente— ¿Y por qué hicieron ese juramento? Digo, la gente no anda por ahí reemplazando los diez mandamientos combinándolos con refranes, por pura diversión.
Esta vez reí yo — Pues hace varios años, pasamos el verano separadas, ella se fue a un campamento y yo a la casa de mi abuela. Conocimos amigos ahí y no hablamos en todo el verano. Conseguimos nuevos mejores amigos y pues nos peleamos porque se suponía que ella no iba a tener otra mejor amiga que no fuera yo y yo no tendría otra mejor amiga que no fuera ella. Así que al reconciliarnos, hicimos el juramento.
— ¿Y cuantos años tenían?
Miro hacia el techo descascarado, ladeando mi cabeza de un lado a otro recordando ese día — Nueve años, creo.
Asiente lentamente — Eso lo explica.
— ¿Qué cosa? — Llevo la lata de Coca Cola a mis labios, para darle un sorbo a la gaseosa.
—Que utilizaran los mandamientos como base
Me alzo de hombros — ¿Jean Luca es tu amigo? – Pregunto señalando al rubio — O solo te gusta mi amiga.
Puedo ver el fantasma de una sonrisa antes de que su mirada se posa una vez más sobre mí — Jean Luca es mi primo, vino unas cuantas semanas a Southtree y pues se le ocurrió salir de parranda.