POV RAVEN
Me remuevo en la cama cuando oígo el aporreo a la puerta de mi habitación. Me siento en mi cama mientras el ruido incesante me hace doler la cabeza. Decido contestar antes de que ese sonido siga torturándome.
—Pasa —expreso con la voz pastosa. No tengo idea de quien puede venir a molestar a esta hora de la mañana.
La puerta se abre y mi vista está congelada en la hora de mi celular. Tres de la tarde. ¡Mierda! Falté al colegio. Mamá va a matarme cuando venga del trabajo.
Me giro cuando oígo unos pies plantarse justo a los pies de mi cama. Aria está ahí, con la cara contorsionada por el enojo y los brazos cruzados sobre su pecho. Su cabello castaño está despeinado y su pijama de Slayer la viste.
—¿Estás contenta? —pregunta enarcando una ceja.
No tengo deseos de hablar con ella luego de todo lo que hizo la noche anterior. Pero sé que no se irá hasta que escuche lo que tiene para gritarme. Si hay algo que la distingue es su caprichosa y terca personalidad. No sé que han hecho mal mis padres para que les salga de tal manera.
—¿Por qué debería estar contenta, Aria? —respondo mirándola seria.
En verdad estoy molesta.
—Por el teatrito que se armó tu novio en Starbucks. Haciéndose el defensor de pobres —espeta—. Me dejó en ridículo frente a todos. ¡Me tiró una maldita tostada a la cara! Y tú vas y lo sigues para luego largarte con él. ¿Qué clase de hermana eres?
La miro incrédula y no reprimo la carcajada que me asalta. Es una hipócrita.
—Esto es una broma, ¿no? —cuestiono cuando mi risa va mermando. Ella me fulmina con la mirada.
—¿Te parece gracioso? —dice elevando el tono de voz.
—No voy a discutir contigo, Zoe. Déjame seguir durmiendo. No quiero hablar contigo. —Su mirada lanza chispas en mi dirección cuando la llamo por su primer nombre. El que odia.
—No me llames así —amenaza.
Yo lanzo un suspiro cansado. Porque así me siento, cansada. Cansada de ella, de su actitud..., de su egoísmo.
—Entonces vete. Cierra la puerta detrás de ti cuando salgas, por favor —digo en tono tranquilo.
—No me iré a ningún maldito lado hasta que me digas por qué no le dijiste nada, por qué no lo frenaste cuando decía todas esas cosas horribles de mí —ataca con los labios crispados.
Yo me tallo el rostro. No puedo creer que en verdad esté preguntando eso.
—¿En serio quieres saberlo? —contesto.
—Ilumíname, hermanita —alega en tono condescendiente.
Me paro y me desperezo. Camino hasta la ventana y me quedo allí mirando el sol durante unos segundos.
—Porque cada una de las cosas que dijo son ciertas, Aria. Todo, absolutamente todo lo que dijo, es verdad. Y alguien tenía que decirlo de una vez por todas. —Me sincero con la vista pegada en el sol.
—¿Ah, si?
—Sí.
—¿Entonces crees que soy caprichosa, egoísta, y mala hermana? —Suena dolida pero no dejo que eso me ablande.
—Es eso lo que demostraste anoche.
Ella bufa sonoramente y camina hasta donde me encuentro parada.
—Pues tú tampoco eres perfecta, ¿sabes? Tú también cometes errores, ¿o ya lo olvidaste? —contraataca.
—No lo he olvidado, Aria. Y no, no soy perfecta. —Tomo una respiración profunda para no largar las lágrimas que estoy reteniendo—. ¿Pero sabes cuál es la diferencia entre tú y yo?
—¿Cuál? —inquiere en tono prepotente.
—Que anoche yo sí volví a buscarte, Zoe. No te dejé sola cuando más lo necesitabas —respondo con un nudo en la garganta, mirándola fijamente.
Puedo ver el segundo exacto cuando hace una mueca dolida. Eso le dolió. Pero más me dolió a mí saber que mi hermana no es tan incondicional como yo creía. Que prácticamente un extraño que conocí hace menos de dos meses se preocupó más por mí que ella.
Mi hermana se queda plantada sin apartar los ojos de mí. Su expresión dolida me parte pero ya me cansé. Me cansé de ser yo la que cede.
—Ahora por favor..., vete. No quiero hablar contigo. —Doy por terminado cuando no responde nada.
Ella avanza cabizbaja hasta la salida y hace un ademán de decir algo pero no llega.
Cierra la puerta.
Entro a la tienda de ropa junto a mi mamá. Ella está viendo que vestido comprará para la cena de conmemoración a la que tiene que asistir mañana; la realiza el hospital donde trabaja e irá con papá.
Me ofreció ir pero le dije que no me sentía bien. Así que la acompañé a elegir el vestido de gala que llevará.
Por suerte Aria estuvo todo el día encerrada en su cuarto luego de la pelea y no ha querido venir.
Hace rato que no salía de compras con mi madre. Son respiros que a veces necesito. Me siento culpable por no contarle toda la verdad sobre lo que pasó anoche pero no puedo. No aceptaría que volviera a salir con los hermanos Ricci si se lo digo. Y ahora que Rave admitió que yo le gusto tengo muchas ganas de verlo. Me pregunto qué estará haciendo ahora. Ahora socabo en la realidad de que no sé nada sobre él, sobre como pasa su tiempo libre, sus gustos, sus miedos. Quiero saber hasta el más mínimo detalle de él. Pero sé que eso me costará. Es muy reservado con su vida. No le gusta hablar de él me he dado cuenta.
Estuve hablando por teléfono hace algunas horas con Jessica sobre eso.
Me llamó y pidió disculpas por irse así como así. Me dijo que ellos lograron escapar de la policía. Es un alivio.
No le conté muchos detalles de lo que pasó luego de la cárcel pero mañana acordamos en que voy a ir a su casa a quedarme a dormir. Ahí le contaré todo. Necesito desahogarme.
—¿Qué te parece este, cariño? —pregunta mi madre con una sonrisa.
Sostiene contra su torso un vestido dorado muy llamativo. Es su estilo. A mi madre siempre le gustó vestir para deslumbrar, todo lo contrario a mí.
—Es perfecto para ti —contesto sonriendo y repasando con la mirada el largo vestido.
—Entonces me lo probaré —sonríe todavía más y se hacen notables las arrugas en las esquinas de sus ojos.