Los Ricci

28(1ra parte). Yo también te amo

POV RAVEN

—Mack, ¿ya tienes los volantes? —pregunto sentándome a la mesa de la cafetería.

Todo mi grupo levanta la vista de sus celulares y me dan una sonrisa como saludo.

—Buen día —saludo cuando noto que quedé como una maleducada.

—Buen día, Raven —responde Mack deslizando sobre la mesa lo que identifico como volantes.

Hago a un lado mi bandeja y los tomo para examinarlos a detalle. En la parte superior dice en letra grande y simple: "Lavado de autos", luego más abajo tiene unos lindos gráficos de autos y el precio de cada vehículo que lleven a lavar. Para finalizar, en la zona inferior del volante tienen los horarios y los días en que se abrirá el lavado de autos. También la dirección de la casa de Mack que es donde elegimos hacerlo.

Volteo el volante y leo la breve explicación de por qué necesitamos el dinero. Habla sobre lo ocurrido con Rian y todos los gastos del hospital.

—¿Todo esto lo has hecho tú? —suelto en un jadeo sorprendido.

—Sí —exclama Mack orgullosa.

—Son-son perfectos, Mack —titubeo.

—Gracias.

—Bueno —habla Sabrina captando la atención de todos en la mesa—. Cada uno va a encargarse de repartir los folletos a la mayor cantidad posible de personas, ¿ok?

—Ok —aceptamos al unísono.

Tomo los cincuenta ejemplares de volantes que me tocó a mí y los reparto a toda persona que me encuentro en el camino, al igual que mis demás amigos. Esto durante toda la jornada de Instituto.

Hoy es jueves. El fin de semana se hará el lavado de autos y espero que todo salga como lo planeamos.

A la tarde cuando la jornada escolar acaba me dirijo con Jess al hospital, su madre se ofreció a llevarnos.

Hoy me encargué de entregarle la entrevista al profesor de periodismo. Por lo que pude ver en su expresión le fue suficiente la entrevista.

Estamos bajando del auto de la señora Taylor cuando una llamada de Sabrina entra a mi teléfono.

Atiendo.

—¿Dónde están? —pregunta sin más.

—Caminando hacia la entrada del hospital, ¿por qué? ¿Pasó algo?

—No, no. Solo apresúrense.

Y cuelga.

Con Jess apretamos el paso y entramos por la puerta principal de la sala de internación casi dándonos la cara contra el suelo.

Llego hasta donde están todos mis amigos y me extraño al no ver a los padres de Rian.

Inmediatamente me alarmo.

—¿Qué pasó con Ryan? —cuestiono, con un filo ansioso en la voz.

—Despertó —contesta Sabrina, con una sonrisa y lágrimas en los ojos—. Él-él despertó, Raven.

—¿Qué? —jadeo y noto como mis ojos se llenan de lágrimas y al mismo tiempo siento como si una gran carga fuera retirada de mis hombros.

Como si al fín alguien me dijera: "Ya puedes respirar".

Sabrina se adelanta pero yo ya me he girado para abrazar a Jess y llorar en sus brazos. Mi mejor amiga también lo está haciendo, lo noto cuando toma mi rostro entre sus manos y me acaricia las mejillas con los pulgares.

—Despertó —sollozo de felicidad.

—Despertó, Ri.

Cuando me separo de Jess me doy cuenta que Sabrina se ha quedado con los brazos abiertos en mi dirección.

—Oh, yo-yo lo sien...

Me jala del brazo y me da un fuerte abrazo que esta vez sí correspondo.

—Quiero verlo. ¿Cuándo puedo verlo? —pregunto ansiosa y nerviosa en partes iguales.

—Cuando salgan sus padres entraremos a verlo —explica Julianne.

Todos toman asiento y yo sigo parada caminando de un lado a otro.

Tengo ganas de llamar a Rave y contarle la buena noticia pero las reprimo. Después de todo, ¿por qué le importaría?

Paro de caminar cuando veo a los padres de Rian venir por el pasillo que conecta las habitaciones con la sala de espera.

La señora McCartney luce radiante aunque sus ojos hinchados delatan que estuvo llorando. El padre de Ryan está sonriente como nunca. En serio nunca, ese hombre no sonríe por nada.

—Ya pueden pasar, chicos. —Nos informa el señor McCartney tomando asiento junto a su esposa.

Todos asentimos y nos adentramos al pasillo sin más preámbulos.

Un nudo de nervios y euforia mezclada me atenaza el estómago y trago grueso cuando abren la puerta de su habitación.

Y ahí está.

Solo puedo ver su rostro por el espacio que no tapa el cuerpo de mis amigos. Su expresión luce tranquila y yo sigo escondida detrás de todos como una cobarde.

No sé como se tomará que yo quiera verlo. De repente no sé como actuar, si la última vez que lo vi me echó la bronca y Rave casi le da una paliza por eso.

Estrujo mis pobres dedos mientras espero que los demás terminen de abrazarlo y decirle unas que otras palabras.

Hasta que llega mi turno.

Me quedo estática en mi lugar y siento que el mundo detiene su curso cuando sus ojos café se fijan en mí. Escucho que los demás murmuran algo que no llego a entender y luego se van cerrando la puerta a sus espaldas.

Me quedo mirando a Ryan directo a los ojos sin poder creer que él esté aquí conmigo y no en el congelador de una morgue.

Sin poder creer que de nuevo tengo la oportunidad de hablar con él, de disculparme, de sentir sus brazos rodeandome, de ver sus ojos abiertos mirándome con calidez.

—¿No vas a darme un abrazo, Raven?

Y esas palabras pronunciadas con voz rasposa por falta de uso fueron suficientes para que saliera corriendo a su encuentro. Fueron suficientes para que me eche a llorar como niña pequeña en sus brazos.

—Lo siento, lo siento tanto. No sabes cuanto lo siento, y he esperado cada día de estos horribles tres meses para decírtelo —gimoteo sin control, humedeciendo su bata de hospital.

Él no responde y afianza sus brazos con más fuerza a mi tembloroso cuerpo.

—Yo sé que lo sientes, tranquila... -Lloro todavía más cuando toma mi rostro entre sus callosas manos y siento el contacto de estas. Pensé que nunca más volvería a sentir sus manos sobre mi piel—, y yo también lo siento.




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