POV RAVEN
—¿Y cuándo te darán el alta? —pregunto mientras jugueteo con un dedo de Rian.
Él —que sostiene una cuchara con su mano libre—, se lleva un poco de sopa a la boca y luego habla:
—Dijeron que en dos semanas ya podrán saber que tan graves son las secuelas del coma y podrán darme el alta —explica. Sus ojos estudian mi rostro a detalle y yo asiento intentando apartar la incomodidad de la situación—. Aunque tendré que tener una enfermera que vaya a controlarme todos los días.
Mierda.
Con el lavado de autos podemos cubrir la mitad de los gastos del hospital —la otra mitad la pagará su padre con un dinero que tiene ahorrado—, es lo que nos dijo. Pero dudo que nos sobre dinero para pagar una enfermera.
Tendremos que pensar en otra forma de ganar dinero. Lo hablaré con los demás.
Hoy en la tarde iremos a hacer el depósito juntos. Noah es el encargado de traer el dinero. Justo ahora fue a buscarlo hasta su casa.
—¿Raven? —Vuelvo la mirada hacia Rian que me mira extrañado. Otra vez me quedé divagando—. ¿En qué piensas tanto?
Acaricia mi mejilla con sus nudillos y yo me tenso ante el contacto. Pero no digo nada.
—En... en nada. —Le doy una sonrisa de labios cerrados.
La puerta es abierta y entran los padres de Rian.
Ok. Ya pasaron los veinte minutos permitidos.
—Te veo luego. —Me levanto de la silla y le doy un beso en la mejilla para luego salir de la habitación.
Llego a la sala de espera y no veo a nadie allí. Deben estar afuera.
Salgo por la puerta que da a la rampa del hospital, que ya se ha convertido en mi hábitat después de estos tres eternos meses.
Y ahí están.
Todos a excepción de Noah.
Sabrina sostiene en sus manos su teléfono.
Esto no me gusta nada.
—¿Dónde está Noah? —pregunto, cautelosa.
Mis cuatro amigas (Jess, Mack, Sabrina y Julianne), se giran en seco hacia mí. No sé cuál rostro se ve peor.
Si el de Sabrina que está a punto de llorar.
Si el de Mack que me mira como si fuera a darme la peor noticia de su vida.
Si el de Jess, que se frota el cabello histérica.
O si el de Julianne, que tiene la cara enrojecida(cosa que solo pasa cuando está sumamente enojada). Y que parece querer golpear algo..., o alguien.
—¿Dónde está Noah? —repito, esta vez con impaciencia.
—Viene en camino. —Mack es la única que se digna a hablar. Noto el filo tenso con el cuál habló.
—¿Entonces por qué son esas expresiones en sus caras?
—Lo asaltaron —contesta Sabrina sin mirarme.
—¿Qué? —respondo, pasmada—. ¿Él-él está bien?
—Él, sí —remarca Mack.
Jess camina de un lado a otro agarrándose el puente de la nariz.
—Le robaron el dinero —realizo y siento el corazón acelerárseme dentro del pecho.
—Puta madre. ¡Puta madre! —Explota Julianne y golpea la barandilla, furiosa.
Sabrina se recuesta en esta y agacha la cabeza, derrotada.
Yo sigo sin asimilarlo.
—¿Qué haremos ahora? —pregunto, ansiosa y temerosa en partes iguales.
Mack se adelanta hacia mí y toma mis manos entre las suyas.
—No sé —admite y un nudo se forma en mi garganta.
No, no, no. ¿Por qué ahora? Si todo estaba saliendo tan bien.
Mack me rodea con sus brazos cuando ve mis ojos aguarse.
¿Por qué ahora?
Me refugio en su pecho mientras lágrimas de impotencia corren por mis mejillas.
Esto es una completa mierda.
—Woah. ¿Qué pasó aquí? ¿Quién se murió?
Me separo de ipso facto cuando oígo la estúpida voz del estúpido de Rodrigo.
Tengo ganas de pagar mi impotencia con él. Pero me relajo cuando veo que detrás de él unos ojos verdes me observan serios.
Termino de separarme de mi amiga y sin pensarlo mucho camino hasta Rave y lo abrazo con fuerza. En este momento sólo necesito que me diga que todo estará bien.
Aunque eso sea una cruel mentira.
Él me apresa entre sus brazos sin dudar y yo inhalo su característica fragancia. Esta logra apaciguar un poco la tormenta que se forma dentro mío.
—¿Qué ocurre? —susurra solo para mí.
—El dinero. El dinero ya no está, Rave —suelto en un gemido lastimero.
—¿Qué? —Él me separa un poco y me observa con los ojos muy abiertos.
—Asaltaron a Noah cuando lo estaba trayendo hacia aquí.
—Mierda. —Frunce el ceño y vuelve a abrazarme.
Sé que la situación se ve comprometedora.
Pero no podría importarme menos en este momento.
—Podemos hacer otro lavado de autos. —Oígo que Rhett propone.
Me separo de Rave casi a regañadientes y encaro a todos los demás. Que para mi sorpresa no están mirándome raro o algo parecido. En sus rostros sólo hay preocupación.
A excepción de Rodrigo, claro. Él solo está apoyado en la barandilla con gesto aburrido, mirándonos a todos porque no tiene nada más interesante que hacer.
—No nos da el tiempo. Hoy es el último día en el que podíamos hacer el depósito. Más tardar mañana. Pero no podemos hacer nada con apenas veinticuatro horas —explica Sabrina, que sigue mirando el suelo con el ceño fruncido por la frustración.
—Tenemos que avisarle al señor McCartney
—resopla Jess. Que permanece junto a Rhett, tomados de la mano.
—Yo se lo diré —interviene una voz a nuestras espaldas.
Noah tiene un ojo hinchado y una pequeña cortada en su barbilla.
Julianne se adelanta hasta él y toma su rostro para inspeccionar sus heridas.
Él se aparta, molesto.
—Estoy bien —espeta con la mandíbula tensa—. Ahora vuelvo.
Y así sin más, entra al hospital.
—Voy con él. —Mack desaparece dentro del hospital segundos después.
Todos los demás la siguen segundos más tarde. A excepción de Rave y... Rodrigo.
—Ustedes sí que tienen mala suerte —opina Rodrigo con una sonrisa incrédula.
—Lárgate. —Le ordena Rave y Rodrigo se va dentro del hospital luego de soltar un resoplido.
Me aparto de al lado de Rave y apoyo mis antebrazos en la barandilla. El sol —alto y reluciente en el cielo—, esta vez no logra apaciguar mi interior.