POV RAVEN
Aparto mi vista de la carretera cuando siento una mano sobre mi rodilla.
Contengo el aliento y siento como mi pulso sale disparado cuando enfoco sus dos orbes verdes mirándome, con un sentimiento que nunca antes había visto en ellos.
¿Qué estarás pensando justo ahora, Rave?
—Vuelve la vista al camino o nos estrellaremos —murmuro, cohibida por las emociones arrolladoras que siento en este momento.
No puedo despegar mis ojos de él.
¿Qué me pasa?
Él me da una sonrisa completa que me deja todavía más idiota, y vuelve su atención hacia la avenida, al tiempo que retira la mano de mi rodilla para maniobrar los cambios de su camioneta.
—Es difícil hacerlo cuando lo que tengo frente a mí es jodidamente hermoso.
Trago grueso, mientras siento el rubor calentar mi rostro al escucharlo decir eso con su característica voz que tanto me encanta.
—Pues... Tendrás que hacerlo o nos mataremos solitos —musito con la voz ahogada por las emociones.
Emociones que ni siquiera comprendo bien.
¿Qué es realmente lo que siento por él?
¿Atracción? ¿Aprecio...? ¿Amor?
No, definitivamente no es amor.
—Morir a tu lado sería una linda manera de morir. —Le escucho susurrar y mis ojos se abren al máximo mientras lo encaro de lleno.
Él parece igual de sorprendido que yo por sus palabras.
—Yo... Yo no quise decir eso. Lo lamento, me pasé... —¿Acaso estoy viendo a Rave Ricci balbucear?
No puedo evitar sonreír al verlo contrariado y podría jurar que hasta nervioso.
Segundos después decido terminar con su tortura.
—¿Y a dónde íremos a desayunar? —pregunto, más animada de lo que me gustaría mostrar.
Pero ya da igual.
—Mierda, casi lo olvido. Primero debemos pasar por la farmacia —dice y yo lo miro con el ceño fruncido.
—¿La farmacia?
—No usamos protección. Tenemos que comprar una pastilla de emergencia —informa—. ¿O tomas pastillas anticonceptivas?
Mierda. Soy idiota.
—No-no, no las tomo —contesto, avergonzada.
¿Cómo se me ha pasado algo tan importante?
—Gracias por acordarte, yo soy un desastre a veces, Dios... —Me tallo el rostro reiteradas veces.
Rave vuelve a poner una mano en mi rodilla.
—Hey, tranquila... Yo también me he olvidado otras veces. No tienes la obligación de acordarte siempre, tu pareja sexual también debe de hacerlo.
Asiento.
La vergüenza es reemplazada por el pasmo ante su comprensión. En mi vida hubiera creído que alguien como él fuera así de reconfortante y comprensivo con los demás.
Tal vez solo es así contigo.
No empieces, conciencia.
—Gracias... —Es lo único que puedo decir.
—No hay nada que agradecer.
Y otra vez aparece ese calor en mi pecho. Esa sensación de no sé qué. Porque no sé, no sé que significa esto que siento cada vez que él me mira..., o que tiene un detalle conmigo..., o que me demuestra que le preocupo.
Minutos más tarde, aparca la camioneta frente a una farmacia —de color verde claro y blanco—, y baja a comprar la pastilla, no sin antes decirme que lo espere aquí.
Recargo la cabeza en el respaldar del asiento, todavía avergonzada por mi descuido. Soy muy joven para tener un bebé, debo ser más responsable.
Dejo escapar un suspiro pesarozo.
Me pregunto si "mi bebé" estará bien en el garage de la casa Ricci. Insistí en venir en mi motocicleta por separado, pero Rave me convenció de ir juntos en su camioneta, con el argumento de que después del Instituto me traerá a buscar mi moto.
También le ofrecí llevarlo en mi moto o que él la maneje, pero se rehusó.
¿Acaso le dan miedo las motos? Al parecer sí.
Repiqueteo un dedo sobre mi muslo mientras llevo la mirada a la farmacia a un costado de donde estacionó la camioneta. Los ventanales que tiene la misma te deja ver todo lo que ocurre dentro.
Rave espera su turno erguido e impasible. Sus manos descansan unidas en su espalda baja. En una de estas hay un pequeño papel con lo que supongo, es el número de su turno para comprar.
El italiano me da la espalda, por lo que sin pudor alguno puedo recorrerlo con la mirada. Hoy trae puestos unos borcegos negros que parecen de combate, también unos vaqueros del mismo color, ceñidos a sus piernas torneadas y musculosas. Para completar su desenfadado oufit, una camiseta de mangas cortas cubre su torso, esta es de color...
No es difícil imaginar el color, ¿o sí?
Después de todo, ustedes lo observan más que yo.
Aparto la vista del pelinegro cuando veo que le llaman para que haga su pedido.
El silencio comienza a incomodarme asi que sopeso en la opción de poner algo de música.
¿Le molestará?
Lo dudo.
Intento prender el estéreo cuando recuerdo que este no funciona sin el sistema eléctrico del auto.
Si seré tonta.
Mejor espero a que Rave regrese.
De mientras, buscaré el cablecito que se conecta al teléfono para reproducir las canciones en el estéreo.
Tanteo con mis manos todo lo que está a mi alcance, pero no lo encuentro.
Tal vez no lo tenga.
Pero si muchas veces lo vi escuchar música desde aquí.
¿Sería muy de entrometida revisar la aguantera?
Mhm.
Abro la aguantera. Qué mierda.
¿Eso es un arma?
Es un arma, estúpida. ¿Qué? ¿Nunca has visto una de cerca?
Ya puedo oír a mi subconsciente convertirse en Aria.
Ruedo los ojos e intento hacer desaparecer la sensación de miedo que me genera tener algo así frente a mis ojos.
Tenerlo nuevamente, mejor dicho.
Espabilo y salgo de mi ensimismamiento cuando la puerta del copiloto es abierta y Rave entra.
—Aquí ya las tengo —anuncia en tono alegre, todavía no ha apartado sus ojos de la bolsa entre sus manos—. Aunque tendrás que esperar a tomarlas cuando lleguemos a la cafete...
Se calla abruptamente cuando nota que no respondo. La aguantera sigue abierta, dejando ver el arma. Yo sigo congelada en mi lugar, expectante a su reacción.