Los Ricci

44(2da parte). Él chico que alguna vez creí conocer

POV RAVEN:

Siento el enojo apoderarse de mí y susurrarme al oído que lo siga, le meta un cachetazo, le grite que se pudra, y me largue de aquí.

Claro, no sin antes robarme esa botella de vodka que está en aquella mesa al final del salón.

Pero hago acopio de todo el autocontrol que se puede reunir en una situación así y solo me quedo plantada como una tonta en el mismo lugar en donde ese cretino me dejó.

—¡Hey, tu! —Oígo una voz lejana que dice aquello, pero ni modo de que debe estar llamándome a mí—, la retrasada que está parada en medio del salón —bien, definitivamente sí se refiere a mí. Volteo en dirección a donde proviene la voz femenina y me encuentro con un sillón esquinero repleto de chicas sentadas en él—. ¡Ven! ¡No te quedes ahí como estúpida! —urge una chica que tiene la mitad de la cabeza rapada, y la otra mitad teñida de un naranja chillón que me hace disimular una mueca al tiempo que me acerco al grupo a paso dudoso.

—Hola —saludo una vez llego.

Dudo en si preguntarle si insulta a todo el mundo de la misma forma deliberada, o si es solo conmigo.

—¡Toma asiento, estúpida! —Vuelve a exclamar, y el tono jovial y amistoso que utiliza me hace imposible darle importancia al hecho de que ya me ha insultado alrededor de cuatro veces en cuestión de segundos.

Obedezco y tomo el único asiento libre, que para mi mala suerte es al lado de una chica que está fumando hierba con una pipa con forma de pene. Disimulo una mueca cuando le da una calada casi interminable.

Alguien no quiere compartir.

—Disculpa a Xio, la única forma de hablar que conoce es insultando. —Una chica de mirada amable y cabello de un rubio brillante me alcanza una cerveza, al tiempo que me sonríe.

—¡Pero si es verdad que estaba parada en medio de todos como una retardada! ¿O no? —Mira a las demás y todas asienten muy seriamente como si yo le hubiera sacado una botella de agua a un niño haitiano, en lugar de solo estar parada en una reunión.

Me mantengo en silencio y le doy un trago a mi cerveza. Debo admitir que estas extrañas me agradan. Sí, eso también incluye a la chica que no deja de insultarme.

—En verdad deberías estar lamiéndome el coño justo ahora, agradeciendo que te haya llamado para que estés con nosotras —agrega la chica de cabeza rapada de la cuál todavía no sé el nombre—. Aquí, si no tienes ningún grupo, te agarran de payaso de feria, ¡¿o no es así?! —Pego un respingo en mi asiento cuando vocifera a todo pulmón la ultima pregunta—. Todos son unas malditas mierdas —murmura, al fín acabando con su diatriba.

—¿Pe-pero por que harían eso? ¿No es esta una reunión de conocidos? —pregunto, algo intimidada.

—Cariño, claro que es eso. Pero una cosa no quita la otra —responde una tercera chica, que hasta ahora no había intervenido en esta rara interacción.

La que acaba de dirigirse a mí es una versión más madura y hosca de Mack. Es afroamericana, al igual que mi amiga, pero no posee la misma delicadeza que ella. Su vestimenta se asemeja a la de Aria, pero mucho peor.

—Ok —murmuro, desviando la mirada e ignorando el tono condescendiente que ha usado para hablarme.

Como si yo fuera una niña pequeña entre medio de toda esta gente.

***
 


No sé cuánto tiempo ha pasado, ni cuántas cervezas he tomado, pero Rave no volvió a buscarme, y en verdad me siento la persona más estúpida sobre la faz de la tierra.

¿Por qué siquiera confié en su palabra después de haber hecho lo que hizo?

Bueno, al menos he pasado un buen rato con estas desconocidas, que para nada son personas con las que mi madre me permitiría juntarme, pero eso hace todavía más emocionante el relacionarme con ellas. He intercambiado números con casi todas las que estaban en esta esquina.

Tuve que mandarle un mensaje de texto a mi madre diciéndole que a última hora he decidido quedarme a dormir en lo de Jess. Y luego de eso avisar a mi mejor amiga, para que me cubra.

En la pantalla de mi celular veo que se hicieron las diez de la noche, y la idea de pedir un taxi y largarme de una vez por todas de aquí se me hace tentadora, pero recuerdo que he dejado la mochila en la camioneta de aquel idiota, y sin contar que mi motocicleta aun sigue en su casa.

—Muy bien, chicas, yo ya me marcho —Siento un leve mareo cuando me paro de mi asiento pero lo ignoro porque no es momento para estar ebria—. Gracias por el buen rato y la cerveza.

—Adiós —corean todas al mismo tiempo.

—¡No olvides textear, estúpida! —grita Vania —la chica que tiene una mitad de su cabeza rapada y la otra anaranjada—, y yo le muestro el dedo medio con confianza—. ¡Métete eso por el culo! —responde y me saca la lengua haciendo que suelte una ruidosa carcajada.

—¡Ya cierra la boca, Vania! —exclamo todavía riendo.

Apenas si me doy vuelta para prestar atención al camino delante mío cuando choco con un cuerpo duro. Alguien me toma por los brazos automáticamente, evitando que me dé de bruces contra el suelo.

—Deberías tener más cuidado —me reprende una voz muy familiar.

—¡¿Dónde demonios estabas?! —espeto, dándole un empujón para que me suelte.

—¿Puedes calmarte? Estás dando un espectaculo —masculla, frunciendo el entrecejo.

Miro a mi alrededor y sí, efectivamente hay varias personas volteadas en nuestra dirección.

—¡¿Qué tanto miran, ah?! —sacudo mis brazos como una desquiciada, pero poco me importa en este momento.

—Basta de esto —exige Rave—. ¿Cuánto bebiste, Raven?

—¿Sabes qué? Pudrete Rave. ¡Y que también se pudra esa verdad que tanto ocultas! —Le grito y me doy la vuelta mientras saco mi celular para llamar un uber.

De repente las ganas de llorar debido a la frustración se hacen presentes, pero las retengo.

—Raven, ven aquí —Rave llega hasta a mí y me toma de la muñeca para detenerme.

Le doy un manotazo a su brazo y lo aparto de mí.




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