Los Ricci

58. Decidir solucionar

Pov Raven

Esa noche regresé a la habitación con una nueva idea formándose en mi cabeza.

Una convicción que mi parte racional rechazaba con ahínco.

Y una sed de venganza que era mayor a cualquier cosa.

El rostro de ella venía una y otra vez a mi mente, en forma de flashes dolorosos.

¿Por qué caía en cuenta de esto hasta recién ahora? 

Era, tal vez, uno de mis defectos más obvios: Llegar tarde a todo.

La policía había archivado el caso hace meses, porque la carátula había sido comprada por los jefes del otro bando. 

El cartel de Rave no iba a intervenir, tampoco. No conocían a Jess, yo les era indiferente, y aunque había sido un atentado contra mi vida en forma de venganza hacia Rave, no era su problema, así que no iban a meter manos en el asunto.

Rhett no iba a vengarse, él no era así. Solo estaba haciendo su duelo de la manera más sana posible –todo lo contrario a mí–, e intentando reconstruir su vida.

A Rave le había pedido expresamente que no hiciera nada al respecto; eso haría que su jefe se enfadara con él por desacatar órdenes, y no quería que nada malo le pasase. 

Mis amigos y la familia de Jess tampoco podían hacer mucho, para ellos solo fue una bala perdida que terminó en el pecho de mi mejor amiga.

La única opción que quedaba: yo.

Esto no podía quedar así nada más. 

Ella murió por salvarme y no quería que creyera que lo había olvidado. 

Por más que quisiera, creo que nunca podría hacerlo.

Las pesadillas desde hace meses, el insomnio, el dolor y los intentos de evadirlo... Todo eso tenía una raíz, y debía arrancarla de una vez por todas.

 La raíz: el remordimiento, la culpa y la impotencia. 

La solución: Que ellos paguen.

Que paguen con su vida.

***

A la mañana siguiente me levanté más temprano de lo usual.

Eran las 07:00 am cuando me levanté con cuidado de no despertar a Rave.

El sol recién estaba asomando por el horizonte. La habitación era inundada por una estela anaranjada. Y a pesar de que hacía frío, la ventana del balcón estaba abierta, la brisa mecía las cortinas grises que Rave se rehusaba a tirar.

Estas estaban gastadas y rotas en muchas zonas.

Salí solo un momento al balcón para apreciar el amanecer, mientras me encendía un cigarrillo.

Hace tan solo meses atrás, una persona completamente distinta miraba a través de una ventana el mismo amanecer.

Me preguntaba todos los días, cuán decepcionada estaría ella de mí.

Pero no me detuve mucho en ello, porque los pensamientos obsesivos de venganza no me lo permitieron.

Giré a ver a Rave acostado entre las sábanas blancas de la cama. La cicatriz de esa bala adornaba su trabajada espalda. El color azabache de su cabello no se amedrentaba por la implacable cantidad de luz que entraba por la ventana. El mismo seguía intacto, sin cambiar su color a pesar de los rayos que golpeaban sobre él. Parecía una muy irónica metáfora del espíritu inquebrantable de Rave. Cómo él mismo se rehusaba a cambiar su esencia a pesar de cuántas cosas encandilaran su mente.

Apagué el cigarrillo a medio terminar cuando lo vi removerse en la cama.

Tenía que irme ahora. Él no me dejaría hacer esto. Bajo ninguna circunstancia.

Es por eso que debía ser discreta y planear esto yo sola.

Y ya tenía en mente un aliado que sabía, se sumaría a mi causa.

Salí de la habitación nada más cambiarme de ropa y recogerme el cabello.

Rave seguía plácidamente dormido.

Saludé a uno que otro conocido mientras mis pisadas avanzaban por el pasillo que daba a la terraza. Llevaba bolígrafos, papel y la mente entumecida.

El estómago me gruñó cuando abrí la puerta que daba a la terraza. No había ingerido bocado desde hace dos días, no podía.

El frío me caló en los huesos a pesar de llevar una gabardina pesada que tomé del armario de Rave.

Me encendí otro cigarro cuando mis pasos se detuvieron al lado del moreno que reposaba sus codos en el muro que separaba el vacío del suelo.

—Por favor, dime que no estás pensando en hacerlo.

—No lo estoy pensando. —Me miró aliviado—. Ya estoy haciéndolo.

Se mordió el labio y volvió su vista al horizonte. El viento no paraba de rugir en nuestros oídos.

—Pensé que eras más inteligente, Raven.

—¿Vas a ayudarme o no?

—¿Rave lo sabe?

Silencio.

—Si me corta el cuello, será tu culpa.

—Copiado. —Le sonreí y dejé caer el bolso al suelo—. Entonces empecemos.

Las horas pasaban y pasaban y con ellas la gente de La Casa que subía a la azotea a opinar sobre nuestro intento de venganza.

Parecía un extraño tipo de reunión caritativa criminal donde cada persona que pasaba por esta azotea me daba apoyo moral, o alguna recomendación de cómo abrirle la tripa al que le hizo eso a Jess. Otros, los más osados, me decían que si llevábamos a cabo el plan un día que ellos tuvieran tiempo libre, no tendrían problema en ir con nosotros, ya que un poco de diversión no le viene mal a nadie.

Reí y asentí como si entendiera la lógica de un verdadero criminal.

¿Pero no era en eso en lo que debía convertirme para poder lograr mi venganza? ¿Cómo se vería en un expediente académico: <<criminal>>?

No quise pensar en eso.

—Muy bien, creo que me tomaré un descanso, chicos. —Me paré del sillón mugroso que instalaron en la azotea y sacudí el polvo de mi ropa. 

Rave iba a matarme por ensuciar su gabardina.

Era la hora donde el sol pegaba con fuerza y ya no aguantaba el hambre y la sed. Por lo que dejé atrás la mesa sobre la que había estado planeando cómo vengar la muerte de mi mejor amiga para bajar las escaleras y recorrer el pasillo que llevaba a la cocina, esperaba que hubiese algo de comer y beber ahí.




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