Los Ricci

59. Córrete de mi camino

 

Pov Raven

—Bien, creo que esto ya es lo último. —Dejo caer la última caja con parte de mis pertenencias al suelo y Marco me mira con cara de cachorrito.

—¿Esto es necesario? —resopla, al mismo tiempo en el que empieza a sacar mis cosas de la caja—. ¿No puedes arreglarte con el italiano con un acostón y ya?

—Estamos en un break... —pienso en voz alta, dubitativa—. Así que no, —le sonrío cínicamente—, no puedo solo acostarme con él y arreglarlo.

—Pero —intenta rebatir, pero lo interrumpo con brusquedad.

—¿Y sabes por qué? Porque dejó muy en claro que no va a ayudarme con el plan —digo, fastidiada. Marco intentó decir algo más, pero de nuevo lo interrumpí—. ¡He incluso amenazó con regresarme a casa de mis padres!

No me des ideas —balbuceó algo que no llegué a oír del todo.

—¿Qué has dicho?

—¡Nada, nada! —Se apresuró a decir, con las manos en alto, tal cual angelito que no rompe un plato—. Dije que eres mi amiga y voy a ayudarte en esto. —Me sonrió, dejando a la vista ese desagradable diente de oro.

—Jum. —Entorné los ojos en su dirección, pero lo dejé estar—. ¿Y desde cuándo somos amigos?

—Desde que supe que estabas loca de remate. —Me sonrió con burla y le lancé un cojín.

—¿Dónde pondré mis cosas? Y todavía más importante, ¿dónde dormiré? —fruncí el ceño, recién cayendo en cuenta que con todo el lio de la discusión con Rave no había planeado muy bien el mudarme a la habitación de Marco.

—Tú tranquila, que eso ya lo tengo cubierto —sonrió de oreja a oreja y se asomó a la puerta de su habitación que aún estaba abierta y silbó: —¡Hey, Willy, ya pueden traerlo!

—¿Es el Willy que yo conozco? —pregunté, horrorizada.

Marco solo asintió, sonriente:

—Se ofreció a prestarte su sofá cama el tiempo que se quede en lo de su novia.

—¿El mismo sofá cama en el que se orinaba cuando estaba ebrio? —Mi boca se entreabrió por el desagrado—. ¡MARCO!

—¡Lo siento! Nadie más se ofreció a prestarnos una cama... Y Willy, Willy fue el único. —Se defendió, apenado.

—¡Hola, chicos! —Willy y otros dos chicos aparecieron por la puerta cargando el asqueroso sofá cama y al instante una punzada de culpa me atenazó el estómago.

No tenía por qué menospreciar lo que el pobre Willy me estaba prestando.

—Hola, Willy. —Forcé una sonrisa, cuando por dentro quería llorar al ver la pinta del sofá cama que dejaron sobre el suelo—. No tenías que molestarte Willy, en serio. —Me acerqué a él y nos estrechamos las manos como lo hacía todo el mundo aquí en La Casa.

Mis intentos posteriores por persuadir a Willy de llevarse el sofá fueron en vano.

—No es nada, todo sea por mi amigo Marco. —Estrechó a Marco en un abrazo algo rudo mientras los dos reían y el moreno le agradecía.

—En serio, es tu sofá... —seguí insistiendo—. No podría adueñármelo estas semanas, qué vergüenza. —Ya no sabía qué demonios decir para que se llevara el maldito sofá que ya comenzaba a largar un hedor extraño.

—No, no, que no hay problema, en serio. —El pobre Willy sonreía complacido por poder ayudar—. Lo único que sí te pediré que no lo ensucies.

Intenté disimular mi perplejidad lo mayor posible.

—Claro, Willy... Gracias por prestármelo. —Luego de eso, Marco lo acompañó a la puerta y se despidieron con otro abrazo.

—Te mataré. —Fue lo que dije ni bien se cerró la puerta.

—¿Pero y yo qué hice?

 

 

Pov Rave
 

Salí del rincón donde me ocultaba a la espera de que Raven salga a su entrenamiento diario con Derek. 

Debía tener una seria conversación con el traidor de Marco. 

Me conoce desde mucho tiempo antes que a Raven; debió mantenerse leal a mí, no a una niña que apenas conoce y que planea jugar a las pistolitas.

¿Que si estoy enfadado con Raven por esto? Pues claro que sí.

Aun no se me olvida la expresión de determinación en su rostro el día que discutimos y decidió largarse de la habitación que compartíamos.

Nuestra habitación.

Mentiría si dijera que su frialdad no me hirió.

—Córrete de mi camino. —Sus ojos chispeaban de furia debido a que bloqueaba la salida con mi cuerpo.

—No te dejaré hacer esto. Es un suicidio, Raven. —Mi tono era de súplica, aun así poco le importó. Ya no había vestigio alguno de la chica dulce que había conocido meses atrás—. No sabes nada sobre ellos. Sobre lo peligrosos que son.

—Entonces ayúdame, ¡apóyame en esto! —Su expresión se suavizó, a pesar de que su tono seguía siendo demandante.

—No puedo, Raven, no te pondré en peligro de esta forma, ¡entiéndelo de una buena vez! —Mi tono había ido elevándose conforme terminaba la oración.

Toda esta situación me desesperaba a niveles incomparables.

La terquedad con la que actuaba, nunca la había visto de esa forma.
—Bien, entonces solo quítate y mírame hacerlo.

Volví al presente cuando vi al idiota de Marco asomarse al umbral de entrada de su habitación. 

Caminé a pasos agigantados hasta él. 

Cuando entré en su campo de visión palideció e intentó cerrar la puerta, pero alcancé a meter la punta de mi bota.

Empujé la puerta con tal fuerza que cayó de culo al piso.

Mi pecho subía y bajaba por el enojo.

—Me parece que tú y yo tenemos una charla pendiente. —Lo levanté del suelo de un tirón y lo estampé contra la pared. Mi antebrazo presionando su estúpido cuello.

—Cálmate, Rave —pedía, mientras intentaba empujarme lejos.

—¡Que me calme una mierda! —bramé—. Explícame qué mierda te pasaba por la cabeza cuando siquiera pensaste en ayudarla con esta misión suicida. ¡Es solo una niña!

—Rave, escucha, ella necesita esto -logró zafarse unos segundos de la presión que ejercía mi brazo y habló: —Ella necesita esto para cerrar su duelo, sino nunca sanará.




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