Los secretos de Fos

Artemisa XXXIX

—De alguna forma se siente bien trabajar en la tierra— Susurre para mí misma con una leve sonrisa en mi rostro mientras caminaba de regreso a mi cuarto. Tenía las uñas manchadas y mis dedos se sentían pesados pero me invadía cierto confort, como de casa.

— ¡Artemisa!— Me llamo Zeus pero fue muy tarde.

Termine chocando contra alguien, pero solo yo caí al suelo, de nuevo.

—Mocosa tarada ¿Por qué no te fijas por dónde caminas?— Preguntó el chico de mala gana, sacudiendo su uniforme y entonces me miró, entrecerrando los ojos— Ah, por dios, una pueblerina, espero que no apestes mi ropa.

—L-lo siento…— Fue lo único que pude responder.

—Una disculpa no borrara el aroma ni desarrugara mi uniforme— Dijo el tipo haciendo una mueca de desprecio.

Casi pude ver a Ceres ahí pero era imposible. Ella no era así.

Ahora que lo pensaba ¿No se parecían mucho ella y este tipo?

Este tipo era tenía unos cabellos dorados cortos, labios delgados, nariz respingada, ojos azules muy hermosos y con una mueca de superioridad perpetua que al instante me hizo apartar la mirada.

—La próxima vez levanta la cara— Dijo el tipo frunciendo los labios y se inclinó a mí de forma amenazante mientras su ser mágico aparecía sobre su cabeza, un perro blanco y manchado con la misma mueca de superioridad— Si tuviera el poder para…

Lo vi de reojo, entonces lo aparte empuje antes de que aquella cosa chocara contra la ventana y la destrozara.

— ¡Pero ¿Qué crees que estás haciendo?!— Preguntó el tipo mirándome primero con una mueca de asco pero luego mirando a la figura que ahora estaba dentro de la escuela, chocando por todos lados— Diablos, un monstruo.

— ¿Los monstruos de verdad pueden entrar a la escuela?— Era una pregunta honesta, no tenía ni la menor idea.

—No, no deberían— Dijo el tipo poniéndose de pie.

El monstruo frente a nosotros era humanoide, con el cuerpo de una mujer, delgada, mucho, con las patas de un gallo enorme, plumas de color azul y unas alas grandes en lugar de brazos. Su rostro parecía humano pero tenía un pico asqueroso que babeaba y moqueaba.

—Una arpía— El tipo hizo una mueca— ¿Listo, Beethoven?

El perro se transformó en un arma pero no era un arma, era un teclado portátil, como si fuera una guitarra grande. Desconocía el nombre del instrumento pero por otro lado, la bufanda roja del perro se convirtió en la correa del arma.

—Cúbrete los oídos, niña— Dijo el chico y comenzó a retocar varios acomodes que hicieron obrar todo el pasillo con todo la mujer pájaro que se cubrió los oídos. Comenzaron a caerse sus plumas gracias a las ondas musicales y a sus movimientos todavía más bruscos.

La melodía era hermosa de alguna forma aunque parecía tocada de forma brusca.

Cuando el chico toco el último acorde, la mujer pájaro exploto en plumas rojas que de a poco comenzaron a deshacerse salvo una, lo que significaba que eso debía ser el botín designado.

— ¿Un piano puede ser un arma?— Dije en voz alta y al instante me maldije, ya que solo quería pensarlo.

—Qué asco, puedes quedarte con esas cochinas plumas y para tu información, no es un piano es un Keytar, pero no puedo esperar que alguien como tú conozca un instrumento tan sofisticado— Dijo el chico girándose hacia mí con una mueca orgullosa— Como verás, esta escuela es no apta para gente como tu así que lo mejor que puedes hacer es…

Un par más de arpías por poco le pegan de no ser porque de nuevo logre evitarlo, cayendo sobre él.

—No conquistaras a nadie con esto— Dijo el tipo haciendo una mueca y yo me aparte rápidamente, mirando a las dos nuevas arpías que llegaron, una con las plumas rojas y otra con plumas grises.

La mujer gris trato de acercarse pero entonces yo extendí mis manos a lo que Zeus se transformó en mi arco.

Apunte durante el proceso de aparición así que el disparo voló al instante pero la fecha término golpeando a la arpía roja que se quedó detrás mirándonos con atención en lugar de matar a la gris que venía por nosotros.

El chico en el suelo grito tan fuerte que cubrí mis odios y la arpía gris también. Pude sentir las vibraciones de su piano también en ese grito, de alguna forma, entonces con un rápido movimiento le pego en la cara, derribándola y vaporizándola.

—Este lugar se cae a pedazos— Dijo el tipo haciendo una mueca y se giró hacia mí, mirándome con desprecio— Para la próxima no le des por accidente. Ah y quédate con las sucias plumas, seguro que la gente como tú le encuentra muchos usos a estas cosas ¿Cómo lo llaman? ¡Reciclar! ¡Eso!

Me quede ahí, sin saber que pensar, entonces los guardias llegaron y me miraron con sorpresa. Supongo que ver que una chica de primero estaba rodeada de tres trofeos fue de verdad impactante.

—No fui yo, o sea, no todos…— Dije levantando mis manos en señal de rendición pues el chico ya se había ido.




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