La merienda con Luriel fue brutal, aún no entiendo como es que me dejé convences por Solei para ir.
Sin embargo esa mujer me puede, me hace y me deshace a su antojo, y yo como tonto caigo ante sus pies, sin importar lo que implique que estemos juntos, y ese es el problema.
Todo el día me ha perseguido ese horrible sentimiento a desahucio, como si el mundo fuera a acabar, como si cosas malas estuviesen por ocurrir.
No quiero creer que vaya a ser así, pero lo que aprendí por años, es que nunca debo de minimizar mis presentimientos, siempre son por algo.
Acabamos de llegar al departamento de Solei, y hoy, me invitó a quedarme a dormir con ella, y acepté, al fin y al cabo, es ni día libre, y apartir de mañana regreso a las duras funciones en rectoria, un día de relax no me viene nada mal.
Luriel nos hizo comprar kilos de helados y al llegar lo primero que hizo, fue presumir ante su prima y su familia que había helado suficiente para todos, toda la noche.
Las empleada de Solei, Sabrina y su madre, también se unieron a la celebración de despedida de vacaciones, según el Cario.
El niño parece feliz, pero a mi no me engaña, yo sé que le encantaría estar ahora con sus hermanas, que este momento se mágico, familiar y unido, y es allí en donde yo sobro.
Y no pasa por el cariño o aprecio que me tenga, pasa, porque familia es familia... yo lo entiendo.
—¿Qué sucede? —Solei me susurra en lo que mis pensamientos se disuelven con el tono de su voz.
Intento sonreír, para tranquilizarla, pero no puedo, no me sale el ocultar este mal sabor en mi ser, es como si alguien apagara mi llama interior y depositará toda su tristeza en mi.
—Algo me tiene intranquilo, y no sé que es...
Solei pone su mano sobre mi mejilla, provocando que el aroma a su perfume ingrese en mi, amo sentirla así, me hace sentir cálido, seguro, y aunque sé que es un efecto de sus poderes y su marca, también se que es gracias al amor que le tengo. Su especialidad es borra las preocupaciones, el problema es que este es un presentimiento, y no se va.
—¿Han visto mi caja de insignias, estoy seguro que lo traje? —La voz de Luriel viene desde la sala.
—¿Estás seguro? —Pregunta Solei yendo junto a él, yo la sigo por que quiero observar la escena y burlarme del muchacho en cuanto encuentre la oportunidad, al fin y al cabo, así se fortalece nuestro vínculo.
—No... — Luriel sonríe a su madre —. No estoy seguro, es que salí tan rápido de casa que no recuerdo I lo guardé o no.
—¿Sabes que no te dejaré entrar al internado sin la insignia de segundo año verdad? —digo tomando un chocolate de la mesita de la sala.
—¡Oh! Claro, por que la insignia determina mi capacidad de aprendizaje —Luriel hace un gesto de burla, yo solo rio, porque sabe que no haría semejante cosa, y no porque sea conciente de que eso no determina si saber, si no, por que odio las formalidades.
Pero, a pesar de ello se nota muy interesado en recuperar sus insignias, así que busca su celular y disca un número. Se va hacia el pasillo, mientras lo escucho decir:
—Hola, pa... me haces un favor ¿sabes si dejé mi caja de insignias...
Me siento en el sofá y tomo otro chocolate mientras en mi cabeza se siguen atando hilos de emociones que no comprendo aún, cuento los segundos como si eso fuera a disminuir en mi la ansiedad que se generó a causa de la incertidumbre de mis premoniciones, algo oscuro y gigante se acerca, y no quiero imaginar lo terrible que será.
—¿Estás bien Orko? —Pregunta Luriel quién también se sienta en el sofá, me mira analizando mis facciones, y lo sé, porque sus ojos no se detienen en los míos, si no que recorren mi rostro.
—Mmmm, hay algo que no me cierra en el aire.
Luriel aprieta su mandíbula, y lo reconozco de inmediato, él siente lo mismo que yo. Se levanta y va hasta el frigobar de la sala, saca una lata de Cocacola, la abre y bebe el contenido.
—Siento exactamente lo mismo —confiesa, justo cuando en la sala ingresa Josefina.
Los ojos de la niña están rojos, cargados de lágrimas, sus mejillas rosadas, y sollozando como si le faltara aire.
Luriel deja su lata sobre la mesa y va hasta su prima a tomarla en brazos.
—Los llevé —dice entre sollozos, Solei y Edara vienen corriendo al escuchar el llanto y yo no soy bueno en estas situaciones, así que no tengo idea de qué hacer.
—¿A quienes mi amor? —pregunta Edara, tomando a su hija en un abrazo en lo que Luriel la suelta.
—A los nuestros, a 6 de los nuestros. —La piel se me eriza y automáticamente volteo como para salir de la habitación.
—¡Orkias! —La voz de Solei se impone sobre mi —¡No! No vas a ir, ese no es tu trabajo, para eso están los protegidos del primero.
—Solei...
—No es tu trabajo, ni el mio, y si te sigues ocupando de lo que no debes, solo terminaras cansado.
—Yo si quiero ir, madre. Soy un protegido del primero...
—¡No! —decimos al mismo tiempo los presentes para callar a Luriel. Solo aprieta sus manos en puños y queda quieto, como esperando que la tensión diaminuya, en él se refleja las ganas de ir.
—¡Ninguno de nosotros irá! Es una orden —habla Solei de forma autoritaria. Luriel te vas a dormir, Edara, enseguida preparo un té para Jose, también vayan a dormir. Y tú —Me apunta —, también te vas a la habitación ahora.
—Sí, consejera. —respondemos todos al unísono, reconocemos el tono de una orden, y ese, no se desafía.
Luriel toma una lata nueva de CocaCola y la pretende llevar, pero su madre se lo arrebata de las manos.
—¡Mucha azúcar por hoy!
—Mañana no podrás evitarlo ¿Cuál es la diferencia en que ya me dejes hoy? Total, ni permiso me das para ir a ayudar.
—¡No me desafíes Luriel Gianti! Te vas ahora a la cama.
El niño hace una mueca y se va.
—No hacia falta que le hables así Solei, él también está mal, el presentimiento de que algo va mal está en él latente, y a demás es un adolescente, necesita de tu comprensión ahora.