Noche reveladora.
Parte II.
Hay personas que entienden indirectas, otras que captan las señales, pero mis favoritas, sin duda, son aquellas que saben leer el ambiente sin que haga falta decirles, esas que tienen los pies puestos en la tierra y entienden la posición en la que están.
Diana McCarthy no era ninguna de las anteriores.
Su comportamiento es igual a la de una niña que ignora el hecho que hace unos minutos estaba decidida a acabar con su vida y que a su lado está la persona que la manipuló para que cometiera tal pecado.
Creo que su emoción por saber que mi desprecio hacia ella tomó otro rumbo es más grande que su inteligencia.
Me atrevería a decir que con quince años ni siquiera diferencia entre el bien y el mal; es como una de esas odiosas personas que ven un rayo de bondad en quienes no tienen salvación.
—Oye, Nova—lo que faltaba, ahora me tutea—. ¿Te dormiste?
— ¿Qué quieres?
— ¿Te gusta mi hermano?
—No—respondo sin pensarlo dos veces.
— ¿Y entonces por qué no lo mandas a freír espárragos?
— ¿Crees que no lo he hecho ya? Tú hermano es alguien súper molesto y súper metiche. Igual que tú, duérmete.
—O alguien que sabes que necesitas.
Con la poca luz de luna que se filtra por el ventanal sin cortinas, noto como se tensa al darse cuenta que me he sentado en la cama a verla. ¿Las neuronas van disminuyendo por generación?
—Yo solo... Pensaba que, bueno...
— ¿Me tienes miedo? —más que pregunta fue una afirmación—. ¿Has escuchado los rumores?
—Si... —se sentó.
—Dime el más retorcido—alenté, deseosa de cavar en su mente—. El que más te haya llamado la atención.
Lo pensó un momento, luego extiende su brazo para sentar al zorrillo en su regazo y acariciarlo como si fuera una mascota normal.
—Oí que mandaste a una chica al psicólogo.
— ¿A parte de ti?
—Le hiciste creer que un chico la seguía cuando en realidad nunca existió.
Sonrío.
—Ah, si—abrió los ojos espantada—. El chico era un estudiante del turno de la tarde, me debía un favor así que le pedí que la siguiera y se dejara ver. Convencí a sus amigos de que fingieran que el chico no existía, les dije que era para "gastarle una broma" y ellos me siguieron el juego. Lo demás fueron detalles sin importancia: los mensajes, los extraños regalos, hacerla creer que había perdido la cabeza... lo normal.
Abrió la boca sorprendida.
—Ella se lo buscó, nos acusó a Megan y a mí. Y si has visto la verdad, sabrás que la mente maestra fue Megan, yo solo lo lleve a cabo.
—Megan no sería capaz de eso.
Reí ante su ingenuidad.
Hay tantas cosas que no sabe.
— ¿Y sobre la desaparición de Liam Horan? Tú le...
— ¿Le pague a los italianos? No.
— ¿Y qué fue lo que pasó?
—Sinceramente no lo sé, casi ni lo conocía, a decir verdad, no sé por qué mezclaron su ausencia conmigo.
Ambas nos volvimos a acostar, le di la espalda a propósito porque sabía que me estaba viendo. Pero cuando pensé que eso había sido todo...
— ¿Es por eso que estás con Brayden? ¿Porque no se deja guiar por lo que dicen los demás?
Guardé silencio.
— ¿Es por eso que no lo has mandado a la mierda? ¿Por qué necesitas a alguien que te descubra?
—Ya duérmete, Diana—di por finalizada la conversación.
¿Si necesito a alguien que me descubra?
No, Diana, si por mí fuera no tendría a nadie a mi lado. Tu hermano solo es una piedra en el zapato que por alguna razón no me quiero quitar y que ahora, tengo que proteger.
No supe si pasaron horas o minutos, pero los ronquidos de Diana son asombrosos.
2:15 a. m.
La casa se escucha vacía. Me levanto con cuidado, el zorrillo me siente pero no hace nada, se acurruca en el vientre de su dueña.
Esta es la venganza más rara a la cual me he tenido que enfrentar, la idea era sembrar la semilla de claustrofobia, encerrarla con la peor sustancia del mundo, lanzarla a un animal con rabia y demostrarle que nadie se mete conmigo, ¡No que domesticara a la venganza y le pusiera nombre de un trastorno griego!
Bajo a la cocina sin hacer ruido, pero me llevo la sorpresa de encontrarme a un adolescente en pijama atiborrándose una bolsa de papitas junto con su perro.
— ¿No puedes dormir?
— ¿Mi hermana sigue viva?
— ¿Qué no escuchas los ronquidos?
Sonrió.
— ¿Edipo te recordó?
Paso de largo llevándome su mirada, le digo lo que busco y se alza a sacar un vaso de la alacena, al hacerlo su camiseta se levanta mostrando la V que sobresale de su abdomen. Me entrega el vaso y lo tomo un tanto... atontada.
¿Cómo puede tener un cuerpo así con todo lo que come?
—Gracias.
Abrió los ojos con falso asombro.
— ¡Qué sorpresa! Mí no novia fue amable.
Ruedo los ojos y abro la nevera, aun con la imagen en la cabeza.
—No soy tu no novia, tampoco tú si novia—saco la jarra y me sirvo agua—. No soy tu amiga, ni espero serlo. Pienso que eres la persona más molesta que he conocido y también la más estúpida.
—Que amable.
—Tú y yo no somos nada, así que deja de estar mentalizándote otra cosa.
—Te gusto. Admítelo.
—No—tira un puñado de papitas al suelo que Zeus se lanza a demorar y yo vuelvo al tema—. Aun así—guardo el agua—. Pienso que eres buena persona.
—¿En serio me mandaste a la friendzone?
—Agradece que te tomo en cuenta para algo —sigo jugando.
Deja la bolsa de frituras a un lado y se acerca a mí, esperando que yo retroceda, pero no lo hago, mucho menos cuando su respiración tocó mi frente y levanto el mentón.
—Bajar la guardia no te matará.
—Lo hice una vez y no salió bien.
—Ya te he dicho que me dieras una oportunidad.
Editado: 27.04.2024