Una linda cara desata el infierno en Belmont.
Parte I.
Muchas cosas malas se han desatado en Belmont últimamente.
Parece que la semana estuviera maldita con las peleas a la salida, discusiones entre amigos, el acoso constate de los paparazzis hacia Ethan Nilsson desde que se descubrió su secretito, el arresto de Rafa y ahora esta mierda de una lista de los chicos con los que presuntamente Debrah Baker se ha acostado.
Bajo la cadena del retrete con los recortes de periódicos que Sombra me ayudó a desaparecer, aunque ya es tarde, los pocos que lo vieron corrieron la voz publicando la lista de conquista en las redes sociales.
¿Cómo se le ocurre hacer eso?
— ¿Que se le fundió el cerebro?
—A lo mejor —responde él en el cubículo de al lado.
— ¿Cómo pudo salir esto a luz pública?
—De eso no sé nada —se defiende porque sabe la bronca que quiero armarle—, si no fuese por el mensaje que me mandaste no tendría idea.
—No lees las noticias —más que pregunta fue una afirmación.
— ¿Para qué si está el Instagram?
Lo escucho romper unos cuantos papeles y tirar de la cadena.
— ¿Te imaginas que la poceta se tape? —suelto de la nada, pero ni eso parece darle gracia.
—Aparezco ahí, Nova —suspira, lamentado.
— ¿Y qué quieres que haga? ¿Te busco el cuchillo, el tenedor o el cloro? Tu responsabilidad era cuidarla a ella y a Megan. Ahora que se habla de ti tu negocito quedará en quiebra.
—Muérete —me gruñe—. Si no tengo anonimato...
—No puedes moverte en la oscuridad, si ya sé, lo dice en tu tarjeta de presenta detrás del servicio de travesti.
El estruendo de la puerta y sentir como su sombra se cierne sobre mí me da a entender que se cabreo muchísimo.
— ¿Qué? ¿Te ofendí?
Me hace tragar mis palabras con la pila de periódicos que me lanza.
—Que delicado —cojo los primeros tres periódicos y los rompo.
No lo veo, pero tampoco me hace falta saber que se desquita con los periódicos que vuelve trizas imaginando que es mi cuello.
El descanso que nos tomamos es solo para ver como la lista de hace una hora se ha popularizado sumándole más nombres. Garreth me muestra las fotos editadas de forma denigrante de Debrah y yo los videos estúpidos de quienes aseguran haber hechos las mil y una cosas con ellas.
— ¿Él no era gay? —Asiento cuando me devuelve mi teléfono una vez acabada la entrevista.
— ¿Dónde está, Debrah?
—Está llorando, detrás de las gradas.
Me molesta lo irresponsable que es, a parte de escribir sus pecados y dejar que lo publiquen, resulta que tampoco tiene la inteligencia de salvaguardar lo poco que le queda de dignidad escondiéndose como se debe.
— ¿Puedes tu solo? —Asiente, sacando un encendedor—. Yo también tengo la fantasía de quemar Belmont, pero tampoco es para tanto. Espera a la graduación
De mala gana se limita a solo romper con sus manos las copias que faltan. Salgo del baño de mujeres y un grupo de insectos de segundo año me abren paso con la cabeza cabizbaja cuando se dan cuenta de que las escuche cotorrear.
Empujo las puertas metálicas y las desafinadas notas de la banda escolar me estropean los tímpanos. Camino por el campus ignorando a los atletas que corren a toda velocidad dejando su sudor en la pista y yo me introduzco debajo de las gradas más viejas y oxidadas para verla en posición fetal.
—No puedo dejarla ni un minuto solo —murmuro para mí misma mientras me acerco.
Debrah no nota mi presencia y así mejor, tomarla desprevenida la hará bajar la guardia.
Me prometí mantenerme lejos de ella para que siguiera con su vida normal y no meterla en más problemas. Los recuerdos desfilan por mi mente y terminan como nudo en mi garganta.
Siempre la vi como un animalito tierno e indefenso que debía cuidar y defender, pero cuando la deje sola, el animalito cayo en mierda, fue humillado, denigrado y pisoteado.
Ahora ya no era la presa, era la cazadora.
— ¿Qué te pasa ahora? ¿Victoria Secret volvió a rechazar tu solicitud? —meto mi mano en los bolsillos de mi chaqueta, evitando sus ojos.
Tengo una debilidad agobiante por esta pelirroja que tira a mis pies la página principal del periódico.
— ¿Que no te llevaron el delivery?
—Vi las fotos en Facebook —el maquillaje se le empeora cuando limpia las lágrimas negras—. Sé que te vale pito lo del periódico. Nos han dicho y hechos cosas peores.
Esboza una sonrisa melancólica.
— ¿Quién me asegura que realmente no hicimos un trío?
—A menos que nos hayan drogado a ambas yo no recuerdo. Aunque claro, estoy segura que tú no lo olvidarías ya que conmigo...
—Me enamore.
Mi cerebro trata de procesar lo que acaba de decir, pero... ¿qué?
—Es broma ¿cierto? —inquiero con una sonrisa incrédula. Solo una persona me viene a la mente—. ¿Nayet?
Me parto de risa cuando me lo confirma. Hasta me falta el aire.
— ¿Y de donde salió esa estupidez de la lista?
—La empecé después de que Adrián se fue —confiesa—. ¿Conoces a Garreth?
¿Qué si lo conozco?
—No, pero tiene nombre de perro.
—Es una especie de novio, es muy lindo, tierno y bueno para mí, pero ahora no solo sabe lo de la lista, sino que también resulta que me gusta... ¡ese! —escupe con asco.
— ¿Es por eso que lloras? —me rio—. Regla número 5, Debrah.
—No llorar por lo inevitable —responde automático.
—Sabes muy bien que nada se mantiene en secreto aquí en Belmont, y lo de Nayet ya estaba escrito, si persona equis estuviera aquí me pagaría.
— ¿¡Cómo iba a saber que el diario saldría de mi habitación?!
—Es porque jamás salió, Debrah. Le tomaron foto —Refunfuña con el rostro hundido en las rodillas. Me abstengo de ir a consolarla y decirle que yo misma resolvería todo este lío—. ¿Y la regla número 3?
Editado: 27.04.2024