Bungee.
— ¿Entonces ese tipo te va a seguir a partir de ahora para que estés bien?
Mire al oficial cero encubierto sentado en la banqueta detrás de nosotros. Nos ha seguido como Dante había prometido, pero no me viene siguiendo a mí exactamente.
—Seeh...
Prefiero que crea que me cuida a mí que a él.
—Sera temporal —aseguro—. Si no estás a gusto con él podemos ir a otro lado.
— ¡Para nada! ¡Vamos!
Me hala para no retroceder.
El viento me despeina, el aire frio se cuela en mis pulmones con la punzada de vértigo que se implanta en mi cóccix cada que me entra valor y miro hacia el vacío.
— ¿Por qué estoy aquí? —me pregunte a mí misma.
Una mujer se me acerca a ajustar el arnés, dudo si de verdad esto vale la pena y no encuentro razón lógica por la cual me encuentro en un puente a 40 metros de altura con mi vida a punto de colgar de un hilo.
—Porque lo prometiste y porque me amas —respondió Brayden.
La mujer de seguridad ríe mientras me ajusta la correa.
—Yo no prometí nada, no accedí a nada y mucho menos te amo —le borro la sonrisa de tarado—. Tocaste el claxon como loco y mi vecino vino hasta mi casa a exigirme que lo dejaras dormir.
—Que agradable señor.
—Te iba a romper los vidrios del auto, Brayden —discuto—. También me amenazó con cortar mi árbol.
— ¿Qué apego emocional tienes con ese árbol? —curiosea sonriente cuando se asoma por el puente sin ningún ápice de miedo.
—Me ayuda cuando me escapo.
—También para poner nuestras iniciales.
Levanto la cabeza de golpe.
— ¿Qué? —voltea a verme confundido.
Me le quedo viendo intentando entender lo que había dicho. «Capaz y lo imagine»
Vuelve a mi lado cuando una chica se pone de pie sobre los escalones y salta al vacío gritando. Corrí a ver cómo se estrellaba contra el rio, pero algo aun peor pasó.
La cuerda que la sostenía se tensa trayéndola de vuelta a lo alto, el cuerpo parece que no tuviera vida por lo ligero que parece. Ha dejado de gritar, se desmayó, y eso me hace retroceder.
—Nos toca.
— ¿Nos qué? —entro en pánico.
—Vamos.
— ¡Ira tu abuela! ¡No haré eso! ¡Me voy a matar! —me desespero intentado desabrocharme el arnés, pero Brayden me detiene volviendo a ajustarlo esta vez más fuerte.
—Si lo harás.
— ¡No! —Le grito—. Apártate si no quieres que te empuje por el puente.
Toma mi rostro entre sus manos obligándome a calmarme.
—Lo harás —me asegura—. Te vas a arriesgar porque eres valiente y lo harás conmigo.
No sabía si reír o lanzarlo sin cuerda. Al final asentí, no sé cómo, pero lo hice, accedí.
Subí la escalera y la pequeña Yenyei que había en mí tembló cuando de estúpida miré hacia abajo y todo me dio vuelta.
—Como se nota que necesitas un baño será a la cuenta de cinco.
— ¡Cinco tu abuela! Ya no quiero —doy media vuelta para irme, pero él me jala apretando mi cintura.
— ¡Uno! —comienza.
— ¡Ya me arrepentí! —intento zafarme.
—Dos... Me puse protección por si me golpeabas las bolas.
—Te lo advierto, Andrea —me ignora con la mirada fija en la corriente de agua debajo de nosotros.
— ¡Tres...!
— ¡Brayden hablo en serio! —por nada del mundo me suelta y cada que me muevo él me atrae.
— ¡Cuatro menguantes!
— ¡Que no joder! —solté, aterrada.
— ¡Cinco!
— ¡NOO!
Y saltó.
Fue peor que si me pegaran un balazo pues el viento me asfixiaba, doy vuelta en el aire con el pelo pegada en los ojos escuchando una risa a mi lado.
— ¡Maldito idiota!
Lo único que podía hacer era gritar, gritar, gritar y gritar. ¡Y qué más si estaba sostenida en el aire con miedo a que la cuerda en algún momento se rompiera! Mi espalda tronó con el primer tirón hacia arriba que me durmió las extremidades. Otro grito se escuchó y entre los muchos revotes tenía a Brayden riendo de cabeza.
Grité de nuevo y grité con fuerza:
— ¡Te voy a matar!
— ¡Aquí te espero, muñeca! —me gritó Brayden mientras nos subían.
En tanto los dos auxiliares tiraban de nuestras correas, por mi mente pasaban las mil y un formas de despellejarlo vivo. Intento verle el lado positivo al asunto, pero nada de eso me gustó. Ni el arnés, ni la altura, ni el salto, mucho menos la sonrisa del cabeza de maní de Brayden mientras yo lloraba en el aire.
A penas puse los pies en el pavimento quise besarlos y no separarme nunca de tierra firme. Empecé a quitarme los ganchos como loca, aun temblando.
—Eso fue divertido.
Inevitablemente eche mi mano hacia atrás y lo empuje, sus piernas tropezaron contra la baranda y los gritos fueron música para mis oídos.
— ¡Oiga! —Todos corrieron a ver lo que había quedado del idiota—. ¡¿Qué no ve el peligro que corrió su novio!?
— ¿Estaba amarrado?
— ¡Afortunadamente sí!
Que lastima.
—Entonces no hubo ningún peligro.
Sonreí cuando logré quitarme el puto arnés.
Hago entrega de la maldita cosas mientras enderezan a Brayden en las escaleras y le quitan la única cuerda que lo sostenía.
Ojalá y se le hubiese roto.
No dice nada mientras nos montamos en su auto, más bien, no me mira desde que volvió a subir y entendió que no bromeo cuando me molesto.
—Por aquí no queda mi casa —vuelvo la vista a los mensajes.
Ya no está y eso por lo menos contrarresta lo mierda que ha sido el día de hoy con los benditos rumores sobre qué me secuestraron para trata de blancas.
—Ya sé, iremos a la playa.
—No tenemos trajes de baños.
Se encoje de hombros, soltando una simple respuesta:
—Pues será desnudos
—Te picaran las aguas malas —le sigo el juego.
— ¿Y quién dijo que nos meteremos a nadar?
Se me cae el teléfono.
Editado: 27.04.2024