Por segunda vez en poco tiempo, Sophie volvio a verse frente a la puerta cerrada del despacho de Nicolo. Se froto el hombro que el le había agarrado con fuerza para sacarla de allí. No había conocido nunca a nadie tan terco y mal educado como el.
Christos ya le había advertido que Nicolo no iba a ser fácil de convencer y que iba a tener que usar todas sus armas para conseguir que fuera a la Junta. Pero, de momento, ni siquiera había conseguido hablar con el. Aún así, había logrado vislumbrar una grieta en su armadura cuando le había mencionado a su hermana. Nicolo creía que Lucila debía ser la directora general de la empresa. Creía que, si conseguía convencerlo de que Christos iba a estar abierto a las sugerencias de Lucila, quizás pudiera persuadirlo para que fuera a la importante reunión en Londres.
Por muy frío y duro que pareciera, le había parecido ver un breve destello de emoción en su rostro cuando le hablo de su hermana. Era todo lo que necesitaba para no darse por vencida. Estaba convencida de que conseguiría su propósito si probaba con una táctica distinta. Sabia que no le convenía volver a entrar al despacho, estaba segura que no iva a recibirla con alegría. Prefería darle unos minutos para que se tranquilizar y regresar después con una ofrenda de paz. Creía que quizás así conseguiría al menos la escuchara. Fue a la cocina. Era la hora de la comida y decidió tentar a Nicolo con un buen bocadillo. Pero no tardó mucho en descubrir que en la nevera sólo había un pedazo de queso caducado y un par de filetes de ternera crudos. Miro a la despensa y en los armarios, pero no encontró nada. Le habría encantado poder prepararse una taza de té, pero tuvo que conformarse con un café. Al fondo de uno de los armarios había encontrado un paquete de galletas.
Lo puso todo en una bandeja y volvió al despacho, pero no obtuvo respuesta alguna cuando llamó a la puerta. Sin pensárselo dos veces, abrió y entro. Le dedicó una alegre sonrisa mientras colocaba la bandeja en la mesa, de lante de Nicolo.
_Pensé que le gustaria comer algo y pensaba hacerle un sándwich, pero a parte de un par de filetes crudos, no he encontrado nada más en la nevera. Supongo que toda esa carne roja es para Dorcha. ¿Que es lo que ceba usted?
_Filetes _repuso Nicolo gruñendo_. Y poco hechos _agrego mirandola a los ojos_. ¿A qué demonios se supone que está jugando, señorita Ashdown? Le dije que se fuera de aquí, de la casa, no que fuera a curiosear en mi cocina.
_ La verdad es que no hay mucho que curiosear _repuso ella_. Y habría estado demás que me hubiera ofrecido una tacita de té después de haberlo venido a ver desde Londres.
_Si a venido es porque a querido hacerlo. No es problema mío que aya decidido perder el tiempo de esa manera. Ya le deje muy claro a Giatrakos lo que pienso de su maldita reunión.
Sophie habia acercado una silla a la mesa, pero tomo la cafetera antes de sentarse.
_Le sirvo un poco, ¿le parece? _le comento ella.
_Mamma mia! _exclamó Nicolo_. ¿Que es lo que no ha entendido de lo que he dicho, señorita Ashdown? ¡Váyase de mi casa!
_No tengo la intención de irme, lo siento _le dijo con calma.
_En ese caso, estoy en mi derecho de obligarla a salir.
Nicolo se puso de pie y fue hacia ella. Estaba fuera de si, ni el mismo comprendía la intensidad de su enfado. Llevaba años sofocado sus emociones, decidido a no permitir que su carácter lo dominará al punto de perder el control. Las cicatrices que cubrían un lado de su cuerpo eran un recordatorio constante de lo que era capaz cuando perdía la cabeza. Sophie se quedó sin respiración viendo lo furioso que parecía estar Nicolo. Apretaba la mandíbula y la dominaba con la mirada. Lamento en ese instante no haberle hecho caso. A pesar de la tención del momento, no pudo pasar por alto lo interesante que eran sus ojos, los iris, de color marrón claro, estaban rodeados por una banda de color verde oliva que era muy poco común y extrañamente fascinante.