La noche estaba fresca aunque no había llegado aún el invierno así que Rachel se arrimó más a Carlos.
Estaban en la casa del árbol, pasarían la noche allí al menos ella y Carlos.
Lo mejor hubiera sido colarse en la casa de la abuela por unas mantas o algo de ropa; pero no se sentía preparada para enfrentarla si la descubría, más cuando en teoría, ella estaba con su padre en la casa del pueblo.
Igual era algo que tendría que enfrentar, su mentira tenía los días contados; pero como todo, llegado el tiempo, actuaría al como se diera.
En solo un par de horas, su vida se había vuelto un completo caos y la verdad no podía esperar mejoras en un futuro próximo, menos aún saber cómo arreglarlo.
Mateo había ido a averiguar cómo habían quedado las cosas luego del incendio; aunque casi se podía decir que huyó de ellos, la tensión había sido palpable, el plan de Carlos tenía demasiados cabos sueltos y esa idea parecía afectar fundamentalmente a Mateo. Ella, simplemente no era capaz de asimilar ni una cuarta parte de lo que había pasado ¿cuánto menos de lo que había escuchado?
Se verían en la mañana y definirían qué hacer en base a lo que averiguara Mateo… Y entonces, ese "mañana" que tanto le asustaba, empezaría a correr entre ellos...
«Mañana»
No quería pensar en eso; sólo le importaba el ahora tangible al alcance de sus manos, uno que empezaba a sentirse escaso.
— Te hiciste daño... —Rachel se fijó en la piel irritada en el brazo de Carlos que no estaba pintado y sopló sobre ella.
Lo vio hacer una pequeña mueca antes de girar su rostro hacia ella
—No es nada, es solo una leve quemadura, el componente de la pintura ayudó a que no me hiciera mucho daño además de que pasé rápido, sólo es una pequeña molestia... —lo vio titubear— ¿Cómo estás tú...?
¿Cómo estaba ella? no quería pensar en cómo estaba, por fuera se veía entera, pero por dentro...
Levantó su rostro hacia el de Carlos y elevó su mano hasta acunarle la mejilla pintada, recorrió con su pulgar el camino de piel hasta el labio inferior de Carlos y tiró de él hasta liberarlo de le presión que los dientes ejercían de forma nerviosa sobre ellos
Le acarició la suave piel enrojecida.
«Destrucción y muerte» ¿Cuánto de verdad tendría la leyenda que aún se leía en la parte superior de sus cuerpos?
—Vamos —se levantó y extendiendo su mano hacia Carlos.
***
Caminaron en silencio con los dedos entrelazados, no se detuvieron al llegar al río si no que se adentraron en él hasta que el agua les dio, al menos a Rachel, por la cintura.
Se posicionaron uno frente al otro, disolviéndose entre la noche, el silencio y los secretos...
Rachel cerró los ojos y se dejó hacer al sentir las manos de Carlos enjuagando su pelo y su rostro.
Lo ayudó un poco llevando agua hacia su cara con las manos, pero al final eran los dedos de Carlos los que iban removiéndole la pintura poco a poco.
Lo sintió más cerca y dejó caer la frente contra el pecho de Carlos mientras sentía sus dedos en la nunca y en los hombros; toques que se intercalaban con el suave tacto de sus labios en pequeños besos sobre la piel que se iba limpiando.
El murmullo del río y las profundas respiraciones de ambos se mezclaron en una hipnotizante melodía que parecía tener el poder de aislarlos absolutamente de todo.
Abrió sus ojos y la realidad la golpeó al observar el torso aún pintado de Carlos.
Las últimas horas le sobrevinieron como una marea y la rabia y la impotencia la mordieron con fuerza.
Las uñas de Rachel se enterraron raspando el pecho de Carlos, quería borrar la imagen delante de ella como si de ese modo pudiera liberarse de los recuerdos; pero algo así no parecía dar mucho resultado.
—¿Rachel? ¿Qué te pasa? ¿Qué ha...? —la voz preocupada de Carlos se perdió en su cabeza.
De un sólo movimiento se quitó el crop top quedando desnuda de la cintura para arriba también ella, apretó la tela en un puño, la humedeció y empezó a frotarla con fuerza contra el torso pintado de Carlos mientras las lágrimas llenaban sus ojos.
...
Carlos no sabía cómo reaccionar ante la actitud de Rachel, ponía tanto ahínco en sus movimientos que la fuerza de su brazo lo empujaba hacia atrás constantemente.
Sus sollozos la delataron, ¡¡estaba llorando!! Instintivamente la abrazó y la sintió temblar entre sus brazos.
—Ya, mi amor, estoy bien, todo estará bien, no hicimos nada malo, no somos los malos...
¿No lo eran?
Se apartó de ella y se inclinó para frotarse con fuerza él mismo la piel del rostro; estaba cansado de representar el papel que le habían otorgado otros.
No, ni él, ni Rachel, ni Mateo eran los malos.
Volvió su rostro hacia Rachel y se le secó la boca ante la imagen que le devolvía ella, sus hombros aún temblaban por el repentino llanto, pero sus senos desnudos (la única parte de su torso que no había sido pintada) subían y bajaban al ritmo de su respiración aun entrecortada.
Le quitó el crop top de las manos y se acercó embobado ante la visión semidesnuda del cuerpo de ella.
Con movimientos circulares fue removiendo la pintura del cuello y la clavícula de Rachel hasta llegar al nacimiento de sus senos.
El aire empezó a cargarse de una electricidad diferente que le erizaba la piel a ambos mientras se hacían conscientes de la condición en la que se encontraban.
La mano de Carlos pasó rozando sutilmente uno de los pezones de Rachel hasta posicionarse sobre la piel de su estómago. Sus dedos temblaron mientras sus movimientos se volvían más profundos, más lentos. Siguió limpiando y rozando la piel del estómago, la cintura, el vientre... hasta detenerse en el borde del beiki short que llevaba ella.
Subió los ojos y se topó con el rostro de una Rachel que lo miraba con los labios entreabiertos y las pupilas dilatadas.
No supo si él la atrajo hacia sí o sí se acercó ella, solo en un momento su brazo la asía por la cintura hasta tenerla totalmente pegada a su cuerpo.
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Editado: 13.05.2022