Los Secretos del Joker

Capítulo 34

Rachel caminó como una autómata hacia su balconera, la figura que se vislumbraba entre las sombras no le transmitía ni preocupación ni miedo; de hecho, no era capaz de sentir absolutamente nada, su mente parecía haber entrado en algún tipo de letargo emocional después de haber llorado tanto y por tantas horas.

Carlos estaba allí, lo sabía incluso antes de poder distinguir sus rasgos, ¿y ella? ¿Cómo se sentía con eso?


Carlos contuvo el aliento al ver que Rachel atravesaba las puertas. No había esperado hablar directamente con ella; de hecho, ni siquiera sabía cómo había terminado en el balcón de su apartamento. Se sintió tan perdido en los recuerdos que su instinto lo llevó irremediablemente hacia ella, absorbido por la necesidad de revivir otra vez en su abrazo.

La vio detenerse a sólo un metro de distancia, los ojos enrojecidos no le restaban belleza al maravilloso contraste de su pálida piel con su pelo y sus tímidas pecas; el fino camisón que llevaba no dejaba nada a la imaginación despertando en él sentimientos contradictorios; por un lado se percataba de cuánto la habían añorado sus manos y sus besos; pero por otro lado, la imagen que le devolvía evocaba otro culposo recuerdo, el de la noche en la que la había besado por última vez, en la que la había perdido para siempre; porque esa mujer que tenía en frente no era la misma niña en la que su alma había encontrado resguardo, Rachel había cambiado, no sólo físicamente...

— Me odias... —afirmó sintiéndose repentinamente angustiado al descifrar lo que le transmitían sus ojos— prometiste que no lo harías...

— Nos prometimos muchas cosas... ¿no es así, Carlos?

Carlos sonrió sin ganas y bajó la cabeza.

«Promesas» ¿Habría podido cumplir alguna de ellas? ¿Acaso él no había querido cumplirlas todas?

— ¿Qué quieres, Carlos?

La voz seca de Rachel le cayó como una patada en el estómago. No importaba si no tenía derecho, no podía aceptarlo, no soportaba sentirse un completo extraño para ella.

Avanzó aun cuando ella retrocedía con pequeños pasos, no se detuvo hasta acorralarla contra la pared al lado de la balconera. Se atrevió a más y extendió una mano hasta rozar con los dedos su cadera, fue subiendo poco a poco sin apartar en ningún momento la vista de sus ojos; la piel sensible de Rachel reaccionó inmediatamente a su tacto y Carlos festejó internamente al ver que al menos no le era indiferente a su cuerpo. La lujuria ciega despertando entre ellos, las máscaras cayendo...

— ¿Qué quieres tú, Rachel? —espetó a escasos centímetros de su rostro.

La vio separar los labios pero nada salió de su boca, y al segundo siguiente tenía esos labios arropando los suyos en un beso hambriento. Casi suspira de alivio al sentirlos de nuevo, el dulce sabor de la boca de Rachel nublaba todos sus sentidos proporcionándole el escape que desde siempre le habían otorgado sus besos.

Se frotó contra ella e intentó aumentar el contacto dirigiendo una de las piernas de Rachel hasta su cadera, el estímulo se volvió fuego líquido para ambos; a pesar de que la ternura y el amor no se sentían al final de los besos, las reacciones físicas de dos cuerpos que se desean explotaron entre ellos.

Rachel se impulsó hasta rodearle la cintura con las piernas, sosteniéndose por completo del cuerpo de Carlos. —"Amo a quien me mata..." (1)— Contrario a toda lógica, ella se sentía despertar al fin en los mismos brazos que habían puesto una soga en su cuello.

Se aferró a Carlos mientras éste la cargaba hacia la cama, y en medio segundo sintió el suave colchón debajo de su cuerpo.

Los besos de Carlos se trasladaron hacia su cuello y Rachel enterró los dedos en el espeso cabello de Carlos levantándole la cabeza halándolo por ellos. 

Él la miró con temor, casi con miedo... a pesar de la muda súplica que se le leía en los ojos, cedió al suave empuje que ella ejercía sobre sus hombros. Se sentó en la cama y la miró sin ocultar la melancolía en la que lo había sumido ese simple rechazo.

Rachel se arrodilló entre sus piernas y lo observó a conciencian, temiendo por un momento al sentir cómo su propio corazón se le escapaba de las manos... —Los ojos musgo dilatados y húmedos, la boca enrojecida por los recientes besos, los rasgos masculinos tan conocidos y a la vez extraños, el amplio pecho que subía y bajaba aun afectado por lo que habían estado haciendo...— Podía recrear en su mente todas las características del cuerpo de aquel a quién había amado; no obstante, la versión que permanecía en su recuerdo no tenía casi nada que ver con la del hombre que se presentaba vulnerable frente a sus ojos; había cambiado, los afilados rasgos se habían vuelto más profundos, más hermoso, más masculinos... El pecho más amplio, la figura más esbelta, los músculos muchísimos más tonificados se marcaban aun por encima de la ropa...

Esa versión de Carlos le era totalmente desconocida, y le dolió haberse perdido los moldes del tiempo sobre su cuerpo, se le volvió visceral la necesidad de reconocerlos...

Los dedos de Rachel temblaron cuando se agarró el borde del camisón, pero aun así le bastó un sólo movimiento para quitárselo por encima de la cabeza. Se erigió ante él con la fina braga como única barrera contra su desnudez completa.

Los ojos de Carlos se perdieron bajando lentamente por su clavícula, la curva de sus pechos, su vientre...
Su meticuloso escrutinio la hizo vibrar de deseo.

Se acercó a él acunándole el rostro y capturó sus labios en un beso lascivo, lento. Sus manos tantearon su ancha espalda odiando la tela que se interponía entre ellos. Un suave gruñido de protesta fue señal suficiente para que Carlos también se desvistiera

Se tomaron su tiempo para admirarse el uno al otro, involucrando en el proceso manos, ojos, dientes, besos... amando y odiando cada nueva cicatriz, peca, curva, músculo, bello... absorbidos por las perfectas imperfecciones, tocando y besando sin pedir permiso, como si se supieran dueños el uno del otro.



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En el texto hay: misterio, dolor, amor adolescente.

Editado: 13.05.2022

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