Otra de las posibles leyendas de los Berthol
Al despertar Jaime, se vio en un cuarto con poca luz. Era como una sala de operaciones en un primer piso. Jaime estaba acostado en una cama de hospital, de metal, y con un colchón gastado, y repleto de polvo. En la parte superior un mueble con instrumentos quirúrgicos. Del otro lado otro mueble. La puerta estaba al frente de él, y de allí daba a otros pasillos. Las paredes estaban repletas de humedad, como si el agua se filtrara desde algún lugar de la tierra, en donde el exterior es muy lejano para salir de allí. Permaneció impoluto pensando unos momentos en todo lo ocurrido, y no podía creer aun lo que acontecía. De todas maneras estaba vivo, o eso suponía. Escasamente tenía movilidad, los golpes en su cabeza le hicieron estruendo como si un volcán realizara una erupción.
La respiración era normal, y no tenía síntomas de otros golpes, por todo lo que había visto, era suficiente. Era suficiente en ese itinerante periplo que se habían desarrollado en todo el transcurso desde que entraron pasando las divisiones que hacen al pueblo del bosque. Primero habían salido de la ciudad al pueblo de Baba, luego en medio de una ruta árida y con polvillo surcaron una gran cantidad de paisajes que eran desérticos, hasta que se encontraron que había tenido un accidente. Después caminaron por un extenso páramo hasta dar con un arroyo, cuasi rio, entrado a un bosque extraño en todos sus sentido, y lúgubre. Cuyos arboles de robles parecían muertos, las vegetación acaba, y no había ni insectos ni animales. Un grupo de estudiantes, que había tenido un accidente, se encontraba en la misma situación. Todos estaban decididos hacer unas vacaciones en la playa, y por una de esas casualidades quedaron varados en la misma situación que nosotros. El cartel del pueblo, y unas letras que estaban en búlgaro, y croata. La leyenda de los siameses Berthol, y el pueblo de Baba. Luego recorrer aquel bosque sin encontrar nada por un camino de hojas amarillas, en las cuales podía notarse su fisonomía botánica. Luego piedras. Paso siguiente, pasar la noche, y al otro día descubrir que una parte de esas personas había desaparecido completamente. Su amigo que se había vuelto raro, y apenas hablaba. Continuaron hasta dar con el pueblo de Baba, al pasar por allí pensando que podían pedir
ayuda a los lugareños, descubrieron que era otro panorama él se les haría presente. Se dividieron, y las situaciones se fueron reproduciendo. El pueblo estaba divido en calles con casas bajas, con una niebla que opaca todo alrededor, hasta llegar a la plaza central, y luego lo que pareció una pesadilla interminable de eventos. Muertes viscerales, cuerpos en los suelos, piedras que caen, insectos gigantes, hombres despiadados sin rostro. Gente caminando sin rumbo como si fueran almas en pena, algunas destruidas mentalmente con sus rostros desdibujados, sus semblantes pálidos, otros en pedazos esparcidos por todos los rincones de cada sector. Los animales, y otros seres vivos corrían la misma suerte. Luego ver como cada compañero era masacrado, y a mi amigo jalado por caballos y desmembrados. Una tarántula gigante queriendo devorarme, y los siameses Berthol riendo por todas partes con sus caras desfiguradas de dos en uno. Y me vi ahí corriendo hasta la salida del pueblo a toda velocidad, lo recuerdo bien. Era a toda prisa, algunas piedras caían del cielo, y el tiempo que no transcurría pues se había detenido misteriosamente en alguna de sus formas sin poder proseguir, y corrí lo más que pude hasta alcanzar la línea que divide el pueblo al bosque, lo había logrado, sí, lo había logrado, y luego algo golpeo mi cabeza bruscamente, y me contuve como pude, hasta que me acosté por el magullamiento, y con ello fin de la historia. Y posteriormente despierto en una sala que parece de hospital con las paredes totalmente reforzadas, y con una temperatura baja, y humedad insostenible. No tengo solidez en mis huesos, y energía como para poder levántame.
El sueño se apoderó de Jaime, luego de todo el recuento, algunas señales de sueños se hacían presentes, ante tanto peregrinaje. Súbitamente abrió sus ojos, y pudo ver sombras que iban y venían, y desaparecían de la nada. Eso lo inquieto un tanto, sin embargo cedió al cansancio. Al cerrar los ojos, comenzó a parpadear sin motivo alguno, al abrir consecutivamente, pudo notar un atuendo, y una figura lo estudiaba sigilosamente. No eran sombras. La figura camino a una silla y tomo asiento. Jaime al verlo ladeo la cabeza, como para entrar si, ya que su mente estaba perturbada de todo suceso ocurrido.
- ¿Así que despertaste? – Le dice el hombre de los hábitos oscuros.
- ¿Quién eres? - le pregunta Jaime. –
El hombre se toca con el dedo la cabeza. Inmediatamente Jaime, se toca su cabeza, y hace un gesto de dolor. –
- Todavía sentirás el dolor. Es como común
- ¿Por qué? – pregunta Jaime
- Era mejor ello a que salieras, y el bosque terminase contigo. Aquí nadie sale, tu podrías salir, pero tu estado es muy endeble como para que sigas.
- Podía haber sorteado el bosque, sin problemas, este pueblo maldito, es un terror vivo.
- Querrás decir muerto. Por favor, apenas podrías continuar unas horas ¿O no has visto de lo que son capaces?
- ¿Y mis amigos?
- Todos muertos vivientes, que morirán día a día. Torturados como lo han sido todas las personas del pueblo.
- Pero, ¿por qué?
- Porqué cometieron la falta de destruir a la familia Berthol, cometieron las faltas y los pecados que te llevan al infierno.
Gerardo al decir esas palabras, recordó lo que los Berthol eran.
La familia Berthol, oriundos de la tierra de Bulgaria, y de origen croata, vinieron como inmigrantes a las tierras del pueblo de Baba, y al poco tiempo los tomaron como locos, y los desplazaban discriminándolos. Eran gitanos, parias, indigentes. Eran pobres, y tuvieron una vida difícil. Eran practicantes de la magia negra, y el esoterismo, y se dice que cuando los campos se secaban, y las vacas morían eran por su culpa, pues ellos eran los conocedores de los cuatro elementos de la tierra, el cielo, el agua, y el fuego. Durante sus generaciones sufrieron los avatares, golpes nefastos. Los gobernantes del pueblo incitaban a los demás pobladores manifestando que ellos eran los culpables. La policía local los perseguía, los encerraban estuprando a sus niñas, y torturando a sus niños. Los jueces legos, los sentenciaban a trabajo forzados. Sin duda eran la basura del pueblo. Hasta que nacieron ellos los siameses Berthol. El eco de las palabras se hizo llegar a todo el pueblo con una gran tormenta que propagó una niebla espesa, y maltrecha. Era por ellos decían, hay que acabar con ellos urgente. Y Fue cuando se dirigieron a la casa y la quemaron, como a toda la familia, pero no contaron que los bebes siameses y otro bebe, y
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Editado: 22.09.2023