—¡Es una locura! Calíope muerta ¿Y ahora esto? —Perseo se apretaba la cabeza, sintiendo que su familia se desmoronaba—. Apolo siempre fue un hijo de puta, pero ¡Hacer algo así! —En su consternación había olvidado que Aquiles compartía madre con Apolo y se disculpó.
El joven aceptó las disculpas, manteniéndose en silencio. Se negaba a creer que su hermano fuera capaz de algo tan repudiable, pero las evidencias eran contundentes. Incluso ahora había secuestrado nuevamente a su prima.
—Puede parecer una locura —empezó a decir Orfeo—, pero recordé una conversación que tuve con Calíope hace unos años. Eran las tres de la madrugada y no había llegado a casa todavía....
—¿Estás despierto... Hermanito? —La joven se tambaleaba, notablemente ebria.
—¿Cómo es posible que te expongas de esta manera? Una mujer ebria es vulnerable, si me hubieras llamado habría ido por ti —La ayudó a avanzar.
—No fue necesario, Apolo me trajo. Además, no te hagas el bueno conmigo, sé perfectamente que me tienes envidia porque papá me prefiere en vez de a ti.
—Pues no entiendo por qué te sigue dando dinero para que lo gastes emborrachándote. Dejaste los estudios y ni siquiera tienes un empleo.—En cambio a él, ni siquiera habían querido pagarle la universidad.
—Sólo diré que... ¡el conocimiento es poder! —rio, botando de un manotazo un costoso florero que se hizo añicos contra el suelo.
La sujetó del brazo para llevarla rápido a su habitación o despertaría a todos en la casa.
—Eres un desastre. Si fueras como Casandra, no me darías tantos problemas —se quejó, empujándola sobre la cama para luego quitarle los zapatos.
Ella dio una risotada que a esa hora resonó en toda la casa.
—¡Casandra es una mosca muerta! ¡Ella es la peor de todas!... Hasta yo tengo más escrúpulos.
—¿De qué hablas? —Le quitaba el vestido para ponerle su pijama. A pesar del tiempo, seguía vistiéndola como cuando era una niña.
—De que Casandra es una zorra... La vi follando con Apolo.
Orfeo casi se va de espaldas. Debían ser delirios de borracha.
—¡¿Qué mierda estás diciendo?!
—Lo que escuchaste. Aunque no puedo culparla... Apolo está como para comérselo —rio burlonamente, metiéndose bajo las sábanas.
—¡Estás loca, eso es lo que pasa! El alcohol te está pudriendo el cerebro.
—Si, si, lo que digas, pero guárdame el secreto... Quiero seguir teniendo alcohol y chofer gratis. Buenas noches.
—Al día siguiente, cuando toqué el tema, ella lo negó todo, diciendo que estaba borracha y en ese momento le creí. ¿Cómo... cómo algo así podía ser cierto?
Los tres jóvenes se miraron horrorizados. La puerta hacia una oscura verdad parecía haberse abierto ante sus ojos.
—Yo sabía que Calíope chantajeaba a Apolo. Él me dijo que era por un lío de faldas, nada importante, pero debió ser eso. —Las piezas encajaban para Aquiles.
—Entonces ¿tienen una relación? Si es así, Apolo no abusó de ella. —Orfeo intentaba racionalizar la situación.
—¡¿Y a quién mierda le importa si abusó o no de Casandra?! —A Perseo le costaba mantener la calma— ¿No te das cuenta, Orfeo? Apolo tenía motivo suficiente para matar a Calíope.
~❀~
—Intenta calmarte, por favor. —Josefina le sirvió un té a Alfonso, que seguía con los nervios destrozados.
—¿Cómo... cómo pudo pasar esto?
—Apolo es un árbol torcido. Tarde o temprano terminaría por arruinarlo todo. —Encendió su portátil para trabajar.
—Si no pasaras tanto tiempo trabajando... habrías criado mejor a Apolo.
Fue el colmo para ella, que la culpara por los errores de alguien más.
—Fuiste tú el que le enseñó cómo ser un hombre ¿No? Llevándolo a esos antros llenos de mujerzuelas ¡¿Qué esperabas que pasara?! Aprendió a tomar lo que se le antoja... ¡Si Apolo es un sociópata es por tu culpa! —Aunque se esforzaba por mantenerse calmada, Josefina estaba llegando a su límite. Su familia ya no volvería a ser lo que era nunca más. —¡Y si trabajo demasiado es porque tú te gastas el dinero en apuestas y putas! —Salió, dando un portazo. Minutos después, Antonio la encontró llorando en la terraza.
—Pensé que no tenías lágrimas —se burló, ofreciéndole un cigarrillo.
Ella llevaba más de veinte años sin fumar. Lo aceptó encantada, saboreando el humo que empezó a salir de su boca.
—Alfonso me culpa por lo de Apolo. —La mano que sostenía el cigarrillo temblaba levemente.
—¿Qué esperabas? Siempre ha sido un perdedor. Desde niños, siempre fue un marica llorón.
—Lo que más me duele, es que tiene razón...
Antonio la miró sorprendido.
—He tomado muchas decisiones malas en mi vida. Una de las peores fue seguir con un matrimonio por las apariencias. La primera vez que me engañó, debí tomar a los niños e irme lejos... —Un copioso llanto inundó sus mejillas—. Tal vez así podría haber salvado a Apolo... —La mujer, que siempre parecía de hierro por su frialdad característica, terminó por quebrarse, dejando salir el dolor acumulado durante gran parte de su vida.
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Editado: 02.07.2020