Florence era demasiado calculadora.
Pero aquello no era algo con lo que pudiese lidiar.
Mientras manejaba al colegio de la pequeña Darcy para dejarla en otro día más de jardín de niños, su cerebro trabajaba como la maquinaria de un reloj. Cada engranaje arrastrando al otro, creando soluciones y propuestas de proyectos.
Antes de aparcar dio un rápido vistazo a la pequeña que estaba sentada con su cinturón de seguridad puesto y su mochila bien abrazada.
—¿Has traído algún juguete?— la niña automáticamente negó. Entonces Florence se giró a verla y Darcy soltó un suspiro.
—El Señor Miel no es un juguete, es mi amigo—sentenció la pequeña rubia.
—Solo déjalo en la camioneta—
Darcy miró a su mochila por unos segundos, los cuales le fueron suficientes para que una de las madres voluntarias le abriera la puerta.
—Adiós mamá, te quiero— Darcy ni siquiera le dio tiempo para reaccionar cuando ya se encontraba corriendo de la mano de la señora Charlotte.
—¡Darcy!— la niña apenas se giró le lanzó un beso a su madre y siguió su paso acelerado. —¡Darcy ven a dejar al Señor Miel!—
Iba a bajarse a por el oso de felpa cuando el carro detrás de ella hizo sonar su bocina. Florence soltó un suspiro derrotada por su pequeña hija de tres años y puso la camioneta en marcha.
Florence no tenía tiempo para aquello y aunque no lo dijera en voz alta, deseaba que Darcy fuera más como Morgan. La mayor siempre había sido bastante obediente, cumplía con todo lo que Florence y Ezra le pedían. Pero Darcy... Ella era un punto y a parte. Nunca lograban que comiera sus vegetales o que vistiera lo que pedía, ¡Ni siquiera lograba que se despegara de aquel oso de felpa!
Hubiese bajado y hecho a la niña dejar el peluche, pero Florence tenía demasiadas cosas que hacer.
En aquel momento manejaba en dirección al club social para reunirse por mera "casualidad" con la señora Grace Jensen. Pero claro que el encuentro no tendría nada de casual, ya que llevaba planeándolo aproximadamente dos semanas —Desde que Violet le había dado la noticia—. Sabía a la perfección que le diría y el cómo la convencería de convertirse en socia del corporativo "Tremblay".
Eso era lo que hacía Florence y no había nadie mejor que ella.
Bajó de la Suburban blanca y ajustó sus lentes de sol. Con un paso bien decidido y firme caminó hasta donde el grupo de cinco señoras estaba sentado. Todos los lunes aquella mesa cerca de la sombrilla era testigo de la acalorada discusión de los chismes de la élite de la ciudad.
—Escuché que Katherine, la hija mayor de los Lewis ha quedado embarazada— escuchó que decía la señora Dennings.
—No me sorprendería— contestó la señora Hendrix.
—Hola a todas— Florence le dio una de sus mejores sonrisas a aquel grupo de chismosas que le producían cólera.
—Hola Florence— le saludó Grace mientras se sentaba, —Nos estamos poniendo al día—
—Florence, he escuchado que Oliver le ha comprado otra sortija a Violet— la señora Badr mencionó aquello mientras Florence tomaba asiento, —Significa que le pasará la reliquia familiar a Logan—
A Florence le dio demasiado gusto que la señora Badr introdujera aquel tema, por primera vez no le molestó que se entrometiera en un asunto que no le incumbía.
—El domingo por la tarde Logan le propondrá matrimonio a Morgan—
—¿No son muy jóvenes?— preguntó la señora Evans con el entrecejo fruncido.
—Ambos apenas y tienen veintiún años— apoyó la señora Dennings.
—Por supuesto que no se casarán de inmediato— espetó, —Pero si es una boda que llevará su tiempo preparar. Además, Morgan y Logan se han involucrado demasiado en el nuevo proyecto del corporativo. Ambos tienen sus prioridades en orden—
—Entonces, ¿Por qué comprometerse?— insistió la señora Evans. Florence intentó dar una sonrisa amplia.
—¿No es obvio?— aquello lo había preguntado con el único objetivo de ganar unos cuantos segundos para ingeniar lo siguiente que diría. —Si lo hacen después las personas dirían que solo es por la unión de los corporativos—
—¿Eso es un hecho?— la señora Dennings estaba demasiado sorprendida, —¡Será la unión del año!—
—¿Aún aceptan inversores?— quiso saber la señora Evans. Florence soltó una pequeña risa, demasiado armoniosa y bien practicada.
—Ezra le ha propuesto al esposo de Grace invertir en nuestro nuevo negocio la semana pasada—
—Ten por seguro que en cuanto Morgan tenga ese anillo en su mano Arthur correrá para ser inversor de ese negocio— sentenció Grace.
Florence sonrío triunfante al oír aquellas palabras que tanto había ansiado escuchar.
*
Florence no podía parar de sonreír. Aquello había sido el salvavidas que la salvaría de ahogarse —o al menos lo veía de esa forma—.
Morgan solo necesitaba continuar reteniendo a Logan con su cara bonita y aquello no quedaría sino como un mal recuerdo.
Y claro que la joven no haría nada que pusiera en peligro aquello.
Prácticamente podía darlo por hecho.
Florence manejó hasta aquel callejón que conocía a la perfección. Dudó unos segundos antes de bajar hasta que por fin lo hizo. Entre sus ropas ocultaba una pequeña arma; una pistola de oro que le había dado su padre. Aquel revólver era una reliquia familiar, pasada de generación en generación. Su bisabuelo había asesinado a alguien con el, pero eso no importaba.
Metía su mano dentro del bolsillo de su abrigo negro donde tenía esta, aferrándose a ella y preparándose mentalmente por si tenía que jalar del gatillo. Lo había hecho dos veces antes y en una ocasión incluso hirió a un hombre. Gracias al cielo no lo mató.
Su paso era lento y una vez adentro de esa bodega lo único que se lograba escuchar era el repiqueteo de sus tacones. Bien erguida y con la cabeza en alto mantenía su mano derecha en el bolsillo.