Los Testigos

Capítulo: 27

Imogen mantenía su cabeza gacha mientras Cayden y ella caminaban entre la multitud en dirección a su automóvil. 

Estaba molesta. 

Aquel era el momento para el cual Cayden se había preparado tanto, pero había sido estropeado por una estúpida llamada telefónica. Sentía una rabia increíble que provocaba que apretase sus dientes y estos rechinaran, a pesar de esto sé las ingeniaba para mantener una postura serena mientras que la prensa y fotógrafos intentaban tomar su mejor ángulo. 

—De verdad lo siento— insistía una y otra vez Cayden cuando subieron al carro, 

—Pero es una emergencia— 

—¿Cuándo estarás primero?— le preguntó sin más desconcertándolo, 

—¿... Primero...?— 

—¡Sí, Cayden!— espetó alzando sus cejas mucho pero sin gritar. Mantenía un tono de voz firme que reflejaba lo molesta que estaba, pero su expresión no estaba coordinada, —¿Cuándo estaremos nosotros primero?— 

—Lo estamos— 

—No— Cayden apretó sus labios mientras arrancaba para salir de aquel estacionamiento, —Nunca lo estamos. En tus prioridades siempre hay algo o alguien antes que nosotros. Te pones en peligro, llegas golpeado por apostar, ¡Me hablas de un futuro con hijos, pero no dejas de ponerte en riesgo! ¡Un niño necesita a sus dos padres!— 

Cayden tragó saliva de una manera bastante sonora, pero no se atrevió a decir algo. Para Imogen aquello solo podía significar que había ganado aquella pequeña discusión, aunque no necesariamente era lo que quería. Toda su vida, Imogen había sido educada por sus padres para "incitar que la desearan". 

Para ellos aquello sería un arma que les agradecería de por vida, para ella fue el tener la creencia que cualquier chico únicamente estaría interesado en su cuerpo, no en su mente. Aquello le había destrozado el corazón. Pero luego apareció Cayden retándola y regalándole libros. No le era fácil enojarse con él. Siempre lo atribuía a que era con la única persona que podía ser quien realmente era y no nada más una "delicada muñequita" como le decía su madre. 

Cayden llevaba insistiéndole desde que la conocía que intentara entablar una amistad con Morgan, le decía que ella conocía por lo que pasaba de primera mano, pero ella seguía mostrándose escéptica ante eso. El sentimiento de no pertenecer a aquella familia siempre era demasiado grande, lo suficiente como para interponerse. 

*

A Imogen le extrañaba la actitud que solía tener Morgan cuando ambas estaban solas. Ni siquiera le dirigía la palabra o la mirada, se concentraba en llevar los cereales del tazón a su boca con una calma y lentitud que amenazaban a la paciencia de Imogen. 

—¿No comerás garbanzos?— le preguntó mientras tomaba una botella con jugo del refrigerador, 

—No me gustan— admitió —Pero no le digas a Alana, insistirá en cocinar algo más— 

—Tranquila, no le diré— aseguró sentándose a su lado en la isla de la cocina, —Tampoco te gusta el cereal, ¿Cierto?— 

—No, este— hizo una mueca antes de agregar: —Mi madre le prohibió a Alana traer de chocolate al darse cuenta de que Darcy se los llevaba y comía debajo de su cama— 

—¿Solo Darcy?—Morgan rio un poco. Apenas sí alzó las comisuras de su boca, pero aquello fue una clara señal de "siga" para Imogen. —Está remojado— 

Morgan asintió.

—¿Qué te parece una hamburguesa?— 

—Mi madre me mataría— 

—¿Estamos de acuerdo en que tu madre no está?—Ambas se dirigieron una mirada cómplice. 

El camino fue bastante incómodo para el par, Imogen estaba realmente acostumbrada a que Cayden fuera quien siempre se sentaba detrás del volante, por lo que cuando manejaba sus habilidades dejaban mucho que desear y Morgan lo había notado, iba aferrándose a su asiento con cada frenón que daba. 

—¿Me creerías si te dijera que comí una hamburguesa por primera vez hasta mis diecisiete años?— 

—Qué fenómeno— bromeó Morgan. Ambas comían sus hamburguesas y patatas dentro del carro del Mercedes de Imogen. 

—Yo creo que tenía doce— mencionó la pelirroja, —Mi abuelo nos llevó a Aydan y a mí— 

—¿Tu madre se enteró?— 

—Por supuesto que no— 

—Cayden fue quien me llevó por mi primera hamburguesa— 

—Yo no presumiría eso—ambas rieron ante aquel comentario. 

Imogen soltó un suspiro y se preguntó si realmente podía confiar en contarle cosas a Morgan. No era como que ambas hablaran mucho, de hecho podía jurar que esa era la segunda vez en que ambas convivían por tanto tiempo. Por no decir que la primera solas. 

—Él fue el primer chico con el que hablé—apuntó Imogen. Morgan frunció su entrecejo mientras observaba y colocaba salsa de tomate a sus patatas, 

—Eso no es muy sano— señaló, 

—Lo sé— admitió entre risas, —Pero es verdad, mi madre me tenía prohibido hablar con chicos que no estuvieran "aprobados"— 

—Eso apesta— 

—Vaya que sí. 

—Darcy tiene prohibido hacerlo— Imogen la miró extrañada como si aquello fuera mentira, —De verdad, pero creo que lo hace de igual manera. Alguna vez mencionó un tal Fabián...— 

—¿Y tú?— 

—Claro que lo tenía prohibido, pero nunca hice caso. 

—¿Alguna vez te...?— Imogen miró a Morgan esperando que entendiera aquella pregunta, pero sin ser capaz de terminarla. Morgan dirigió su mirada a ella con una expresión que permitía ver lo extrañada que estaba, pero la manera en que Imogen la veía habló por sí sola. 

—Muchas veces— confesó, —Tengo bastantes cicatrices en la espalda, ¿Tú?— 

—Llevaba una cuenta hasta que cumplí doce— intentó restarle importancia a aquello alzándose de hombros, —Después deje de contar. Juntaba todo el dinero que podía en mis almohadas y juraba que algún día escaparía a Roma, vería la plaza Navona y sabría entonces que alcancé esa libertad que tanto quería.— 

—¿Es por eso que fueron a Roma de luna de miel?—Imogen asintió con una sonrisa en su rostro. 




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