Los Testigos

Capítulo: 28

Agatha odiaba cuando tenía que visitar escenas como aquella. 

Odiaba que el hedor se colara por sus fosas nasales a pesar de tener el cuello de su blusa sobre su nariz. 

Y sobre todo, Agatha odiaba la sensación de escalofríos que venía después de ver el cuerpo. Ya no tenía dudas, Quinn Tremblay se había suicidado después de cometer un homicidio. 

Lo había confesado todo en la carta que le había dejado a su ex pareja Harry. Él, como todo, pasaba demasiado rápido, por más que ella intentara detener el tiempo y el cómo la bala había dado con su objetivo. 

Agatha tenía el estómago revuelto. 

De acuerdo a la fecha de la carta, aquello tenía más de una semana que ocurrió y apenas alguien se había atrevido a llamar a la policía por un "olor particularmente desagradable". No le sorprendía, aquel lugar se veía realmente descuidado desde fuera y ni por hablar por dentro. Desde las cortinas desgarradas, hasta las alfombras arrancadas por partes.

—¿Encontraste algo?— le preguntó Berwin al ponerse a su lado. Agatha se preguntó como era posible que él no intentase cubrir su nariz. 

—Estaba sola— señaló ella, —Definitivamente fue un suicidio—

—La carta es cierta, entonces— mencionó él. 

Ella asintió mientras dirigía su mirada a aquella nota adhesiva de color amarillo que había pegado cerca del celular de Quinn. Sabía que tenían que darle la noticia a su hijo, pero desconocía por completo el cómo abordaría aquel tema. 

—¿Cómo lo harías?— le preguntó a Berwin. Escuchó como este paso saliva con dificultad y comprendió que no tenía que explicarse por qué la había entendido —después de todo, era un muy buen detective—, apretó sus labios antes de agregar: —No quiero hacerlo—

—Puedo hacerlo yo

—Que no quiera hacerlo, no significa que no vaya— sentenció ella.

La rubia dirigió su mirada al espejo donde Quinn Tremblay había escrito algo con su labial. Aún no podía comprender que letras había borrado tan abruptamente con la manga de su blusa antes de suicidarse, solo estaba un borrón demasiado mantecoso como para que alguien le prestara atención. 

Pero Agatha había visto ese tipo de manchas en distintas escenas del crimen y sabía que era. Solo un labial podía dejar esa textura en los espejos, además de que la manga de la blusa de Quinn tenía una enorme mancha magenta. Del mismo color que traía en sus labios. 

—¿Qué crees que haya escrito?— le preguntó al castaño mientras se acercaba al espejo, 

—Probablemente, haya empezado con su carta de suicidio— señaló, —Pero haya decidido mejor ponerla en papel.

Agatha no estaba convencida de aquello. 

Siempre quería ver los casos como únicos y extraordinarios, sabía que cada uno era especial a su manera, por lo que intentaba analizarlos de manera individual, pero aquel de verdad lo era. Todo en él era fascinante y absorbente. Sabía que no tenía todas las piezas del rompecabezas, pero en definitiva era lo más grande que había construido. 

Y se quedaba sin tiempo. 

Parecía como si el caso le pisara los talones. 

Quería correr y resolverlo, pero su mente ya tenía más de cien teorías y ya estaba segura de que ninguna era ni la mitad de buena de lo que sería la solución del caso. 

Había dejado de pensar que Morgan Tremblay estaba involucrada con los asesinatos y con aquello lo había comprobado. Era bastante obvio que la pelirroja no tenía ni idea de lo que había ocurrido con su amiga, por lo que la única manera en la que podía ser responsable de algo sería si fuera la asesina del chico al que habían encontrado. 

Pero no.

Lo había hecho su tía. La chica no era más que una adolescente con problemas de ira, por lo que varias de sus teorías se habían visto afectadas. Los padres de la chica ni siquiera habían estado la noche de los asesinatos, por lo que solo le quedaban tres sospechosos. 

Agatha miró al desastre en la habitación y las muchas personas que se movían de un lado a otro. Cada quién sabía lo que tenía que hacer sin necesidad de pedir instrucciones, como una orquesta que ha practicado más horas de la cuenta. 

Sin oportunidad de cometer errores. 

—No fue el trabajo de una sola persona— soltó entonces. Berwin la observaba con su entrecejo fruncido sin comprender del todo a lo que se refería. 

—Estamos buscando al asesino cuando deberíamos de estar buscando a "los"— 

Berwin pasó una de sus manos por su cabello y tiro de él. 

Aquello no carecía de sentido, todo había estado demasiado claro desde un inicio, pero se negaban a verlo. Alguien había mentido sobre su coartada y por más vueltas que le daban siempre llegaban a un callejón sin salida. 

Agatha dirigió su mirada de nuevo al espejo y se preguntó si las respuestas habían estado ahí. 

O quizás estuvieron las respuestas a otro crimen. 

—¿Y si se nos escapa algo?— inquirió ella, 

—Hemos leído las notas un millón de veces— soltó él —Probablemente el caso está pudiendo con nosotros. 

*

Agatha se dejó caer sobre el sillón gris de su sala de estar, mientras que Gatsby se acercaba a su regazo. Pasó una de sus manos por el suave y blanco pelaje del felino y con la otra restregaba sus ojos. 

Se sentía agotada, ni siquiera los ronroneos de Gatsby lograban animarla. 

Tenía un par de adolescentes que estaban metidos en algo bastante turbio y que podía que no tuvieran idea o que lo hubiesen ocasionado. Además de la pareja del matrimonio, felizmente infeliz.

Soltó un suspiro. 

Se negaba rotundamente a dejar a Morgan Tremblay de lado en sus teorías, a pesar de que sabía que ella no había matado a la otra chica. Pero sin duda había hecho algo turbio aquella noche. 

Tenía a Imogen y a Cayden, por otro lado. La pareja que parecía estar en una luna de miel constante, hasta que se quedaban solos en una habitación, entonces se notaba que al menos últimamente no eran la pareja que todos creían. 




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