La ciudad de los vientos.
En el Valle de Mirídia, al ver que la chica se perdía entre las colinas; Yurik regresó a la cueva procurando mantener su fogata encendida, ya que aquél refugio era muy frío, activó su celular que aún indicaba 2 rayitas de batería, éste indicaba las 18:00.
-El Sol ya debe de estar cayendo sabroso sobre el valle y yo sin poder salir de esta méndiga cueva, y si al menos tuviera un game boy o ya de últimas unas canicas, seguro que la estaría pasando mejor y si me pongo a jugar con los jueguitos del teléfono, en menos de una hora se agotaría la pila; ¡Diablos, que vida tan aburrida tengo!
Trató de tranquilizarse tocando unas notas en la armónica, pero a las 2 horas ya caminaba desesperado dando de vueltas alrededor de la fogata, la cual ya se estaba empobreciendo porque se le habían consumido los maderos y no se atrevía a salir por más, estaba temeroso de pensar que afuera podría estar esperándolo otro tornado.
-Este deberá ser más grande y más fuerte y la verdad no creo que me envíen al mismo, ésta vez por lo menos serán 2, y en serio que ni siquiera sé cómo pude ganarle al primero, además estará Júpiter, aunque eso todavía ni lo acepto ni lo creo. –decía hablando sólo como era una rara costumbre en él. -Al menos eso dijo Raiza, aunque ya no sé ni qué creer porque Júpiter fue el dios del trueno de los griegos o algo así.
-No; Júpiter era el de los romanos y Zeus el de los griegos pero nunca existió, tan solo es una mitología de los antiguos, el único dios que existe es mi Dios, el padre de Jesucristo, aunque aún no recuerdo su nombre, ahora sé que existe y estoy más que seguro.
Y mientras veía como su fogata se apagaba quedando tan sólo unas pavesas de los maderos consumidos, tomó la espada que estaba ensartada en el suelo, colocándola en la funda de su espalda, efectuando su clásico y acostumbrado ritual de revisar sus bolsillos, checando que nada le faltara, salió de la cueva con el hacha en la mano, su intención era conseguir más leña para reabastecer la fogata y así seguir esperando en la cueva el regreso de la Princesa, remontó una pequeña colina que tenía en su cima, algunos restos de un árbol caído y algo llamó su atención en el horizonte, allá en la distancia se distinguía algo de color azul, como un bosque o selva lejana, al observarla con detenimiento se dio cuenta que era algo así como una ciudad que parecía estar rodeada por una gran muralla y altas torres, haciendo guardia alrededor de un palacio que no por lejano, dejaba de ser impresionantemente bello.
-Exquisitamente hermoso. –pensó. -¿Será ese el palacio de mi Princesa?
Y sin más, atoró el hacha en su cinturón emprendiendo la marcha, caminando con rumbo directo hacia aquél palacio azul y como a la media hora de viaje, encontró un grupo de árboles de naranjas, ágilmente se trepó a uno y ya bien acomodado en una de sus ramas se dispuso a cortarlas, pelarlas, beber su jugo y comerlas con todo y bagazos, nunca sabría si fue por hambre, sed o sólo el sabor de las frutas pero devoró más de 20, como si su cuerpo supiera que iba a necesitar una gran cantidad de proteínas por la batalla que se avecinaba, la suave brisa y la agradable sombra le estaban causando una leve somnolencia, cuando a lo lejos observó que sucedía una vez más el acontecimiento tan temido, una vez más se alineaba una enorme mancha en la pradera pero ésta era mucho más extensa, mesándose los cabellos como lamentando los acontecimientos, siguió observando los movimientos de aquél ejército que parecía estarse dividiendo en 1, 2, 3 formaciones independientes.
-Ahora serán tres los tornados. –pensó preocupado. -¡Tengo que detener esto!
De un ágil salto bajó del árbol de naranjas que tan bien lo había tratado, y corriendo se dirigió a las formaciones militares que ya se alineaban en la pradera, su intención era dialogar una tregua ya que no quería tener que librar esa batalla, corría a una velocidad increíble, dejando una línea muy marcada en los pastizales como firma de su trayectoria, cuando observó que empezaban a aparecer las nubes de tormenta por encima de los ejércitos, sin aflojar el paso y tratando de acelerarlo, continuó su loca carrera por la paz, pero la meta aún estaba muy lejos, alcanzó a escuchar el grito de batalla de los ejércitos y al estallar un relámpago en el cielo, las formaciones nubosas empezaron a caer como arena desplomándose, devorando a las formaciones militares de extraños soldados que se convertían en tornados, el maratonista no pudo llegar a su meta, y al ver que la tétrica coleta espiral de los tornados ya empezaba a bajar de las nubes, dijo, hablando en voz alta y moviendo la cabeza de un lado a otro como un león enfurecido, para retirar sus despeinados cabellos que le tapaban la visibilidad:
-¡Pero qué gente tan terca por Dios! Ni modo, pero venderé cara mi derrota.
Corriendo remontó la colina más cercana y al estar en la cima, sacando la espada de la funda gritó, sosteniéndola en guardia alta y haciendo la señal de la cruz, como si persignara al cielo.
-¡EN EL NOMBRE DEL PADREEE, DEL HIJOOO Y DEL ESPIRITU SAANTOOO!
Logrando así activar una vez más, los aún desconocidos poderes de la Espada del Destino, los tres tornados ya perfectamente formados, haciendo un tétrico sonido de viento enfurecido empezaron a separarse uno se quedó en el mismo lugar enfrente de él, mientras los otros dos empezaban a flanquearlo, uno por la derecha y el otro por la izquierda; Yurik observaba atento, calculador y desafiante, sosteniendo en guardia alta a la brillante espada, parado en la cima de la colina en medio de aquellos despeinados pastizales, uno de los tornados, el más grande permanecía enfrente de él sin avanzar, mientras los otros dos lo rodeaban y al observarlos se dio cuenta que no eran iguales, su color y consistencia eran diferentes, el que se quedó enfrente de él pardeaba en tonalidades café-grisáceas, el que en ese momento pasaba por su derecha tenia tonalidades azules, y el de la izquierda brillaba en tonalidades platinadas y transparentes.
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Editado: 08.11.2022