—Son mis hijos—respondí, ella se cruzó de brazos mirando a los niños y a mí. Era la verdad y tenía que saberlo después de todo los niños y su madre a partir de ahora vivirían con nosotros.
—¿Es una broma, verdad? —preguntó con una falsa sonrisa en su rostro sin poder creer lo que le decía, aunque el parecido entre nosotros era innegable. Yo tragué en seco antes de responder nuevamente.
—No, no es ninguna broma.
—Me dijiste que no querías tener hijos nunca—dijo imprudentemente delante de los niños—entonces cómo explicas esto. —señaló a los tres pequeños—Te hiciste la vasectomía hace dos años, cuando recién empezábamos a salir sabiendo que quería un hijo tuyo y me vienes a decir que tienes tres con esta fulana.
—Hum Hum—tosió Eliza haciéndose notar. —deberían discutir esas cosas en privado. Mis niños no tienen por qué escucharlos.
—Le buscaré una habitación a los niños y a su madre, luego hablaremos—respondí.
—¿No pensarán quedarse aquí verdad? —reclamó.
—Sí, bonita, nos quedaremos aquí por tiempo indefinido —se atrevió a decir Eliza, agravando la situación. Clara estaba al estallar de la rabia. —Y no solo nos quedaremos aquí, sino también que Artur y yo tenemos un acuerdo: a partir de hoy, Artur será el mejor padre que conoces. Te va a tocar cenar con los niños y desayunar con ellos, ver cómo tu esposo los saca de paseo los fines de semana y los lleva a la escuela diariamente, juega con ellos y le lee una historia antes de que duerman.
—¿Crees que Artur hará todo eso? —se rió Clara—No tiene tiempo a veces siquiera de almorzar y vienes a poner esas estúpidas reglas con la que no estamos de acuerdo, ¿verdad cariño? —me observó esperando que la apoyara cosa que por razones obvias me era imposible hacer.
—Hablaremos después—afirmé y ella se cruzó de brazos y suspiró—Vamos les mostraré su habitación—dije dirigiéndome a Eliza y a los niños, ella le sonrió a mi novia antes de salir y me siguieron hasta una de las habitaciones.
—No me gusta tu novia—comentó Eliza tranquilamente como si fuéramos buenos amigos.—Le va a tocar cambiar esa actitud o se tendrá que ir—suspiré sin decir nada. Era obvio que su objetivo era joderme la vida al máximo.
—Niños, espero que se sientan cómodos aquí. Pero ni siquiera me han dicho cómo se llaman —los tres hicieron silencio, mostrándose apenados.
—A ver tú cómo te llamas—señalé al primero de la derecha agachándome frente a ellos.
—Ahidem—respondió tímido
—Ahidem—repetí—y tú—le pregunté al segundo.
—Hasher—contestó y señalé al tercero.
—Yo me llamo Anthony—respondió—Y tú te llamas Artur verdad—preguntó y sonreí.
—Así es. —respondí y ya iba entrando una empleada con una cena que mandé a preparar para los niños y su madre, ellos cenaron tranquilamente mientras los observaba y luego las empleadas recogieron todo—Que pasen buenas noches los veré mañana para desayunar e ir a la escuela.
—Te falta algo—dijo Eliza y sacó un libro de cuentos.
—Mañana les leeré un cuento, mi novia me espera—dije y Eliza me sostuvo la mirada.
—Estoy segura de que también hay varios millones de personas esperando por saber que tienes tres niños tan preciosos y ya de cinco años...
—Creo que Clara puede esperar un poco más—respondí, tenía que tener cuenta con esta mujer que me odiaba tan arraigadamente.
—Me senté en la cama con el libro y los niños se sentaron a mi lado mientras comencé a leerles. No había acabado la segunda página cuando quedaron dormidos. Los observé mientras dormían plácidamente, imaginaba que había sido un día bastante duro para ellos, es que incluso para mí lo había sido. Luego miré a Eliza y ella a mí, así nos quedamos unos segundos sin decir absolutamente nada. Miré sus labios y sus ojos nuevamente y sentí algo de nostalgia. Solo tenía ganas de ir y abrazarla, preguntarle como le había ido en estos cinco años. Emociones que creí muertas hace tiempo salieron a flote. Creo que amé a esta mujer como a nadie, sentí por ella lo que me prometí nunca volver a sentir por nadie, solo que no nos conveníamos. Mi corazón latió un poco más rápido de lo habitual y mi mente se llenaba de recuerdos que pensé que se habían borrado para siempre. Vi que movió los labios y pensé que iba a decir algo:
—Puedes irte ya—ordenó señalando la salida. Al parecer esos tontos buenos recuerdos eran solo míos. Ella solo sentía odio hacia mí y dr sobra entendía sus razones. Suspiré y salí de allí. Fui a la despensa, tomé una botella y me senté a beber cerca de la piscina. La verdad no tenía mente para hablar con Clara en ese momento, incluso había olvidado que ella me estaba esperando. Ahora, ¿cómo demonios iba a decirle a mi familia que tenía tres hijos? Tenía tanto miedo de hacerles daño a esos niños. Recuerdos dolorosos venían a mi mente. Entonces vi a Sam llegar corriendo y sentarse a mi lado. Sam era mi hermano, tenía seis años, delgado, pelo castaño que caía en su rostro y ojos claros.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sorprendido. Él se quedó mirándome fijamente con sus tiernos ojitos.
—Ya no juegas conmigo Artur, ni siquiera vas a verme y le leíste un cuento a esos niños
—Yo lo siento—dije sorprendido y una voz a mi lado me interrumpió.
—¿Qué sientes? ¿Qué me hallas dejado una hora esperándote y estés bebiendo? —reclamó Clara.
—Hablaba con... —miré a mi lado derecho y no había nadie. Al parecer Sam ya se había ido, era un niño bastante travieso. Tragué en seco al darme cuenta y la miré fijamente.
—Artur esa mujer y esos niños no se pueden quedar aquí arruinarán nuestra vida perfecta. Estamos tan bien siendo solo tú y yo ¿Lo entiendes verdad?
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Editado: 08.12.2024