Los trillizos del gobernador

Capítulo 8: Miserable vida

Eliza:

—¿Por qué actúo así? —pregunté incrédula—No me jodas, Artur, me terminaste el mismo día que me propusiste matrimonio y no te imaginas cuántas cosas he tenido que pasar para sacar adelante sola a mis hijos.

—Lo siento

—Lo siento, eso no cambia nada.

—Si los niños estudiaban tan cerca de mi casa, cómo es que nunca antes te apareciste frente a mí?—preguntó.

—Los puse en esa escuela hace quince días—respondí—detén el auto aquí—dije señalando una tienda de moda.

—¿Trabajas aquí?

—Sí soy una de las modistas—respondí.

—Tomemos un café y hablemos. Llevamos cinco años sin vernos

—Gracias pero soy intolerable...

—¿Al café? —cuestionó lleno de dudas.

—A los mentirosos —respondí bajando del auto—.—A las cuatro de la tarde tienes que estar esperándonos en la escuela —le dije diciéndole adiós con la mano y me alejé.

*****************************************

Artur:

A las cuatro estaba frente a la escuela de los niños, le compré una pelota y un auto de juguete a cada uno, quería sorprenderlos, esos pequeños habían pasado cinco años sin conocer a su papá y por lo menos se merecían que los tratara con bondad. Su madre estaba ya allí y ellos tres iban llegando a donde ella, la abrazaron y se alegraron al ver mi auto.

—Hola campeones cómo les fue en la escuela—pregunté.

—Bien—dijo uno de ellos.

—Les he traído un regalo —pronuncié y se miraron entre ellos sonriendo. Su cara de felicidad al ver lo que le había regalado me hacía sentir satisfechos.

—¿Qué les parece si esta tarde juegan a la pelota con su padre? —se atrevió a decir Eliza, yo la miré a los ojos y sonreí, los niños respondieron positivamente; sin embargo, ella continuaba mirándome con desprecio.

Los niños hablaban entre ellos mientras yo solo observaba a Eliza como un tonto por todo el camino, seguía siendo realmente hermosa, auténtica, lejos de seguir cualquier moda tonta siempre tenía su propio toque especial y distinto. Su pelo negro y largo a veces jugaba con su rostro mientras se quedaba pensativa mirando por la ventanilla. Lo que daría por leer sus pensamientos, por descubrir qué le inquieta, cómo llegó a convertirse en una persona así: fría, estricta, cuándo o en qué preciso momento dejó de quererme. Los recuerdos siguen llegando a mí. Ese día justo después de terminar con Eliza y dejarle claro por segunda vez que no quería tener hijos me quedé esperando que volviera, aunque le había dicho que era mejor que termináramos porque queríamos cosas distintas esperaba que regresara que me dijera que había terminado su embarazo y que aceptaba estar conmigo sin la necesidad de tener hijos que no necesitaba más familia que a mí, que seríamos solo ella y yo para siempre. Pero no, no volvió. Día tras día iba a trabajar mientras pasaba horas mirando por mi ventana de cristal esperando que llegara, días en los que cada vez que sonaba el timbre de la casa, tenía la esperanza de que fuera ella. Pedía demasiado, ella tenía claro lo que quería en su vida y yo tenía claro lo que no quería en mi vida. Lejos de tener una razón egoísta mi decisión tenía una base demasiado fuerte. Mi mente empieza a divagar en esos horribles días en los que sentí que mi vida no valía nada, en los que ya no tenía un propósito para seguir:

(Flashbacks) :

Caminaba por un parque lleno de personas, llevaba a Rock mi rottweiler atado de una soga, aunque suelen ser animales bastante violentos era un perro muy inteligente y únicamente atacaba cuando me veía en peligro o yo se lo ordenaba. Me agaché a su lado y quité la soga de su cuello:

—Es hora de que elijas un nuevo dueño—dije soltándolo. Él movió su cola feliz y caminaba hacia mí .

—¡Basta! —ordené—acostado—le dije—te vas a quedar ahí y buscarás un nuevo dueño —le dije y corrí alejándome—él se quedó acostado siguiente mi orden yo corrí aún más rápido, al final del parque había un enorme precipicio que era escalado por algunos excursionistas en algunas ocasiones, por suerte no había nadie allí, miré hacia todos lados y no había absolutamente nadie. Me paré en el borde y miré hacia abajo. Miré a mi lado y allí estaba Sam. Llevaba un pulóver naranja y un chor blanco, me extendió la mano y caminó hacia adelante sin caerse.

—Vamos hermano, me siento muy solo por tu culpa —dijo con la mano extendida. Yo tomé su mano y di un paso hacia adelante para irme con él, no me importaba caer, ya mi vida estaba en un abismo, no podía tocar fondo más de lo que lo estaba haciendo. Pero alguien sostuvo mi mano halándome hacia atrás, volteé mi rostro hacia ella, el sol iluminaba su rostro, llevaba el cabello suelto y despeinado y sus ojos tiernos se quedaron fijos en mí, me haló hacia ella y me abrazó.

—Todo esto pasará—susurró en mi oído. Era la primera persona que me abrazaba en meses, creo que todo el mundo me odiaba, incluso yo lo hacía. Una lágrima salió de mi ojo, la limpié rápido para que ella no la viera y sí, era ella, era Eliza. Bajé la mirada apenado y miré hacia el vacío.

—Yo...—intenté excusarme, me sentí un cobarde por intentar matarme pero mi mente me torturaba todo el tiempo.

—Muchas personas se pierden en el parque y la niebla no les deja ver el acantilado—dijo aunque no había ninguna niebla y era obvio que ella sabía lo que había intentado hacer. —Soy la guía turística del parque Eliza—extendió su mano y la saludé.

—Artur—me quedé perdido en sus bonitos ojos, ella acarició la cabeza de mi perro que estaba a su lado.

—Él me trajó hasta aquí—el perro movía feliz la cola. Normalmente no era cariñoso con alguien que no fuera yo. Me agaché y acaricié la cabeza del animal aún en estado de shock. —cuídalo bien se ve que se preocupa mucho por ti—dijo sonriéndome y me di cuenta de que aún me quedaba algo que perder a Rock.

—¿Tienes algo que hacer mañana? —preguntó.

—Supongo que no—respondí, la verdad que hoy ya había decidido que acabaría con todo y no había hecho ningún otro plan.




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