Los Últimos

Capítulo 2 : Bestias Aborrecibles

 

 

Todo mi cuerpo es atacado por incontables olas de dolor punzantes, una tras otra sin un solo segundo de piedad. Existen ocasiones en las que recupero la conciencia e inmediatamente vuelvo a perderla por la agonía que me invade.

La luz del día cambia abruptamente a la absoluta oscuridad de la noche. Recupero la conciencia y vuelvo a perderla.

Ese ciclo se repite una y otra vez, hasta que finalmente se detiene.

Completamente empapado en sudor y abrumado por la debilidad que domina mi cuerpo finalmente despierto sin sentir esa agonía.

Trato de colocarme de pie pero no puedo hacerlo. No, debo moverme, debo encontrarlas, debo protegerlas. Con ese pensamiento en mente logro arrastrarme lentamente hacia la escalera maltrecha y oxidada. Cada escalón supone un reto que provoca que mis músculos ardan por la exigencia extrema que esto significa por mi estado actual.

Luego de varios minutos de angustioso esfuerzo al fin me encuentro en el segundo piso.

Sigo arrastrándome como una serpiente moribunda y llego hasta mi habitación. Agradezco el no haberla cerrado. Una vez dentro prosigo mi travesía dado que tengo una sola cosa en mente.

Estoy frente a este mueble roído. Estiro mi mano y palpo en busca de algo, lo siento con mi palma y corroboro que esto me servirá. Una lata de duraznos troceados, no es mucho pero esto me ayudará, sin embargo surge otro problema el cual no había considerado.

—Maldita sea, ábrete de una puta vez. —No tengo la fuerza necesaria para abrir la anilla. Busco desesperadamente algo para ayudarme —. Eso servirá.

Agradezco que esta habitación se encuentre demacrada por primera vez desde que estoy en este podrido lugar.

Con la ayuda de un fierro oxidado el cual atraviesa la pared de mi habitación logro hacer palanca. Mi mano temblorosa dificulta esta simple acción, sin embargo la anilla cede y el almíbar escurre lentamente por la lata.

Desesperadamente bebo aquel brebaje y siento como poco a poco decrece esta sensación de debilidad. Devoro los duraznos como una bestia hambrienta hasta vaciar por completo aquella lata.

—No es suficiente.

Con la ayuda de ese oxidado metal comienzo a abrir los alimentos en conserva que almaceno. Engullo hasta saciarme por completo. En ese instante el cansancio regresa y vuelvo a dormirme sin percatarme.

Un rayo de sol se posa directo sobre mi rostro. abro los ojos y observo mi alrededor.

Debo seguir, he descansado lo suficiente.

Me coloco de pie y comienzo a planear mi ruta a seguir. Tengo tres opciones y todas se encuentran a una distancia considerable separadas las una con la otra.

La primera se encuentra en la ciudad de Iquique, en esa ciudad se halla el hogar de veraneo de mis suegros. Recuerdo que estamos a nada de que finalice el verano y ese es el lugar donde vacacionábamos.

La segunda opción es Santiago en la comuna de Las Condes. El hogar principal de mis suegros.

Finalmente la ciudad de Valdivia. Si bien no es común que visitáramos ese lugar en verano, es posible dado que mi suegra siempre ha gustado de vacacionar en la casa que mantienen en esa ciudad. Debido a que mi suegro tiende a ceder ante ella es posible que estén en ese lugar.

Esas son mis tres opciones, todas ligadas a mis suegros. El motivo es que tanto Emilia como Esperanza están viviendo con ellos. Si tan solo tuviera un teléfono podría saber exactamente donde se encuentran… a quien engaño, tan siquiera conozco el número.

Deja de lamentarte como un marica, debes actuar ahora, ya has perdido demasiado tiempo.

Luego de recriminarme comienzo a buscar elementos básicos para comenzar mi viaje.

Busco en mi armario una antigua mochila de acampar. Si bien luce descolorida y algo andrajosa estoy seguro de que resistirá varios kilos de carga.

Lleno mi mochila principalmente con alimentos… o ese era mi objetivo. La escaza comida que mantenía se encuentra putrefacta y el resto lo he devorado sin miramientos. Estoy jodido…

Un pensamiento surge en mi mente. Abandono mi habitación y camino hacia la puerta de mi vecino la cual se encuentra abierta, aún algo dudoso decido ingresar y corroboro que él no se encuentre.

—Completamente vacío —susurro.

Inspiro profundamente y como una rata comienzo a escudriñar en busca de algo que me ayude en mi travesía. Esa no fue la única habitación que reviso.

Luego de 3 horas he comprobado hasta el último recóndito de esta serie de habitaciones. Tengo comida más que suficiente, aunque toda enlatada, también tengo alimentos no perecibles como arroz y fideos, sin embargo necesito agua para cocinarlos.

Estoy frente al portón para salir al exterior pero recuerdo algo más de suma importancia.

—Necesito algo para defenderme de esas cosas… claro.

Doy la media vuelta y subo las escaleras, ingreso a mi habitación, doy un par de pasos y llego hasta la que será mi arma de defensa.

Sonrío ante lo extraño de esta situación.

—Primero un abrelatas y ahora un arma.

Aplico fuerza excesiva para arrancarla de la pared en que está incrustada, pero consigo zafarla. Ahora sí, estoy listo para dejar este lugar.

Salgo al exterior del portón y me encuentro con el callejón que conduce hasta la avenida principal.

Es una caminata recta de 5 minutos en donde el silencio es inquietante, llego hasta el final de este callejón y doblo a la izquierda para adentrarme en la avenida principal.



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En el texto hay: zombis, gore sangre accion, drama

Editado: 20.06.2019

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