Los versos que le regalé.

Mañanas

 

¡Y era tan increíble! Era tan encantador.
Era como una mañana fría que hacia alterar cada uno de mis poros. Me gustaba estar con él como le gusta a la brisa desmarañar mi cabello. Me gustaba ver cómo caminaba con tanta parsimonia, cómo sonreía y reía a carcajadas frunciendo la nariz, apretando sus ojos y agachando su cabeza. Pareciese que estaba seguro del efecto que ocasionaba en mí, y en efecto lo estaba.
Contaba cada chiste con tal precisión que una aguja para tejer estaría furiosa con su costurero. Me agradaba el sonido de su voz, como un mar en tiempos cálidos. Le entregaba poco a poco cada uno de mis versos sin que se pudiese dar cuenta.
Nunca fui una persona alta, y él nunca fue tan bajo, por ende, podía escuchar su corazón vibrar en mi oído y podía ponerme a dormir. Me gustaban las mañanas a su lado, esas donde sus ojos hacían juego con el café que tomábamos.
Entre tanto dicho y tanto hecho, me acostumbré a caminar junto a él, a su lado.



#30553 en Otros

En el texto hay: poema poesia y amor, versos del alma

Editado: 20.01.2019

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