21 de agosto del 2023.
Joshua Weheler.
Primer día de escuela.
Era el primer día de mi último año de preparatoria y estaba llegando tarde.
Y pese a que en los pasillos de la preparatoria aún se encontraban masas de gente conversando y saludándose después de lo que había sido el verano más caluroso en la historia de Cherry Grove; yo ya había llegado lo suficientemente tarde como para saber que no me encontraría con ninguno de mis amigos antes de la primera clase.
Tenían una especie de tradición, cada primer día del nuevo año, se reunían minutos antes para poder recoger sus nuevos horarios y ver si había clases que compartían juntos, yo no había llegado por lo que no había recogido mi horario y tampoco había visto a mis amigos.
No había sido mi intención que aquello pasara, fue culpa del universo y de la conspiración en mi contra que sé que existe hacia mí. Puede sonar exagerado, pero podía jurar que, si la alarma de mi celular no había sonado era por eso. De no haber sido por el tono de la llamada que mi mejor amigo Daniel hizo, no me hubiera despertado.
Y como tuve que hacer todo más rápido, no había encontrado un par de calcetines que combinaran, así que traía puesto un calcetín negro en el pie derecho y un calcetín navideño en el izquierdo.
Atravesé las puertas de la preparatoria casi corriendo, mientras que con mis manos trataba de ordenar mi cabello —que obviamente no había tenido tiempo de peinar—, y en cuanto puse un pie en el interior, el timbre sonó haciendo que toda la gente se movilizara hasta sus respectivas aulas. Yo también tuve que haber hecho eso, pero aún tenía que pasar por mi horario del semestre.
En medio minuto los amplios pasillos de la institución habían quedado vacíos completamente, y no fue hasta ese momento que cerré los ojos y solté un quejido en voz baja.
Maldito universo.
Me quede parado unos minutos observando los pasillos vacíos, y soltando un suspiro, sujete las correas de mi mochila y me dirigí a paso apresurado a la dirección.
Vaya mierda de día.
No tarde mucho en llegar hasta la dirección, me dirigí al escritorio de la secretaria directamente. Luego de proporcionar mis datos y de teclear algo en la computadora se escuchó el característico sonido de la impresora, la mujer me tendió el papel luego de haberlo firmado y sellado. Sin embargo, antes de que pudiera tomarlo la mujer alejó la mano que sostenía el papel y hablo:
—Las llegadas tarde se sancionan… —me dice con aires de superioridad en la voz y una mueca en el rostro.
También debería sancionarse tener las cejas así.
—Ya lo sé… —respondo con una sonrisa tensa e irónica en los labios —. Estaré encantado de cumplirla.
La mujer está a punto de responderme aun con la misma sonrisa en el rostro, cuando una nueva voz la detiene y hace que borre el gesto de inmediato:
— ¿Cumplir qué? — inquiere la nueva voz, e instintivamente adopto una postura más tensa, desencorvo la espalda y, en un gesto de nervios, paso una de mis manos por mi cabello, que aún se encuentra hecho un desastre, me giro un poco, lo suficiente para encontrarme con la imagen del director West en la entrada de su oficina. Con su característico traje completo de color azul oscuro y el cabello negro al que se le comienzan a asomar cabellos grises.
Vuelvo a ver a la secretaria, esperando que se ella quien hable.
—El joven Weheler llego tarde por su horario. Las clases comenzaron hace diez minutos —responde la secretaria con una voz firme, pero con el nerviosismo filtrándose entre cada palabra que dice.
Vuelvo a dirigir mi atención al director, el señor West también la dirige hacia mí en busca de una respuesta de parte mía. Una vez que me encuentro con los ojos del director, me relajo, pues se perfectamente que aquella mirada no es la de un director hacia un simple alumno, sino la del padre de una de mis mejores amigas hacia alguien a quien conoce desde hace más de cuatro años.
— ¿Josh? —Pregunta el director, cuando ninguna respuesta o excusa valida sale de mi boca.
—Es verdad, señor West—respondo luego de unos segundos viendo al hombre. No me sorprende que el director avance hasta el escritorio donde la mujer y yo aún nos encontramos.
—Nadie te reprochara por llegar tarde el primer día, Josh —dice con una sonrisa, en cuanto se detiene a mi lado, extiende la mano hacia la secretaria indicándole que le entregue el horario. La mujer ni siquiera duda y le tiende el papel, sin embargo, no pudo evitar tratar de excusarse.
—Me refería a que el maestro podría ponerle una sanción cuando llegue tarde a su clase —dice la mujer mientras trata de forzar una sonrisa.
—Entonces mejor lo acompaño —la corta el director comenzando a caminar, al mismo tiempo me hace un gesto de cabeza para que camine con el —. Para evitarnos la sanción.
Sin esperar una respuesta de su parte, ambos nos dirigimos hasta los pasillos de la escuela. En cuanto estamos fuera de la dirección, el señor West ojea el horario que aun sostiene, para saber hacia qué dirección debemos caminar, yo lo sigo sin dudar.
— ¿Qué tal el verano? —es el hombre quien rompe el silencio, tan solo unos segundos después de haber estado caminando, suelto una ligera risa, mientras cientos de recuerdos del verano pasan por mi cabeza.
—Es raro que sea usted quien me lo pregunta, pase más tiempo en su casa que en la mía, y nos vimos el viernes en el cumpleaños de Valerie— le digo, reprimiendo una risa.
Y es verdad, durante el verano pase mas tiempo en la casa de mis amigos que en la mía, y el viernes había sido el cumpleaños diecisiete de Valerie, la hija del hombre que camina a mi lado, y una de mis mejores amigas.
—Me sorprende que llegaras tarde, Valerie prácticamente me arrastro para llegar temprano —me dice con la misma sonrisa amable y el tono de voz cálido.