Los vigilantes de Marte

Capítulo 6: Familias falsas y amigos de verdad

06 de septiembre del 2023

 

Adam Stell

 

Estoy aparcado frente a mi casa, aun no tomo suficiente fuerza de voluntad para entrar, pero sé que tendré que hacerlo tarde o temprano.

 

El recorrido de la casa de Valerie hasta la mía pasó en un borrón, como si de repente mi mente se hubiera desconectado del resto de mi cuerpo. Para cuando volví a prestar atención a mi entorno, ya estaba apagando el auto frente a mi casa.

 

Eso fue hace cinco minutos exactos, y durante ese tiempo no he hecho nada más que observar la, innecesariamente moderna, estructura de mi hogar.

 

Estoy tratando desesperadamente de disipar por completo cualquier emoción negativa de mi cuerpo, porque sé que en cualquier minuto mis padres podrían darse cuenta de que ya estoy frente a la casa y pueden salir por mí. Si estoy enojado para cuando eso pase, las cosas solo terminarán peor que de costumbre.

 

Cierro los ojos y saco todo el aire de mis pulmones, en un día normal, eso sería suficiente para tranquilizarme, hoy no parece serlo.

 

No ayuda en nada a tranquilizarme que hoy haya sido un día pesado. Me levanté más temprano que de costumbre para evitar encontrarme con mis padres en la mañana, tuve tres horas seguidas de geometría, después las prácticas, la caída de Valerie, y ahora pensar en enfrentar a mis padres por primera vez en casi tres meses.

 

A la mierda, las cosas terminarán mal de todas formas.

 

Sin más que pensar, tomo mi mochila del asiento trasero y abro la puerta del coche. En cuanto mis dos pies se encuentran con la dura superficie de concreto, me cuelgo la mochila al hombro y comienzo a caminar hacia la entrada.

 

Instintivamente, me paso una mano por el cabello para intentar peinarlo y me aliso un poco la playera con la otra mano.

 

Mis padres siempre me han enseñado ha estar presentable porque nunca sabrás a quien conocerás y cuando, para ellos seria una tragedia encontrarse con un cliente importante vestido de manera simple o desliñada.

 

Cuando me detengo en la puerta, suelto un suspiro al aire, tecleo la clave en la pequeña pantalla táctil que se encuentra a un costado de la puerta y, después de escuchar el clásico sonido de desbloqueo, abro la puerta.

 

Como de costumbre, la casa se encuentra impecable. Me gusta la limpieza y el orden, así que, cuando mis padres no están en casa siempre procuro mantener la casa lo más limpia posible. Pero hoy se siente diferente, porque no estoy solo en casa.

 

Dejo las llaves del coche en la mesita de la entrada y comienzo a caminar, a paso apresurado hacia las escaleras que dan al piso de arriba. Y, justo cuando voy a mitad de las escaleras, una voz se hace presente:

 

—¿No es muy temprano para que ya estes en casa? —la pregunta viene acompañada de un tono frío, sofisticado y hosco.

 

Me giro sobre mis talones, topándome de lleno con la mujer que me dio la vida. No le respondo de inmediato, solo miro su impotente figura detenida a media sala con los brazos cruzados y una ceja levantada con reproche. No es precisamente lo primero que esperaba que me dijera después de todo este tiempo.

 

—Yo también me alegro de verte, mamá —respondo con sarcasmo, giro por completo mi cuerpo hacia ella, pero no hago ademán de regresar a encontrarme con ella —. ¿Qué tal Florida?

 

—No estoy bromeando, Adam.

 

—Yo tampoco.

 

No me responde, seria raro que lo hiciera, sus ojos siguen mirándome directamente, yo soy el primero en apartar la mirada y soltar un suspiro de derrota. Aprieto un poco los labios y, sin esperar una indicación, bajo los escalones que ya había recorrido para poder detenerme frente a mi madre.

 

Es mucho más baja que yo, pero siempre está usando zapatos altos por lo que sus ojos siempre quedan a la altura de mi barbilla. Está usando, como de costumbre, un traje elegante de color blanco, el cual hace que su cabello café resalte como nunca.

 

No me concentro en eso demasiado, ya que lo único que observo son sus ojos azules, idénticos a los míos, cargados de frialdad y viéndome con severidad. Su maquillaje está impecable y las diminutas arrugas apenas si se asoman.

 

Su postura no flaquea ni un poco cuando me detengo frente a ella, sigue firme, con las manos sujetas tras la espalda, con la columna recta y el mentón en alto. Fue criada en una familia de hombres, sabe cómo generar autoridad entre ellos.

 

—Sucedió un accidente con Valerie —explico —. Y su padre me pidió que la llevara a casa. Por eso estoy aquí.

 

Puedo notar en sus ojos que no me cree, pero sería raro que lo hiciera. Ya pasó la edad en la que me preocupaba su falta de confianza.

 

—¿Cuándo vas a aceptar la culpa de algo sin involucrar a alguien más?

 

—Puedes llamar al director West en cualquier momento, él te dirá la verdad. —me defiendo, mantengo la cara seria.

 

Su rostro permanece igual, el único atisbo de acción es el ligero gesto en los ojos, probablemente este tratando de averiguar si digo la verdad. Mantengo el rostro serio y, cuando no encuentra nada mas que reprochar, vuelve a hablar:

 

—Tu padre quiere que comas con nosotros —es su única respuesta. Le dedico una tensa sonrisa como respuesta y me encamino de nuevo al segundo piso sin decir una sola palabra.

 

Cuando llego a mi habitación me dejo caer en mi cama y cierro los ojos con frustración.

 

Aunque no lo crean, ha ido mejor que en muchas más ocasiones.

 

Sin embargo, no puedo evitar sentirme mal. Porque no había visto a mis padres en casi tres meses, y no había hablado con ellos porque nuestras únicas, pocas, interacciones fueron vía mensajes de texto, la mayoría era de ellos preguntándome si necesitaba más dinero y yo enviándoles una respuesta.



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En el texto hay: youngadult, amisad, young love

Editado: 23.02.2024

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