Capítulo VI

     Demian, Sokaku y Nico avanzaban rápidamente para volver a la aldea que fue atacada horas atrás, y que les costó la vida a los padres adoptivos del joven. Este había decidido regresar con la ilusión de reencontrarse con su hermana, pese a las advertencias de Sokaku quién se mostraba reacio a ir al lugar donde ambos podrían correr serio peligro, pero que al final cedió su postura al sentir empatía por aquel muchacho quien lo perdió todo. 

    Cuando arribaron al pueblo destruido, ambos sentían un profundo pesar al presenciar el paisaje desolador que dejó la despiadada maquinaria bélica del Kahn: casas destruidas, vecinos muertos, sobrevivientes llorando a sus caídos, los inmuebles quemados y un sinfín de miseria. Había una enorme tristeza en aquella villa compuesta por personas de esfuerzo y trabajo, no obstante, un rayo de esperanza surgió cuando un vecino advirtió al joven Demian que estaba parado en medio del desamparo. 

—¡Joven, qué bueno verlo a salvo! —decía el hombre—, tienes que ver a tu hermana, ella sigue viva, aunque está muy mal. 

—¿Cómo dice? —preguntaba Demian mientras temblaba de emoción —, Carmen está viva, no puedo creerlo...debe ser un sueño, tenía la esperanza, si bien sé que era una posibilidad remota porque pensé que fue ejecutada. 

—En efecto, iba ser así, pero un hombre misterioso la salvó a ella como a otras personas— y miró asombrado a Sokaku quien permanecía tranquilo atrás y escuchando. 

—¡Ese hombre del sombrero Non-La! ¡Ese hombre protegió a la niña y espantó al infame enemigo enmascarado y sus secuaces! 

     Demian miró perplejo a Sokaku, quien jamás pensó que aquel hombre que escapaba de los comerciantes la tarde anterior, le hiciera tanto bien en pocas horas. Quiso agradecérselo, pero Sokaku respondió con prudencia. 

—No hay tiempo para agradecimientos, dígame buen hombre, dónde se encuentra ella y en qué condiciones. 

—En esa casa de atrás que aún permanece de pie. Su estado es crítico, sufrió una especie de shock y ataque cardíaco. Temo lo peor. 

—Gracias, buen hombre. Vamos Demian, no hay tiempo que perder. 

—Tienes razón, Sokaku, vayamos ahora. Muchas gracias a usted vecino por avisarme —respondió Demian angustiado. 

     Al momento de ingresar a la casa donde estaban atendiendo a los heridos que habían sobrevivido a la invasión de las huestes del Kahn, Demian buscó desesperadamente a su hermana adoptiva entre toda la gente que se aglomeraba para socorrer o ser atendidos, hasta que de pronto, el corazón del joven se paralizó de emoción al ver que en una cama cercana había una muchacha moribunda y con los ojos entreabiertos: era Carmen, quien tardó un momento en reconocer al turbado Demian. 

—Hermana mía —lloraba desconsolado el joven—, pensé que habías muerto y jamás nos volveríamos a encontrar. Por favor, Carmen querida, trata de resistir. Te cuidaré y nunca te abandonaré. 

—De... Demian —respondía Carmen—, qué bueno... qué bueno que hayas llegado. Nuestros padres... se han ido... el enmascarado... él fue. 

—Lo sé, pagará por ello debido a todo lo que ha hecho, pero ahora debes recuperarte y escapar juntos de este lugar. 

     En ese instante, Sokaku se acercó a donde permanecían ambos jóvenes sosteniendo a Nico entre sus brazos, pero como el hombre posee capacidades sobrenaturales, pudo distinguir algo que ni Demian ni ninguno de los presentes pudo percatarse: una luz blanca y divina envolvía lentamente a Carmen por todo su cuerpo, y pareció que la joven pudo por fin hablar de manera normal, solo para despedirse por última vez. 

—No puedo —respondía Carmen tenue —, estoy cansada y deseo liberarme de este cuerpo enfermo, no quiero vivir en un mundo cruel y violento. Te amaré por siempre hermano mío, quiero que seas feliz. 

—Por favor, Carmen, sigue luchando, gracias a este hombre quien te salvó pudiste sobrevivir. Te ruego no me dejes solo, eres lo único de familia que me queda. 

—Lo siento, hermano mío... debo partir... ellos ya vienen por mi... te amo Demian, adiós. 

     Y su voz se apagaba mientras dio un último respiro de resignación donde se pudo sentir un alivio y tranquilidad. Sus ojos percibieron como a dos seres celestiales que la vinieron a buscar y ella los siguió en lo que pareció ser un camino de mucha luz. Estos entes tenían el aspecto de un hombre y una mujer que momentos antes habían partido de este mundo viniendo ahora a buscar a su hija. 

—¡Carmen, Carmen! Por favor, despierta, te lo suplico. 

     Finalmente, la vida de la joven se apagó para siempre mientras Demian trataba de hacerla reaccionar en vano. Su hermano se deshacía en lágrimas al ver que su hermana adoptiva reposaba por fin en paz, luego no tuvo más remedio que besar la frente de la mujer y apoyar su cabeza en el pecho de ella para sentir por última vez su tacto. 

     Transcurridas unas horas desde el deceso de Carmen, los sobrevivientes trabajaron arduamente para cremar los cadáveres de los caídos en una zona lejana; por su parte Demian con ayuda de Sokaku, preparó un improvisado féretro para su familia que ahora yacía reposada con las manos juntas al pecho y sus rostros mirando apaciblemente al cielo.