Los Xeronianos Del Universo - Libro I El Guerrero Del Sol

Capítulo XII

   El grupo de los siete hombres seguía su curso hacia el puerto que los trasladaría rumbo a la ciudad de Arkania. El despejado cielo se convirtió en un abochornado paisaje donde las alturas mostraban los primeros cúmulos. Al llegar a la bahía abandonada, los xeronianos notaron que ciertos barcos se encontraban varados y otros estaban en desuso. Sokaku se detuvo un instante para observar y pensar el siguiente paso que los llevaría al continente, cuando atisbó a un viejo marino que fumaba tranquilamente una pipa acompañado de algunos perros. 

—Discúlpeme, señor, ¿no hay barcos disponibles que vayan al otro extremo? 

—Este puerto hace mucho tiempo que no tiene actividad marítima. Pocas son las naves que salen a navegar, además son de una exigua amplitud que sirven solo para la pesca artesanal. 

—¿Y esas embarcaciones no aparecen el día de hoy? 

—Todos ellos se marcharon debido a que la Pincoya ha danzado con su rostro hacia la tierra, lo que significa que habrá escasez de peces y mariscos para la temporada obligando a los pescadores a buscar el sustento a los mares lejanos. Que Poseidón los proteja en su viaje. 

—¿La Pincoya? Nunca había oído de ella. Cada vez aparece gente rara por aquí. 

—Es la hija del poderoso Millalobo y la posición de su danza determina la abundancia o insuficiencia de productos. Es venerada aquí en esta isla.  

—Vaya, como a la señorita se le antojó bailar en el lado equivocado, nos quedamos sin barco. Ahora no podremos ir al continente. 

—Ese antiguo buque mercante que ve ahí medio inutilizado era uno de los mejores en su época. Lástima que no existan industrias como antes, lo hubiesen reparado en un par de semanas llevándolo a destino. 

     Sokaku miró con diligencia la nave arrumbada a un costado detrás de otras embarcaciones encalladas donde no se veía a primera vista. Se preguntó a sí mismo por qué fue tan ciego al no percatarse de que la solución estaba a la mano, por lo que agradeció amablemente al anciano y regresó junto a los demás. 

—Caballeros, ya tenemos transporte para atravesar el canal: iremos en ese buque mercante. 

—Seguro es uno de tus ácidos sarcasmos, ¿no es así? —preguntó Arien. 

—Has pensado como hombre común, pero no con la mente de un xeroniano de verdad. Qué vergüenza a estas alturas. Homter, Akira, Kenji y Mick, hagan contacto mental y ayúdenme a reconstruir la nave. 

—Por mí no hay problema —dijo Homter—, sin embargo, necesitamos material que nos permita arreglarlo. 

—Utilizaremos las piezas de los otros barcos varados. Confíen en mí, les garantizo que tendremos un navío a nuestra disposición. 

     Demian notó dos cosas desde que conoció a su amigo; la primera, es que Sokaku extrajo su espada armándola como un báculo dorado para asirla con ambas manos frente a él; la segunda, es que nunca lo había vislumbrado con un nivel de concentración tan profundo, al punto que sus ojos se tornaron blancos por la energía y su cabello se movía provocado debido al intenso poder que emanaba. 

     Un asombroso espectáculo se divisó cuando Sokaku hizo contacto mental con los demás para iniciar la reparación del buque. El anciano que fumaba derramó su tabaco impactado con lo que presenciaba, mientras sus perros y Nico, ladraban asustados. 

—Bien amigos —decía Sokaku—, manténganlo a unos 5 metros de altura, mientras yo lo restauro rápidamente. 

     El antiguo consejero visualizó el buque para proceder con la labor; el ensamblaje fue sencillo al contar con las piezas necesarias para que el buque no le entrara agua; el motor recibió unos ajustes mentales con el objeto de resistir la larga travesía; el casco, la cubierta, la bodega y toda la anatomía de la nave había quedado en perfectas condiciones lista para volver a navegar. En definitiva, Homter, Akira, Kenji y Mick, con suma precaución, colocaron el buque en posición de zarpar salpicando una buena cantidad de agua, terminando así la conexión mental apta solo para xeronianos de avanzado nivel. 

     Sokaku y los otros cuatro, quedaron algo agotados por el esfuerzo que significó reacondicionar un objeto de tal envergadura, no obstante, una vez ya restablecidos, se subieron a la embarcación para comprobar su estado e iniciar la marcha hacia el continente. 

—Todo en orden y a punto de partir —dijo Sokaku y acordándose de algo—, se me escapó un detalle: ¿alguien sabe cómo manejar esta cosa? 

     El grupo se miró sin decir palabra, dejando en claro que nadie estaba capacitado para manejar un buque mercante. De pronto Demian miró desde estribor al viejo que seguía observando la nave sin recuperarse del asombro. 

—Mi instinto dice que él sabe. Iré a preguntar. 

     Al regresar el joven acompañado del anciano, observaron que el hombre conocía los controles y cada una de sus funciones, llegando a un acuerdo acerca del pago por el transporte. 

—¿Tiene conocimiento manejando un buque mercante? ¿cuánto nos cobra por llevarnos al continente? —inquirió Sokaku. 

—Hace tiempo que no conduzco una de estas naves, dedicándome a ellas en mis años mozos antes de terminar en la pesca artesanal. Con respecto al cobro, el clima no sé si estará apto para la navegación, ya que, mirando el cielo, podría avecinarse una tormenta y eso tiene un precio mayor. 




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