Los rayos de sol entran por las ventanas de la habitación haciéndome despertar. Me incorporo en la cama y miro a mí alrededor. Sonrío al ver que todo es real, que estoy aquí, en el castillo.
Me levanto de la cama y cojo la ropa que me voy a poner para después ir hasta el baño que compartimos las chicas de mi edad. Al entrar veo que Nicky ya está allí.
La puerta del baño se abre y unas voces inundan la estancia. Giro mi cabeza y me encuentro con Parkinson, la chica que estaba en el grupo de Malfoy y dos chicas más, Stamford y Roan, las compañeras de cuarto que me faltaban por conocer. Las tres se nos quedan mirando al vernos dentro.
Las tres se ríen y yo miro algo desconcertada a Nicky, que me devuelve la mirada alzando las cejas y diciéndome un silencioso “ya te lo dije”.
Voy hasta mi armario y dejo mis cosas mientras oigo las carcajadas incontroladas de Nicky. Me giro divertida para mirarla.
Bajamos las escaleras que nos llevan a la sala común. Al llegar nos topamos con un grupo aunque más bien me choco, literalmente, contra el cuerpo de uno de ellos. Miro hacia arriba y me encuentro con los ojos grises de Malfoy. Observo quieta su mirada y no sé descifrarla, es entre divertida, sorprendida y llena de temor, igual que la mía.
Sus ojos se abren por la sorpresa y yo me quedo mirándolo, ahí sin hacer nada. Y es que desde lo de anoche yo ya no sé qué pensar. No tengo nada claro, él me confunde bastante.
Sigo mirando sus ojos hasta que aparto la mirada y sigo mi camino, sin mirar atrás, dejándolo ahí estático, en el sitio.
Traspaso la pared de la entrada a la sala común y camino por el pasillo rumbo al gran comedor. Nicky sigue mis pasos a mi lado pero no dice ninguna palabra, aunque la pillo mirándome de reojo más de una vez.
Nos sentamos en nuestra mesa cuando llegamos al gran comedor y comienzo a llenarme el plato de comida, me muero de hambre. Nicky comienza a hablar, sin mencionar el pequeño encontronazo con el rubio. Al acabar un chico, que parece ser el perfecto de nuestra casa, nos entrega nuestros horarios. Lo miro y me doy cuenta de que hasta mañana no voy a tener clase de Defensa contra las artes oscuras con los alumnos de Gryffindor. Quiero asistir, más bien es la única clase que realmente me llama la atención y no por lo que vaya aprender sino más bien por el profesor que la va a impartir, me tiene intrigada.
La mañana transcurre con tranquilidad, la clase de Encantamientos me gusta mucho aunque no me resulta nada práctica, todas las cosas que hoy hemos dado ya las sé, pero intento pasar desapercibida y que nadie note que ya sé todos esos conocimientos, aunque con Hermione en clase resulta bastante sencillo, ya que es muy inteligente y hábil con los hechizos. Al acabar las dos horas de clase, Nicky y yo entramos en la clase de historia y nos sentamos juntas en una mesa de dos hacia la mitad del aula.
El profesor Binns, el único profesor que es un fantasma, comienza la clase como si fuera un autómata y mis compañeros comienzan a desmadrarse. Ninguno le hace mucho caso, tanto que incluso Ron se queda dormido con la mano apoyada en su cabeza. Le comprendo perfectamente, madre mía no se cansa de hablar y hablar, además de que las clases son bastante aburridas y monótonas. La única que parece atender es Hermione, que no hace más que rasgar su pluma sobre un pergamino cogiendo apuntes.