—¿Catra? Se me frenó el auto en plena carretera... ¿Me das una mano?—. Rodé los ojos, escuchando la voz de Scorpia del otro lado de la línea.
—Pasame tu ubicación, enseguida voy—. Tomé las llaves de mi moto y el casco, saliendo del departamento.
Todavía no había logrado terminar los papeles, pero el dinero para anularlos ya había sido pagado, sólo debía esperar un mes como máximo para que todo esto termine. El matrimonio arreglado ya lo había roto, porque había roto el contrato al romper los papeles de adopción. Rogelio me lo agradeció, Kyle también, mientras que los más grandes me maldecían.
Mi cuerpo había crecido en... bastantes formas. Huntara seguía siendo más alta que yo, pero ya no me lleva lo mismo que antes. Ahora, lo único que me impide sobrepasarla, es menos de media cabeza, lo cual me hace sentir muy orgullosa.
Dejé mi cabello crecer luego del corte. A pesar de que era fácil de manejar, no me convenció mucho sobre cómo me quedaba, así que lo dejé crecer otra vez. Ahora suelo llevarlo amarrado en una alta coleta, puesto a que en el ring era complicado manejarse con el cabello largo, según Huntara.
De los dos años y medio del matrimonio arreglado, había conseguido el dinero en algunas peleas en el ring para pagar los papeles luego de un año y tres meses. Una vez había anulado esos papeles, decidí irme del club, puesto a que quería recuperar mis estudios en la universidad. Volví a Nueva York, sin encontrarme con muchas novedades.
Empecé a trabajar en un taller de mecánica cerca del edificio. No sólo me entretenía, sino que también aprendía para arreglar mi nueva moto por mi cuenta. Según el jefe del lugar, los clientes habían aumentado desde que yo había empezado a trabajar allí, principalmente mujeres. Me reí mucho en la ironía en ese entonces, al parecer mis energías habían aumentado en Londres.
Llegando a la ubicación que Scorpia me había mandado, bajé de la moto, estacionando detrás.
—¿Tienes herramientas y llantas de repuesto?—pregunté, quitándome el casco. Me encontré con que había una persona en el asiento trasero. Fruncí el ceño, pero no pregunté por ello.
—No tengo la llanta de repuesto—dijo, rascando su nuca. Ese gesto me hizo acordar mucho a Huntara—. Pero ahora no la necesito, sale humo del capot... y sí, tengo herramientas en el baúl—. Me acerqué al auto, abriendo el baúl, encontrando una cabellera rubia conocida en el asiento trasero. Ignorando completamente su presencia, tomé la caja de herramientas, caminando hacia el frente del auto y abriendo el capot, donde un denso humo me golpeó el rostro. Tosí levemente, tratando de ver qué había sucedido.
Mientras arreglaba el auto, podía escuchar la conversación que estaba teniendo Scorpia con la persona que estaba en los asientos traseros.
—¿Sabes si me vió? Creo que me odia...—. Fruncí el ceño en confusión.
—Tiene sus razones para hacerlo. Si hubiera estado en su lugar, también te odiaría—. Rodé los ojos. Hay tantas personas que se ganaron mi odio en este año...
—No ayudas, Scorpia—. Volví a respirar al reconocer la voz. Cerré mis ojos, calmando mi corazón. Que ingenuo de mi parte el pensar que podría ser Adora, como si ella fuera a volver.
—Scorpia. Intenta encender el motor ahora —dije, cerrando el capot y guardando las herramientas en la caja. Escuché como el motor prendía, lancé una pequeña sonrisa al aire de orgullo y volví hacia mi motocicleta.
—¡Gracias, Catra! Eres lo mas —dijo Scorpia, regalando otra de sus enormes y encandilantes sonrisas.
—Como sea. Adiós Scorpia, y Kyle—. Saltó en su asiento, asomando su rostro miedoso al vidrio—. Mándale unos saludos a Rogelio —completé, arrancando la moto y volviendo por donde vine.
Una vez lo suficientemente lejos de ellos, frené al costado de la carretera, respirando profundamente.
¿Otra vez esa rubia en mi cabeza? No soporto más que siga merodeando por mis pensamientos cotidianos y, lo peor, no puedo hacer nada para evitarlo. Sólo puedo mantenerme ocupada para que mi cabeza no divague.
El recuerdo de esa llamada volvió a mi cabeza, refrescando mi odio al alcohol. La duda volvió a surgir, aumentando mi curiosidad sobre ello. ¿Quién era esa niña? ¿Qué hacía con Adora? Tenía tantas teorías al respecto, pero ninguna parecía creíble o lógica... Al menos para mí.
Volví a colocarme el casco, luego de revolver mis cabellos por la frustración, y volví a conducir hasta el taller mecánico.
—Al fin Catra, ¿tenías que cambiar las 4 ruedas que tardaste tanto?
—Ja, ja, muy gracioso—dije, fulminando a Grizzlor.
—Hay un cliente que quiere tu atención, ¿puedes?—. Asentí, colocándome el uniforme y saliendo hacia el taller, donde había un auto que reconocí.
—Hola brillitos.
—Soy Glimmer, Catra —dijo, rodando sus ojos. Lo sé.
—¿Qué te trajo aquí?—pregunté seria.
—Necesito el cambio de una de las llantas. Lo dejaré para lavado también, ¿ok?—. Asentí y la lleve hacia adentro, dejando que hable con el jefe, que cobraba el dinero de los clientes.
El día pasó, entre coqueteos de algunas clientas de mi edad conmigo, sin recibir respuesta, y entre autos, motos y llantas pinchadas. Volví, agotada, al edificio, pasando por alto el auto nuevo en el estacionamiento.
Subí por el ascensor con los ojos cerrados, dormitando. Se abrieron las puertas y escuché una voz que pude reconocer, pero que no pude ubicar en mi cabeza.
—¿Tendré nuevos compañeros? ¿Nuevas maestras? ¿Serán buenas conmigo? ¿Almorzaré allí?—. Mis ojos se abrieron de par en par.
¿Adora?
Me asomé al departamento con el que compartía piso, escuchando la conversación.
—Sí, linda. Tendrás muuuuuchos amiguitos nuevos y, si alguien te molesta, sólo dile a la tía Glimmer—. Respiré, por tercera vez en el día.
¿Tan desesperada estoy por verla que la busco en todos lados?